En el drama somalí, las lágrimas -a veces- son negras . De acuerdo a un cable diplomático desclasificado con fecha del 20 de junio de 1991 -solo unos meses antes de la declaración oficial de la hambruna-, el por entonces embajador de EE UU en Yibuti, Richard Barrett, ya tenía pleno conocimiento de que los yacimientos somalíes eran capaces de producir 300.000 barriles de petróleo diarios.

Quizá para curarse en salud, dos años después, cuatro de las principales compañías petroleras estadounidenses ya se habían adjudicado cerca del 70% del territorio somalí para iniciar perforaciones, según denunciaba entonces el diario estadounidense Los Angeles Times. Una de las compañías perforadoras, Conoco, ofrecía incluso servicios de protección a los oficiales norteamericanos que se movían normalmente por la capital del país, Mogadiscio.

No en vano, desde 2006, African Oil cuenta con la exclusividad -junto a sus socios Range y Red Emperor Resources- para la exploración y explotación de los recursos minerales de Puntland (una región semi-autónoma del norte del país). Pese a ello, su interés se centra tan solo en dos yacimientos: Dharoor y Nugaal, cuya capacidad efectiva es de más de 5.000 millones de barriles de crudo, apunta un reciente informe de la empresa Petrotech Engineering.

En el horizonte, la cuenca del Este de África, una de las regiones petrolíferas más inexploradas y que mayores oportunidades de negocio ofrece. Y esta vez, el trato sí parece ser de garantías.