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Adel Khazri, que malvivía vendiendo cigarrillos, se inmola en el centro de la capital recordando al joven que se quemó en 2011 y que prendió la chispa de la Primavera Árabe.

La pobreza y la desesperación han vuelto a recordar en las calles de Túnez que dos años después del estallido de la Primavera Árabe son muchos los que siguen viviendo a rastras. Adel Khazri, de 27 años, se inmoló el martes en el buelvar Burguiba, en pleno corazón capitalino, en el escenario donde se fraguó la caída del antiguo régimen.

Se roció con gasolina y se prendió fuego al grito de «He aquí la juventud que se ve obligada a vender cigarros, he aquí la falta de trabajo», informa Reuters. Estuvo ardiendo unos segundos interminables antes de que lograran apagar las llamas que envolvían su cuerpo. Las gravísimas heridas lo llevaron a la muerte ayer jueves.

El fallecimiento de este joven recuerda por obligación al de Mohamed Buazizi, el vendedor ambulante humillado por las autoridades que decidió inmolarse a finales de 2011 y cuya muerte fue la mecha sobre la que prendió la primera de las revoluciones de la Primavera Árabe.

El entierro en la mañana del jueves de Khazri en la pequeña localidad norteña de Souk Jemaa derivó después en una manifestación en la que el odio popular se focalizó esencialmente en el partido islamista Ennahda, aupado hace poco más de un año al poder en las elecciones.

«Somos más que pobres. No tenemos nada de nada», dice a la agencia France Presse Issam, el hermano que dejó el pueblo para tratar de sostener a la familia buscando trabajo junto a Adel en la capital del país. Entre ambos lograban mandar a casa una veintena de euros dos veces al mes. Era todo lo que contaba la familia de seis personas para subsistir. Mohamed, uno de los primos del fallecido, recuerda que viven sin agua, sin electricidad y sin baños.

«Ennahda vino e hizo su puesta en escena para las elecciones, a continuación olvidaron esta región. Los jóvenes son todos en paro y Adel es solo un ejemplo entre otros», se lamenta Ahmed Khazri Bouzidi, al frente de un pequeño partido político en la región, informa France Presse.

Nuevo Gobierno

En efecto, Ennahda despertó las esperanzas de un pueblo que durante la revolución se echó a la calle en busca de dignidad, trabajo, derechos humanos y democracia, pero en los últimos meses los ganadores en los comicios de octubre de 2011 viven cada vez más bajo la pesada losa del descontento popular. Descontento que en casos como el de Adel Khazri es llevado al extremo.

El entierro del vendedor de cigarrillos coincidió ayer jueves con la presentación en el Parlamento de un nuevo Gobierno, encabezado por un islamista pero integrado mayoritariamente por independientes. Al frente se encuentra Ali Larayedh, de Ennahda y hasta el mes pasado el contestado ministro del Interior. Ellos serán los encargados de tratar de llevar las enrevesadas riendas del país hasta la celebración de unas nuevas elecciones, seguramente, a finales de 2013.

El anterior Ejecutivo se vino abajo cuando el mes pasado un radical islámico abatió a tiros a la puerta de su casa al opositor de izquierdas Chukri Belaid abriendo la más grave crisis en el país desde la caída de Ben Alí.