María Dolores, Marcos y sus dos hijos son la familia Román. Viven en Dos Hermanas (Sevilla) y en su hogar, como le ocurre a dos millones de familias en España, nadie tiene un trabajo remunerado. El Día Internacional de los Trabajadores lo celebran, un año más, desempleados, expulsados del mercado laboral.
Imagen
© LAURA LEÓNLa familia Román lucha cada día con dignidad por salir adelante. Celebran el 1 de mayo, un año más, sin empleo.
La familia Román celebra el Primero de Mayo como el día del no trabajador a la fuerza. "A mí no me gusta la palabra parada, yo soy más bien una desempleada por culpa del sistema", relata María Dolores con crudeza. Desde hace dos años que terminó su último contrato laboral esta murciana, afincada en Andalucía, no ha vuelto a encontrar trabajo de lo suyo, el telemarketing. Su marido, Marcos, tampoco. Los Román son una de las dos millones de familias españolas con todos sus miembros en el paro.

"Empecé con 19 años trabajando como teleoperadora y nunca me había faltado un sueldo. Ahora todos los contratos para los que me llaman son indignos, con largos períodos de pruebas y formación obligada en la que no cobras ni un duro", señala. Para Marcos, su marido, la situación es aún más compleja. En el año 2008 cumplió su contrato en una fábrica dedicada a la construcción y hoy día el sistema lo expulsa sin motivos aparentes. La edad es para él su principal impedimento. "No me lo dicen a la cara pero no me llaman para trabajar por tener más de 40".

A su cargo tienen al pequeño Marcos, su hio, que llena de vitalidad cada uno de los rincones de la casa en los momentos más difíciles. A sus nueve años, camina cabizbajo mientras juega con Coto, su gato. "Si salimos bien de esto nadie podrá con nosotros", señala María Dolores. Rocío es el cuarto miembro de la familia Román y sueña a sus 18 años con ser peluquera. Así podrá ayudar a la familia a salir adelante. Juntos pasan los días, las penas y el maltrago de la incertidumbre. Y hacen de tripas corazón para que Marcos se críe como un niño normal. "Le hemos tenido que decir que el monitor de fútbol se ha ido de vacaciones porque no teníamos dinero para pagar los veinte euros de esta actividad extraescolar", apunta María Dolores.

El desempleo y la ayuda familiar deja a la familia Román un sueldo medio de 613 euros al mes. 200 euros van para la casa y el resto para salir adelante. María Dolores recuerda día a día que solo le quedan cinco meses para que dejen de recibir la prestación. "Hago malabares para poder comprar donde más cerca me pille, en el Lidl o el Aldi, que es lo más económico", destaca. A pesar de ajustar y estrechar las cuentas al máximo, aún le queda pendiente este mes la renta de alquiler social. El próximo nueve de mayo hará un año que la familia Román tiene contraída una dación en pago de su hipoteca que le permite vivir aún en ella con la fórmula del alquiler solidario.

El menú principal de esta familia sevillana es pasta hervida: spaghetti, macarrones con salsa de tomate. Para María Dolores es el plato más económico y con más nutrientes. El resto de guisos los hace varias veces al mes, cuando su suegra no puede mandarle los tuppers que le permiten ahora algo en la factura de del supermercado.

En la barriada de los Naranjos de Dos Hermanas (Sevilla), llega cada día un grupo de voluntarios de Cáritas para el reparto de comida. Y es que el desempleo en esta zona es demasiado alto para no vivir a extremos. María Dolores comenzó a recibir la ayuda alimenticia hace tres años y decidió dejarla para aquellos que más lo necesitaran y por las malas condiciones de algunos alimentos. "Me daban los yogures congelados y caducados, el arroz con bichos y pensé que antes de seguir dándole esa comida a mis hijos dejaría de pagar recibos. Es lo que menos que podía hacer"

Desde el año 2012, María Dolores Peñalver, es desempleada activa. Su vitalidad y fuerza no le permiten quedarse quieta, por eso cada mañana dedica largas horas a echar curriculums por internet a muchas empresas de la ciudad. "Ya no solo me centro en el sector de teleoperadora. Me da igual si es camarera, limpiadora o de lo que sea. Solo quiero sacar adelante a los míos". En sus ratos libres, deja a un lado la pantalla de ofertas de Infojobs para hacerse hueco en un nuevo mundo que le sirve también como hobby: el del diseño y la costura con clases de confección de moda flamenca a las que acude cada semana en su pueblo.

Cuando suena su teléfono para una nueva entrevista, María Dolores recuerda los malos tragos. "He pasado por empresas que querían hacernos formación durante seis semanas sin cobrar y luego te pagaban a un euro la hora en el contrato", relata. En la mañana de ayer comenzó una nueva sesión de formación en una empresa de Sevilla Capital que vende productos, similares a los de la Teletienda. "Este curso son solo tres días y no sé que puede pasar". En el mejor de los casos, le concederán un contrato de prueba lleno de cláusulas y comisiones. "No puedes poner siempre tu mejor sonrisa al teléfono cuando sabes cómo te estas tratando, por eso espero poder dedicarme a otra cosa", afirma.

Marcos, su marido, decidió, tras tres años en paro, ir durante todas las mañanas a la oficina de empleo del Ayuntamiento de Dos Hermanas para pedir una instancia como solicitante de trabajo. No faltaba ningún día a la cita. El marido de María Dolores recuerda aquel trámite rutinario le permitió a su familia mantener la paga de los 426 euros por un pequeño período más. "No quería convertirme en un parado de larga duración y empecé a repetir lo mismo cada día hasta que me escucharan". Tal fue el número de solicitudes recibidas que el Ayuntamiento lo llamó durante seis meses con un contrato de jornada completa en labores de limpieza. En el año 2012 venció la fecha y prometieron volver a llamarlo. "Ahora necesito trabajar de nuevo al menos otros seis meses más para seguir cobrando la prestación", destaca con fuerte resignación.

Mientras la conversación se alarga con más y más anécdotas agridulces en la casa de los Román, María Dolores repasa sus electrodomésticos del salón, uno a uno, recolectados con mucho esfuerzo. "La tele nos la han dado y mi hijo ve los dibujitos en color verde. El receptor de TDT lo compré a cinco euros de segunda mano" afirma. Repasa cada uno de sus artículos y se para ante una caja dorada que guarda con recelo en el centro de la estantería. Mientras suelta una carcajada, la primera de la tarde, enseña orgullosa su primer premio en el concurso de confección de trajes de flamenca de Dos Hermanas del pasado año. Como pasatiempo y como futura salida laboral pasa las tardes insertando agujas con nuevas telas.

María Dolores no deja de inventar ideas y recetas. Quiere estar empleada, ayudar a los suyos y creer que esto fue una pesadilla que solo duró un tiempo y que nunca volverá a repetirse.