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© Desconocido
Escribo este artículo mientras en una parte del planeta hay casi un millón de seres humanos aterrorizados bajo una lluvia de bombas y misiles comandada por la más alta tecnología disponible en el planeta. Es Gaza. Otra vez. Israel la bombardea con frialdad casi burocrática cada cinco o seis años para ir minando poco a poco la moral y la esperanza de los Gazaties y acaben así marchándose a otro lugar porque Gaza es un infierno sobre la tierra. Pero ahí siguen, resistiéndose tercamente a dejar de existir a pesar de las vísceras, las almas desgarradas y los recuerdos abrasados y sepultados. Y siguen resistiendo porque saben que esa es su tierra, que no tienen otro lugar a donde ir, porque saben que los antiguos habitantes palestinos del pueblo ahora llamado Sderot se tuvieron que ir y ya nunca pudieron volver.

Porque saben que en 1948 muchos huyeron aterrorizados por la violencia de grupos terroristas israelíes como el Irgun y el Stern Gang, y ya nunca pudieron volver. Una amiga mía jordana de origen palestino me cuenta que sus padres se fueron de vacaciones en 1967 y cuando volvieron, su casa había sido literalmente ocupada por una familia israelí. Como muchas otras familias judías que, en 1948, ocuparon muchas de las casas que los palestinos tuvieron que abandonar huyendo de la violencia de lo que los palestinos conocen como Nakba (la catástrofe), y los israelíes cínicamente llaman "guerra de la independencia" (independencia de quién?).

Estoy más que harto de oír las consignas Goebbelianas de la propaganda Israelí, que se empeña en tratarnos como a imbéciles. Si Israel quiere la paz, ¿por que paga a casi más de 300.000 de sus ciudadanos para ir a vivir en colonias ilegales construidas en Cisjordania? Un país que quiere la paz ocupa militarmente a otro durante más de 50 años? Recordemos que la construcción de colonias ilegales en Cisjordania empezó en 1967, mucho antes de que hubiera cualquier atentado terrorista en Israel. ¿De verdad no quieren matar a civiles? ¿Como puede fallar tanto el cuarto ejército más poderoso del mundo? ¿Es que reclutan a los soldados más estúpidos? No. El gobierno Israelí siempre ha tenido claro, desde 1948, que los Palestinos no existen (o cuando existen son terroristas) y que Palestina e Israel tienen que llamarse Judea y Samaria. Un poco de historia y contexto desmorona la deshumanizante maquinaria de propaganda israelí, que justifica auténticas carnicerías contra la población civil como si en lugar de seres humanos estuvieran muriendo animales o insectos.

Es necesario entender esta catástrofe, la de los palestinos, porque es vital para entender muchas de las cosas que no funcionan bien en este mundo. No es verdad que palestinos e israelíes lleven toda la eternidad matándose, como suelo oír a veces. Eso suena a excusa fácil para desentenderse y no tener que tomar partido, partido hasta mancharse, como decía Gabriel Celaya. Sí, es cierto, Oriente Medio ha sido una tierra en disputa durante muchos, muchísimos años. Pero conviene recordar que el conflicto entre Palestinos e Israelíes no existió durante los 500 años que Palestina fue provincia del imperio Otomano. El origen del presente conflicto habría que establecerlo allá por los inicios del siglo XIX, cuando las potencias coloniales europeas luchaban contra el imperio Otomano, la gran barrera para acceder mucho más cómodamente a las colonias de extremo oriente. Pero que convirtió a una pobrísima provincia del imperio otomano en el objeto del deseo del Imperio Británico y Francés. Como he dicho, las rutas de paso a Asia, y debilitar así al gran enemigo de la época, el Imperio Otomano.

¿Y como era el actual Israel/Cisjordania en aquella época, y como vivían sus habitantes palestinos? El fellaheen o campesino palestino llevaba siglos cultivando un territorio de unas condiciones muy duras, donde la sequía era la norma y solo un pequeño porcentaje de la tierra se prestaba al cultivo de cereales, aceite de oliva, sésamo y trigo que se vendían después en ciudades como Hebrón y Nablus o ciudades costeras como Haifa, donde existía más actividad económica debido al comercio marítimo. La vida del fellaheen en los pequeños pueblos del interior no era nada fácil pero, como apunta Rosemary Sayigh en su libro Los Palestinos: de Campesinos a Revolucionarios, había solidaridad y un sólido anclaje en valores como la generosidad, la hospitalidad, el respeto a los ancianos o el respeto a la fertilidad de la tierra (Kimmerling y Migdal). Como afirma Ibrahim Muhawi, la ocupación militar israelí es tan dura que muchos de los palestinos refugiados idealizan la Palestina del pasado por muy difícil que fuera la subsistencia...

Con el romanticismo empezó a crearse en Europa la idea romantizada de Palestina como la tierra prometida, el lugar de peregrinaje a los lugares santos de las tres religiones monoteístas. Pero como siempre, el discurso religioso sirvió como pretexto para ocultar motivos menos espirituales, como poner la zona bajo la influencia política y económica de Europa. Poco a poco, los viajeros europeos traían a Europa imágenes y relatos estereotipados de la población local: los palestinos eran una sociedad que vivía en una pobreza casi animal, justificando así la necesidad de "civilizar" a ese pueblo, tanto como había que civilizar a todo oriente, también descrito según los informes orientalistas de la época como bárbaro, pasional y salvaje. No hace falta decir que esas descripciones ignoraban la belleza y la riqueza de ciudades portuarias como Jaffa... Pero el estereotipo cumplió con su función: legitimó la penetración de capital extranjero en la zona para "modernizarla" y hacer "florecer" un vergel en el desierto, que los palestinos supuestamente no habían sabido crear durante siglos.

Fue la familia de banqueros Rothschild la que financió las primeras llegadas y asentamientos de judíos en la provincia de Palestina, lo que se conoce como la primera Aliyah, que duró desde 1882 hasta 1902. Muchos de estos inmigrantes eran judíos del este de Europa y Yemen que huían del clima de antisemitismo que se vivía en aquella época en Europa. Evidentemente, había muchísimos intereses económicos creados alrededor de esa zona de Oriente Medio (recordemos el canal de Suez) ya que era urgente crear un estado que actuara como vigía político-militar del tránsito de mercancías y recursos naturales que recorrían la zona. Y eso es algo que no ha cambiado en el siglo XXI: Estados Unidos concede cada año una ayuda económica a Israel de 3 billones de dólares anuales porque Israel juega un papel geoestratégico importantísimo como muro de contención de las ambiciones de Rusia y China en la zona, y a la vez es una extensión de los intereses económicos occidentales en Oriente Medio. En definitiva, está muriendo gente para preservar los intereses económicos de unas minorías oligárquicas a las que no les importa en absoluto la vida humana.

Después de la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano quedó desmembrado y ahí empezó la lucha de las potencias coloniales europeas para repartirse el pastel: el tratado de Sykes-Picot repartía Oriente Medio en zonas de influencia para los británicos y los franceses, y los británicos se adjudicaron el control de Palestina. Luego vino el acuerdo más infame, la primera catástrofe para la población Palestina: la Declaración de Balfour era una carta escrita por el entonces ministro de asuntos exteriores británico, Arthur James Balfour, dirigida al Baron Lionel Walter Rothschild, líder de la comunidad judía británica. Esta declaración apoyaba la creación de un estado judío, el gran sueño del sionismo. Y a partir de ahí empezaron los verdaderos problemas. Solo un dato ilustra la magnitud del problema. En 1878, el censo del Imperio Otomano en Palestina indicaba que la población árabe de Palestina conformaba el 85% del total, mientras que el porcentaje de población judía era del 3.2%. En 1942, la población árabe era del 61.44% y la población judía se había incrementado hasta el 29%. Los judíos buscaban refugio para escapar de las persecuciones racistas que sufrían en nuestra "civilizada" Europa, pero con ello se le arrebató la tierra a todo un pueblo: el 29 de Noviembre de 1947 la ONU declaraba la partición de Palestina en dos estados: al nuevo estado judío, con una población de 498.000 judíos, se le concedió el 56.47% del territorio, mientras que la población árabe, de 807.000 habitantes, se quedaba con el 43.53% del territorio. ¿A alguien le parece justo? La ONU y las potencias occidentales plantaron la semilla del odio que estos días contemplamos con horror indescriptible. ¿Que siempre ha habido judíos en Palestina? Cierto, como en el resto de países árabes, pero eran minoría.

A partir de entonces, Israel, cada vez más apoyada y mejor armada por sus aliados occidentales, ha arrebatado un pedazo más de terreno a los palestinos en cada guerra. Pero después de la guerra de 1967, Israel empezó a levantar asentamientos ilegales en Cisjordania y desde entonces Palestina ha encogido hasta casi quedar convertida en una serie de bantustanes aislados entre sí, entrecruzados por una tupida red de carreteras solo para judíos, rotos por una ocupación militar que dura ya más de 40 años. Para los botarates que repitan las consignas de Israel sin ningún tipo de contexto o criterio, decirles que cuando Israel decidió empezar a expandirse más allá de sus fronteras no había terrorismo alguno en Palestina, que toda violencia generada a partir de entonces ha sido una respuesta a una ocupación militar que lleva años convirtiendo la vida de los palestinos en un infierno; que los palestinos, en su propia tierra no se pueden mover con libertad, tienen que ver como muchas mujeres palestinas dan a luz en checkpoints porque al militar de turno no le ha dado la gana de dejarla pasar para ir al hospital; que los asentamientos ilegales poseen piscinas mientras los palestinos están sometidos a frecuentes cortes de agua, controlada por Israel a pesar de que el principal acuífero está en Cisjordania, no en Israel; que Israel ha destruido más de medio millón de olivos en Cisjordania, principal sustento económico de muchas familias palestinas, que lo consideran un símbolo de resistencia y arraigo a la tierra, es decir, Israel practica un memoricidio, una destrucción física literal del patrimonio cultural palestino para borrar cualquier rastro de su presencia. Israel ha deshumanizado a los palestinos tanto como los Nazis deshumanizaron a los judíos. ¿Venganza? No. Estrategia. Israel sigue lenta pero inexorablemente su plan para construir ese delirante Gran Israel, Eretz Israel, sobre las ruinas de la población y la cultura de los palestinos, todo para salvaguardar los intereses bastardos de una minoría oligárquico-financiera enriquecida con la sangre de los inocentes.

Fuentes:
  • Canadians for Justice and Peace in the Middle East, Factsheet: Demographics of Historic Palestine Prior to 1948, http://www.cjpmo.org/DisplayDocument.aspx?DocumentID=18
  • Farsoun Samigh K. and Nasser H. Aruri. Palestine and the Palestinians: A Social and Political History. Boulder, Colorado: Westview Press, 2006.
  • Gregory, Derek. The Colonial Present: Afghanistan, Palestine, Iraq. Oxford: Blackwell Publishing, 2004.
  • Kimmerling, Baruch and Joel S. Migdal. The Palestinian People: A History. Cambridge: Harvard University Press, 2003.
  • Muhawi, Ibrahim. 'Oral History in the Palestinian and Saharawi Contexts: A Comparative Approach.' Al Majdal (a quarterly magazine of BADIL Resource
  • Center for Palestinian Residency and Refugee Rights) 32 (winter 2006-2007), http://www.badil.org/al-majdal/2006/Winter/article06.htm
  • Said, Edward. Reflections on Exile and Other Essays. Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2000.
  • Said, Edward. The Question of Palestine. London: Vintage, 1992.
  • Sayigh, Rosemary. The Palestinians: From Peasants to Revolutionaries. London: Zed Books, 2007.
  • Shehadeh, Raja. Palestinian Walks: Notes on a Vanishing Landscape. London: Profile Books, 2008.
  • White, Ben. Israeli Apartheid: A beginner's Guide, 17, London: Pluto Press, 2009.
  • Whitelam, Keith W. The Invention of Ancient Israel: The Silencing of Palestinian History. London: Routledge, 1996.
  • Antonio Cuadrado-Fernandez, Doctor en teoría postcolonial, Universidad de East Anglia, Reino Unido.
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