Durante la actual ofensiva «Margen Protector» han sido ejecutados colaboradores de los israelíes, pero sin alardes públicos.
El cuerpo de un sospechoso de colaborar con el Ejército isralí yace en el suelo de la ciudad de Ramala en abril de 2002
En el garaje apenas se puede respirar. Donde antes se guardaba un coche ahora duermen 25 personas de la misma familia. Huyeron de los bombardeos de
Shejaiya, barrio al este de la ciudad que ha quedado arrasado, y sobreviven gracias a las ayudas de la gente. A Mahmoud (nombre ficticio) no le dejan un segundo solo. Su padre o su hermano no le pierden de vista. «Estoy pasando unos días horribles, además del peligro, me siento doblemente vigilado por todos debido a mi pasado», confiesa a las puertas del garaje al que la ONG Agencia Nacional para el Cuidado de Familias (NAFC, por sus siglas en inglés) le ha traído unos colchones y algo de comida para los suyos. Esta organización ha roto un tabú en la Franja de Gaza y es la primera que ha puesto en marcha un proyecto para ayudar a las familias de los confidentes y colaboradores de Israel y a la integración de los palestinos que ya hayan cumplido su pena, acusados de cooperar con el enemigo.
Mahmoud salió de la cárcel hace seis meses, después de cumplir tres cuartas partes de la condena de siete años que le impusieron por «colaboración con Israel», el peor de los delitos que se puede cometer en Gaza. «
No tuve ni tiempo de empezar a cooperar, pero acepté una cantidad de dinero y lo pagué muy caro, me arrepiento cada día», confiesa.
Este joven de 29 años era miembro de las Brigadas Quds, brazo armado de la
Yihad Islámica, y una mañana recibió una llamada de la inteligencia israelí. La voz al otro lado de la línea le dijo que conocía bien su complicada situación económica y le ofrecía 600 NIS (unos 130 euros) que podría recoger bajo la cisterna de agua de su mezquita. Retiró el dinero del sitio acordado al día siguiente e inmediatamente recibió una llamada en la que le preguntaban por los lugares por donde solían patrullar habitualmente. Él les pasó una primera información. Después, los remordimientos le hicieron confesar lo ocurrido e inmediatamente fue apartado del grupo y puesto a disposición de la inteligencia de Hamás, que le interrogó y le llevó ante el juez.
ChantajeEl diario
Al Quds informó de la ejecución de cuatro colaboradores y la detención de trece sospechosos en los primeros diez días de la operación «Margen Protector». Fuentes de seguridad consultadas en Gaza aseguran que el móvil principal no es el dinero, Israel no paga más de dos o tres euros diarios a los informadores, sino que en la mayoría de ocasiones son víctimas de chantaje. Después de las
ofensivas de 2008 y 2012, que estalló tras la «ejecución extralegal» de
Ahmed Al Jabary, líder militar islamista, Hamás ha extremado las medidas para evitar traidores.
El ministerio de Interior de la Franja ofrece anonimato a quien se entregue de forma voluntaria, le detienen, pero no dan su nombre ni hacen público el motivo de la condena, una medida que permite que la familia no quede estigmatizada. Sobre el papel parece un buen trato, pero en la práctica resulta muy complicado silenciar algo así en la Franja. Otra de las medidas que los islamistas han puesto en práctica por primera vez durante esta ofensiva es el arresto domiciliario de sospechosos de Fatah para que no puedan facilitar información a las autoridades de Ramala, donde hay acuerdos de seguridad con Israel.
Horca y fusilamientoEn Gaza, contra los confidentes se emplea la horca o el fusilamiento. Esta vez las ejecuciones se han llevado a cabo «en privado». El grupo islamista tomó nota del revuelo internacional causado por las imágenes del
linchamiento público de seis colaboradores en 2012, en el transcurso de la operación Pilar Defensivo, e incluso el responsable de Hamás que autorizó el arrastre de los cuerpos en motos por las calles de la ciudad fue sustituido.
«Desde que me pusieron en libertad no voy ni a la mezquita, rezo en casa. Tengo el contacto mínimo con la gente y la mayoría me ha retirado el saludo», asegura Mahmoud en el testimonio realizado a la ONG Agencia Nacional para el Cuidado de Familias. Tras un periodo de prueba de seis meses con 35 familias, la organización cuenta ahora con una lista de 143 a las que apoya con ayuda psicológica y económica. Los responsables consultados en Gaza aseguran que los fondos provienen de donaciones privadas y de las distintas facciones palestinas y que han logrado que las autoridades religiosas permitan que se peguen en las mezquitas carteles en los que se puede leer que las familias no tienen que pagar por haber tenido un colaborador en casa.
«El gran fracaso de Israel en esta ofensiva es la falta de inteligencia, no han parado de dar palos de ciego porque no tienen la red de informadores que tenían antes», opina el analista palestino Ibrahim Al Madhum.
Hasta el momento no han podido matar a ningún cabecilla islamista de relevancia y los ataques a las viviendas de líderes de las milicias fundamentalmente han servido para castigar a los vecinos. Los militantes de Hamás se esconden bajo tierra. «Sin alguien que les señale los objetivos desde el terreno están perdidos», concluye Al Madhum.
Mahmoud sale a la puerta del garaje para despedir al periodista extranjero. Los vecinos acuden pensando que se trata del personal de NAFC que ha acudido a darle ayuda y reclaman también atención para ellos. Aunque acaba de llegar a esta calle del centro de Gaza, todos saben de quién se trata. En Gaza no hay secretos y la colaboración con Israel es imperdonable.
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