El Ejército ucraniano sigue bombardeando y atacando a la población civil de Lugansk, Donetsk y otras localidades controladas por las milicias, mientras oculta miles de deserciones y la pérdida de más de 10.000 soldados en la guerra.© Eloy Fontán.El Ejército ucraniano, bajo el paraguas de una "operación antiterrorista", lleva todo el mes de agosto realizando ataques contra la población civil de la región de Donbass.
El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, afirmaba recientemente que el 22 de agosto se combatía calle por calle en Lugansk y Donetsk, que la guerra tocaba a su fin.
Nada más lejos de la realidad: el Ejército ucraniano ha avanzado en la región de Donbáss en una guerra de posiciones que le ha costado más de 10.000 soldados.
Voluntarios fascistas y mercenarios conforman los batallones de castigo de esta amalgama;
los soldados de reemplazo y los reservistas, la carne de cañón. A estas alturas, la Fiscalía ucraniana tiene abiertas
más de mil causas por deserción y en Kiev se pide en manifestaciones, cóctel molotov en mano, la dimisión del presidente, bien por los resultados de la guerra o por la guerra en sí.
Un férreo sistema de censura, la anulación de la señal de la televisión rusa en territorio ucraniano, la represión política y el uso de las tertulias como medio de adoctrinamiento han permitido ocultar los partes de guerra a la población, mientras Occidente se aferra a una mentira cómoda en pos de la defensa de sus intereses geoestratégicos.Se trata de ocultar que la "operación antiterrorista" es una guerra en la que la población civil es considerada
objetivo militar y los batallones invasores realizan ejecuciones sumarias, violaciones, torturas, decapitaciones y bombardeos indiscriminados...
Estos batallones, que lucen parafernalia fascista, abandonan a los reservistas y soldados de reemplazo caídos en combate con el fin de no contabilizar bajas: los soldados muertos o moribundos son arrojados a los ríos, fosas o son enterrados de manera improvisada con ramas o en zanjas poco profundas.
A día de hoy la población civil de Lugansk y Donetsk y otras localidades en poder de las milicias son castigadas por el Ejército ucraniano con obuses, cohetes, morteros o aviación, lanzando incluso bombas de racimo.
Los objetivos no declarados son escuelas, guarderías, fábricas, infraestructuras mineras, la electricidad y el agua corriente. La resistencia: ayuda humanitaria.
De ahí que Kiev no dejase pasar la ayuda humanitaria organizada por Rusia y que ésta la mandara de forma unilateral. La ayuda ha salvado muchas vidas y ha devuelto la esperanza a la capital Lugansk, que lleva más de un mes sin electricidad ni agua corriente.
Esta situación amenaza con extenderse y convertirse en un conflicto global. A modo de bombero pirómano, la OTAN y la OCDE señalan con el dedo a Rusia y el olvido mediático se cierne sobre la masacre del 2 de mayo en Odessa, las circunstancias en las que fue derribado el vuelo MH17 y el carácter autoritario de la junta de Kiev.
Sin embargo,
son cada vez más los soldados ucranianos que desertan del frente, las madres que con sus cuerpos detienen las columnas de camiones que llevan a sus hijos a la guerra, los sabotajes en las fábricas de guerra ucranianas, la actividad de nuevos grupos armados autónomos que actúan en la retaguardia de los federalistas y, sobre todo, se está rompiendo el consenso mediático que considera a los habitantes de Donbass separatistas-terroristas-prorrusos.
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