Esta mañana, haciendo mi acostumbrada revista matinal de las últimas novedades en el orden mundial, me encontré en varios periódicos con una nota medianamente destacada que llamó mi atención inmediatamente. En ella el Papa Francisco pedía a los líderes musulmanes del mundo que condenen al terrorismo.
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La nota se replicó más rápido que un chisme de la farándula, y en pocas horas estaba diseminada en todos los periódicos online, desde el más insignificante hasta los más reconocidos. La noticia fue titulada y publicada con algunos matices según el medio, pero un cierto tenor esencial de buena nueva o de reverencia a las palabras de un hombre santo, fue compartido por la mayoría de los difusores.

Hasta donde me es posible ver, esto se ha vuelto una costumbre desde que el nuevo Papa asumió el liderazgo del Vaticano. Diga lo que diga, haga lo que haga, siempre parece despertar gran admiración. Muchos lo consideran valiente porque han visto un cierto aire renovador en contraposición a una marcada tendencia al ostracismo de los pontífices anteriores. Y es cierto, el nuevo Papa ha dado algunas pequeñas señales de condena sin ambigüedad a los escandalosos casos de pederastia en el seno de la Iglesia, y se ha mostrado abierto frente a temas tabú de papados anteriores, como por ejemplo, la homosexualidad.

No soy quien para negar estos cambios ni tampoco estoy en condiciones de predecir hasta dónde llegará esta renovación. Desde una perspectiva personal, hasta el momento ninguno de los cambios visibles se presentan como profundos ni parecen alcanzar las bases mismas de la fe cristiana, la cual, a mi juicio, merece una fuerte revisión con una honesta disposición hacia las verdades de carácter universal en detrimento de parcialidades y visiones sesgadas largamente arrastradas por el catolicismo.

Pero este no es el tema del que pretendo hablar aquí; mi interés particular es invitar al lector a realizar una lectura diferente a la ofrecida en bandeja por la prensa generalizada, y tratar de entender las entrelíneas, el contenido de lo "no dicho", es decir, el discurso dentro del discurso.

Para tener algo de contexto permítame citar algunas de las palabras del Papa:
Es verdad que ante los atentados terroristas que tienen lugar no sólo en esta zona (Oriente Medio) sino también en Africa hay una reacción. Se dice que el Islam es así, y yo me enfado porque algunos islámicos son así pero muchos otros no. El Corán es un libro de paz, es un libro profético de paz. Yo creo sinceramente que no se puede decir que todos los islámicos son terroristas, no se puede, como tampoco se puede decir que todos los cristianos son fundamentalista. Porque también nosotros tenemos fundamentalistas, eh.... En todas las religiones hay estos grupitos. Yo le he dicho al presidente Erdogan que sería bonito que todos los líderes islámicos, ya sean líderes políticos o religiosos, digan claramente que condenan el terrorismo. La mayoría del pueblo islámico agradecería oír eso por boca de sus líderes religiosos, políticos y académicos. Todos nosotros necesitamos una condena mundial. Es importante que los islámicos que tienen una identidad digan que el Corán no es eso.
Mantenga frescas en su memoria estas palabras y sigamos adelante; pero antes le ruego al lector que no me tome por paranoico ni me condene por parecer extremadamente quisquilloso por lo que voy a decirle. Estoy convencido de que siempre que se dice algo existe lo que podríamos llamar un discurso manifiesto, principalmente construido en base a las palabras utilizadas en el mismo y al significado inmediato y literal de los términos utilizados, y un discurso que podríamos denominar encubierto, que se encuentra en las grietas del discurso manifiesto, es decir en lo "no dicho", en los modos para decir "lo dicho", en el lenguaje corporal, en el contexto del dónde y el cuándo el discurso manifiesto es presentado, y en toda una constelación de detalles "invisibles" que acompañan al discurso manifiesto.

Entendiendo el discurso de este modo, permítame jugar al detective por un momento y escudriñar los mensajes ocultos en el discurso del Papa:

¿Necedad o descrédito?

Si yo predico: "estoy en contra de la violencia", y usted se me acerca y me dice "ok, pero debes dejar en claro que rechazas la violencia", lo primero que se me ocurriría pensar es que usted o no me escucho o no me cree. El líder de la Unión Internacional de los ulemas Musulmanes, Youssef al-Qaradawi declaro a finales de agosto de este año:
La matanza de personas inocentes, musulmanes o no musulmanes, por algunos grupos como las milicias del Estado Islámico (EI) y con el pretexto de motivaciones confesionales repugnantes, es un delito y viola la sharía.
También échele un ojo a esto:
- Italia: líderes musulmanes condenan los actos de violencia y terrorismo

- Líderes religiosos musulmanes condenan la violencia de EI y piden "fatuas" condenándolo

- Líderes chiitas y sunitas condenan al grupo terrorista ISIL

- Los líderes musulmanes llaman a condenar la violencia del ISIS contra los periodistas

etc...
Hay muchos ejemplos más, sólo debe tomarse el trabajo de hacer una rápida búsqueda por Internet y verá que la condena del Islam al fundamentalismo Islámico y al terrorismo, es una constante a lo largo del tiempo.

Nunca me he destacado por ser una luminaria o por desplegar grandes dotes intelectuales, pero para mí todo esto es un claro rechazo a la violencia terrorista. Entonces, ¿el Papa no escucha, no cree, o ni escucha ni cree? ¿Será posible que el Papa manifieste un mensaje de paz y hermandad con otras religiones, y encubra (consciente o inconscientemente) un mensaje de rechazo y desprecio por otros credos? ¿Qué tal si el líder católico en su fuero interior está comprando el combo completo como lo vende la prensa occidental (la versión funcional a los intereses de EE.UU.), es decir, que la fe musulmana conduce indefectiblemente a la violencia extrema? No voy a contestar estas preguntas, eso es tarea del lector para la casa.

Cristianofobia

En medio del "mensaje de paz" y de la manifiesta preocupación por la tragedia del terrorismo, el Papa deslizó unas palabras sobre la "cristianofobia". Y fue bastante claro. Dijo que por una lado los cristianos sufren a causa del terrorismo islámico, pero además también son perseguidos por los Estados y la ley Islámica. Esto para un lector atento y con buena memora debería sonar quizá un poco contradictorio considerando que pocos renglones antes había afirmado que el "Corán es un libro de paz" (¿recuerda las palabras citadas al comienzo?).

A mi entender el discurso encubierto parece estar susurrando que el Papa no cree en sus propias palabras, o que sus palabras no reflejan realmente su sentir. ¿Que tal si el santo padre tiene un discurso protocolarmente conveniente, pero en su fuero interior siente todo lo contrario?

Puede estar de acuerdo conmigo o no, pero yo tiendo a pensar que es característica del hombre noble que sus palabras reflejen su estado interior, y que sus acciones sean consistente con sus palabras; así como también creo que es característica del infame que sus palabras sean carentes de contenido, como una cáscara vacía, como una masa informe que dice todo y no dice nada al mismo tiempo. Las acciones del infame, sus pensamientos e intenciones, suelen estar en franca contravención con sus palabras. Las palabras son la máscara que esconde el horroroso rostro del monstruo.

Considere estas definiciones y suponga que mi hipótesis sobre el discurso encubierto del Papa sea cierta o se acerque a la verdad ¿qué debería uno pensar de un hombre que muestra antagonismo entre sus palabras y sus acciones y/o pensamientos? Disculpen pero el eventual respeto que puede inspirar en mí su investidura, se va fácilmente por el drenaje cuando se hace visible tal discrepancia. No puedo quitarme de mi mente al sumo pontífice pensando "...el corán es un libro de paz, pero dejen de perseguir cristianos, salvajes".

Ecumenismo, la nueva bandera del catolicismo

En las palabras del Papa Francisco hubo también mensajes y gestos de acercamiento a otras confesiones cristianas como el diálogo abierto con la Iglesia Ortodoxa, u orar en una mezquita turca acompañado del muftí. Dicha actitud ha sido celebrada con alegría por parte de buena parte de lo que podríamos tomarnos la licencia de llamar catolicismo progresista. Claro que las aspiraciones por el momento parecen ser de estrechar el diálogo más que de unificar al cristianismo, pero aún así la actitud creo que puede considerarse con atino positiva y pacificadora.

Lo incomprensible es que siendo Siria uno de los países que más ha hecho por una convivencia pacífica de todas las confesiones religiosas en su territorio, siendo uno de los pocos países de medio oriente en donde los católicos pueden vivir en paz, y el gobierno laico de Assad ha procurado que la vida religiosa permanezca en el ámbito personal y lejos del espacio político, el Papa no sólo no ha dicho una palabra para defender o cuando menos destacar esta actitud, sino que hasta cierto punto le ha hecho el caldo gordo a la retórica del Occidente, promoviendo la visión de que el problema en Medio Oriente es el fundamentalismo islámico como un fenómeno aislado, y no como un fenómeno provocado y manipulado por EE.UU. e Israel, para aniquilar a sus enemigos y mantener el control sobre la región.

Esta asimetría en el discurso papal es francamente decepcionante, y nos lleva a pensar que el Vaticano cumple un rol (activa a pasivamente) en la agenda imperialista de Occidente. La parcialidad a la hora de entender el mundo y el hecho de ver solo esquirlas residuales de la realidad y no la realidad completa, es una clara señal de que la moderna "Santa" Iglesia Católica (que tiene más de moderna que de santa) es funcional a los intereses patológicos de un puñado de psicópatas que quieren configurar el mundo de acuerdo a su conveniencia.

La valentía del Papa Francisco
Un hombre noble es como un diamante: su carácter es sólido y brillante, y sus palabras son afiladas y punzantes. (Anónimo)
Muchos hablan hoy del Papa valiente, el Papa que cambiará la Iglesia. Como señalé al comienzo, la posición del pontífice mayor en relación a cuestiones hasta el momento largamente eludidas durante décadas por sus antecesores, ha regenerado las esperanzas de muchos católicos y ha investido la figura papal con un halo de hombre extraordinario.

Pero ¿a qué llamamos valiente? Si alguien rechaza la violencia, como lo ha hecho abiertamente el Papa, ¿no debería acaso rechazar y denunciar todas las formas de violencia? Sinceramente no parece meritorio rechazar hasta la repugnancia a unos desquiciados cercenando la cabeza de un hombre, eso lo puede hacer cualquier hijo de vecino, cualquier sujeto normal. De hecho cualquier persona con un mínimo de consciencia va a repudiar semejante acto. Pero un hombre especial, uno con una consciencia superior, no puede permanecer al margen ni ciego a otras manifestaciones nada sutiles de violencia.

¿Dónde está la condena del Papa a la masacre criminal que Israel llevó a cabo contra el pueblo civil palestino durante los meses de julio y agosto? ¿Hemos visto al Papa denunciar abierta y claramente la maldad extrema con que el estado judío aniquiló niños, pequeños seres humanos que apenas comenzaban su vida, durante esta última avanzada? El mundo asistió impávido a está matanza cruel, mientras que el Papa sólo hizo referencias difusas condenando la "violencia" como un ente abstracto, sin apuntar sus cañones valientemente a los verdaderos creadores de esta violencia. Preste atención y verá que las exhortaciones papales y las "santas reprimendas" nunca tienen destinatario, son pŕedicas informes, nebulosas, que carentes de un destinatario, no llegan a los oídos de nadie; nadie se da por aludido y así el Vaticano mantiene una cobarde neutralidad que no lo compromete. Pero ¿no es el compromiso justamente parte de la definición de valiente?

Discúlpenme, pero yo no he visto esa famosa valentía del Papa Francisco todavía. No escuché al papa denunciar al gobierno de Kiev masacrando a su propia población con bombas de racimo en el este de Ucrania. No he visto al Papa condenando a EE.UU. por provocar una revolución inventada en Europa del este, sólo para satisfacer su codicia y prolongar décadas de una hegemonía imperial que ha llevado a la miseria a millones de individuos. No he visto al Papa defender a Rusia de la acción cobarde y rastrera de Occidente para someterla al Imperio, ni lo he visto denunciar las sanciones contra una nación soberana en aras de humillarla y empobrecerla. Tampoco he escuchado al Papa condenar a EE.UU. por invadir en contra de toda lógica humana Irak, asesinar más de un millón de personas y condenar a la miseria a su población sólo por la ambición de controlar los recursos de aquel país. Y poco ha dicho el santo padre del bloqueo inmoral que antojadizamente ha impuesto EE.UU. a Cuba durante décadas.

Entonces ¿dónde está la valentía del Papa? Lamento decirlo, no existe tal cosa; sólo existen palabras vacías, sólo existen palabras perdidas en un profundo silencio, un silencio que dice mucho más que las palabras mismas, un silencio que mata.