¿Puede ser la melancolía una buena aliada de la creatividad? Según afirman varios estudios, es muy posible que sí.
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Un ejemplo, Van Gogh, quien en sus momentos de depresión llegó a afirmar: «Uno se siente como si yaciera en el fondo de un pozo oscuro y profundo, atado de pies y manos, totalmente indefenso». Sin embargo, ese sentimiento no impidió que creara algunas de las obras más bellas y singulares de la historia del arte.

En la actualidad, en la sociedad occidental - abanderada especialmente por los Estados Unidos - hay un rechazo a la melancolía. Sobre este punto, Eric G. Wilson ha expuesto en su libro Against Happiness: In Praise of Melancholy - en España está editado por Taurus bajo el título Contra la Felicidad: En defensa de la melancolía - que nuestra obsesión con la felicidad «bien podría conducir a una extinción repentina del impulso creativo». Wilson llega a afirmar: «Fue el cavernícola melancólico y retraído que se quedaba atrás y meditaba, mientras sus felices y musculosos compañeros cazaban la cena, quien hizo avanzar la cultura».
«Para que quede claro, yo mismo me siento profundamente opuesto al mito del genio torturado por la creatividad», aclara Wilson. «Pero también soy de la firme convicción de que el acceso a todo el espectro de la experiencia humana y toda la gama psicoemocional de nuestra vida interior - alta y baja, la luz y la oscuridad - es lo que nos hace individuos completos y nos permite crear rica, dimensional, trabajo significativo».
Existe una larga tradición que trata de discernir el valor de la tristeza y cómo este sentimiento no es solo una parte inevitable de la vida, sino que es esencial para seguir hacia adelante. Si nunca te has sentido melancólico, te has perdido de una parte esencial de lo que significa ser humano. Al igual que para Eric G. Wilson, sonmuchos los pensadores que consideran que la melancolía es necesaria para alcanzar la sabiduría, para crear y generar nuevas formas de conocimiento.

Robert Burton, erudito del siglo XVI y profesor de la Universidad de Oxford escribió en su obra maestra La anatomía de la melancolía:
«Quien aumente su sabiduría aumentará su dolor». Los poetas románticos del siglo XIX creían que la melancolía nos permite entender mejor otras emociones, como la belleza y la alegría. A algunos pensadores modernos no les interesa la subjetividad de la tristeza frente a la universalidad y prefieren utilizar la tecnología para acabar el sufrimiento en todas sus formas.
El filósofo británico David Pearce ha sugerido que la ingeniería genética y otros procesos contemporáneos no solo pueden alterar cómo los humanos experimentan el dolor emocional y físico, sino que los ecosistemas del mundo deben ser rediseñados para que los animales no sufran en la naturaleza. Él llama a su proyecto ingeniería del paraíso. Pero ¿hay algo triste en un mundo sin tristeza?

Nuestros antepasados​ cavernícolas y nuestros poetas favoritos, tal vez no quieran formar parte de ese paraíso. De hecho, lo único en lo que parece que existe acuerdo universal es este asunto que es la tristeza, es que casi todos la hemos sentido a través del tiempo, y que desde hace miles de años, una de las mejores formas para enfrentarnos a esta difícil emoción es articularla, tratar de expresar lo que se siente inexpresable.

Si somos un ser vivo, un ser humano, es probable que nos hayamos sentido tristes por lo menos un par de veces en nuestra vida. Pero, ¿qué es exactamente la melancolía, y - di fuera el caso - qué debemos hacer al respecto? Courtney Stephens detalla todos estos aspectos en una buena lección de 5 minutos animada por Sharon Colman Graham para el TED-Ed.