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Uno de los grandes éxitos en la vida lo constituye sin duda el saber unir la teoría y la práctica, ya que ambas son totalmente necesarias para mantener un equilibrio vital. Una teoría yerma que no conduzca a la realización personal y a la interacción social, se quedaría corta y pecaría de ineficaz. Una práctica que no se base en un serio compromiso con el respeto hacia los demás y hacía las normas y principios consensuados por la comunidad social para todos y cada uno de sus miembros, se convertiría en simple practicismo.
La vida, hoy más que nunca, podría ser definida como un camino abierto de aprendizajes múltiples, que se cimenta día a día en la participación activa, la mutua cooperación y el dialogo democrático necesarios para poder tomar decisiones que conduzcan a resultados satisfactorios.
Y es que para ser libres, para poder vivir y experimentar plenamente el sentimiento de la libertad hemos de haber sido previamente educados en libertada. La educación debe permitir al educando experimentar el debate y el análisis de los problemas propiciándole una verdadera participación en la creación de la conciencia popular. Esta idea original de Paulo Freire, sigue siendo fundamental para entender la importancia de las formas como manifestación de lo que llevamos dentro de nosotros, de 'nuestro tintero'. La forma de expresar emociones (miedos, formas de influir, respuestas...) surge en el momento que hay que resolver un problema y cada uno de nosotros tenemos un estilo, una forma de manifestar nuestra propia personalidad, lo que, en suma, somos.
Probablemente, la noción conceptual de Inteligencia Emocional, constituye quizás la gran revelación de la Psicología del siglo XX, en atención a los nuevos elementos que aporta para la comprensión holística de de la inteligencia humana. Estos nuevos conocimientos permiten una visión más realista y válida de los factores que conducen a la eficacia y adaptación personal, ayudando a tener una visión más equilibrada del papel que juegan la cognición y la emoción en la vida de las personas.
Cuando hablamos de inteligencia emocional estamos hablando de las 24 horas en la vida de cualquier ser humano. El concepto de inteligencia emocional hace referencia al uso inteligente de las emociones, es decir, 'poner a trabajar nuestras propias emociones en función de nuestro bienestar personal', utilizándolas de manera que nos ayuden a guiar nuestra conducta para expresar nuestra propia realidad de manera empática, relacionándonos socialmente de una manera más positiva y exitosa con las personas que constituyen nuestro núcleo básico de crecimiento personal: familia, trabajo, amistades.
Está comprobado, las personas emocionalmente desarrolladas, es decir, las personas que gobiernan adecuadamente sus emociones y que también saben interpretar y relacionarse positivamente con las emociones de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida. Estas personas suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces e incluso más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad profesional o laboral.
Esta última afirmación es especialmente importante si tenemos en cuenta la crispación del debate social actual en torno a la crisis y al eventual aumento del periodo de dedicación al trabajo, a rendir laboralmente, como una conditio-sine-qua-non para mantener el actual sistema de pensiones. ¿También se requiere inteligencia emocional para encarar estas nuevas previsiones, sea cual fuere el diagnóstico final al que lleguen nuestros políticos? Desde luego que sí.
La adaptabilidad, el entusiasmo y la perseverancia son algunas de las principales manifestaciones de la conducta emocional inteligente. Seamos emocionalmente inteligentes para reconocer que nuestro marco social actual revela una serie de transformaciones sociopolíticas de gran importancia (la familia ha modificado su estructura de funcionamiento y de roles; los medios tecnológicos han provocado un cambio brusco en nuestras vidas; la violencia social actual, etc.), que requieren una nueva visión global de lo que somos y de lo que podemos hacer en la vida, inimaginable hace escasamente unas décadas. La persona que no sea capaz de adaptase a las nuevas condiciones corre el peligro de convertirse en una especie de analfabeto emocional funcional, es decir, un ciudadano incapaz de evolucionar con el signo de los tiempos.
Para lograr una mejor calidad de vida personal, es esencial en épocas de crisis desarrollar las habilidades de la inteligencia emocional. Aprendiendo a gestionar los estados de ánimo, será posible llevar ese aprendizaje a la vida familiar, laboral y comunitaria. Ténganlo claro, lo que lidera al mundo son las emociones. Lo observamos todos los días a través de los medios de comunicación y de las relaciones en general. ¡Cuánta discapacidad emocional nos rodea! Pero nosotros también formamos parte de ese mismo puzzle y también nuestras opiniones sobre los hechos influyen en lo que observamos. Teniendo en cuenta esto, en un contexto de crisis generalmente nos posicionamos en estados de ánimo disfuncionales que nos limitan a visualizar oportunidades que tenemos dentro para hacer frente a situaciones nuevas. Para superar esto es necesario accionar nuestra vida con una mirada diferente sobre las circunstancias que nos rodean. Anímense y qué pasen un buen día.
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