Decía Antonio Gramsci que el Estado es apenas una trinchera avanzada tras la que se asienta la robusta cadena de fortalezas y fortines de la sociedad civil. Robert Cox primero y la escuela de Amsterdam después, adaptaron la teoría del genio sardo a las relaciones internacionales y a la comprensión de la Unión Europea, para concluir la existencia de unas elites transnacionales europeas vinculadas a poderes financieros
capaces de dominar hegemónicamente la voluntad de cualquier Estado de la Unión, y no digamos ya de uno del Sur.
© Alkis Konstantinidis / ReutersAlexis Tsipras, líder del partido de izquierdas Syriza.
Ambos límites a la soberanía popular que cristaliza en el Estado
son tan ciertos para Grecia como para España; Alexis Tsipras lo sabe tan bien como nosotros. Y sin embargo, qué nerviosas se han puesto las bolsas europeas ante la posibilidad de que los griegos primero y los españoles después,
voten en libertad y entreguen esa trinchera avanzada a los defensores de la soberanía y los derechos sociales.
¿Será que las élites europeas y los poderes financieros a los que representan temen de pronto el poder de los Estados del Sur si no ganan las elecciones los de siempre?
¿Será que no tienen todas consigo respecto a qué puede pasar en Europa si Syriza gobierna y las cosas mejoran para los griegos?
¿Será que temen que después de los griegos les llegue el turno de votar a los españoles?
¿Será que les preocupa que, en un año o dos, poderosos movimientos populares defiendan los logros de los gobiernos del cambio? ¿Será que temen la reemergencia de una sociedad civil europea que reivindique las bases sociales y democráticas del sueño europeo que nos dejó el antifascismo?
Al final va a resultar que el Estado es más importante de lo que parece cuando los consensos asentados durante más de 40 años de dominio de las finanzas están saltando por los aires.
Las élites y sus partidos están nerviosos; pronto veremos cómo frente a la emergencia del soberanismo de Syriza, el PP y CIU dicen exactamente lo mismo y vuelven a sellar la alianza de las cuentas bancarias en paraísos fiscales (como con Cambó).
En los próximos días veremos a los fondos de inversión agitar el miedo para tratar de influir en el voto de los griegos y veremos a sus partidos, se llamen Nueva Democracia o PP, PASOK o PSOE, repetir que hay que seguir haciendo lo mismo que nos ha llevado al desastre.
Sin embargo, hay momentos en la historia en los que la democracia se impone sobre el miedo.
Alexis sabe como nosotros que ganar las elecciones no es tomar el poder y que el margen de acción en el actual e ineludible marco de la Unión es pequeño. Sin embargo sabe también, como nosotros,
que soplan vientos de cambio y que los pueblos del Sur del Europa y sus fuerzas políticas soberanistas, están dispuestas a virar el rumbo y avanzar hacia una Europa donde la justicia social y la soberanía popular sean
las bases de una democracia que sabrá imponerse sobre el miedo.
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