convicciones
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La educación es un proceso que no es sencillo... Mucho más aún si a quien queremos moldear tiene ciertas convicciones que lo hacen poco permeable: ¿cómo podemos abrir estas barreras de manera eficiente?

Educar es un arte que nunca terminamos de desarrollar: expande nuestras capacidades y es la forma más eficiente de aprender. Pero a veces ¡cuesta mucho!

El nivel de desafío con el que nos encontramos al educar está marcado en gran medida por el grado de conocimiento que poseen tanto el educador como el educando. Dicho de otra manera, la calidad de información que tienen los cerebros de quienes participan del acto educativo es la que determinará qué tan exitoso será el anclaje de un nuevo aprendizaje y qué tipo de impacto tendrá en nuestra vida y en la de los demás.

En el panorama ideal, y que probablemente muchos soñamos encontrarnos cuando comenzamos a educar, es el de un docente que quiere transmitir un conocimiento y un alumno que pretenda aprenderlo. Como ya habrán podido comprobar, éste no es exactamente el campo de acción más frecuente. No siempre el alumno busca sapiencia, ni tampoco el docente desea darla... A veces los contenidos que ofrecemos no coinciden con lo que buscan aprender, y así podríamos seguir enumerando variables durante un laaaargo rato. La realidad es que no siempre tenemos claro qué está pasando en este proceso interactivo. Entender las etapas por las que transita quien aprende puede aclarar el panorama.

Las etapas de aprendizaje se pueden resumir en 5 pasos:
  1. No sé que no sé: no estoy enterado de que hay algo para aprender, vivo feliz (o infeliz) en mi ignorancia.
  2. Sé que no sé: sé que hay algo que no sé y que sería bueno aprenderlo.
  3. Búsqueda de conocimiento: me pongo en acción para incorporar los nuevos conocimientos.
  4. Sé que sé: tengo los conocimientos incorporados y soy consciente de ello.
  5. No sé que sé: tengo tan incorporados los nuevos conocimientos que acciono de forma automatizada e inconsciente.
Un típico ejemplo en el que se ve nuestro transitar por las 5 etapas es aprender a manejar. Pero si observamos, todo lo que hemos incorporado en la vida ha pasado por estas fases, ya sean aprendizajes motores, como los deportes, o cualquier conducta o línea de pensamiento. Primero hay un trabajo consciente de incorporación de conocimientos y después un automatismo. Este fenómeno también lo he notado en muchas clases, en las que quien las dicta... ¡parece estar y no estar a la vez! Se escucha su voz, se ve su cuerpo, pero bien podría ser una filmación de sí mismo la que se está proyectando... Totalmente "en automático" sin registrar o reaccionar a lo/los que tienen enfrente. Como si quien enseña ya no tuviera nada que aprender.

Cada etapa plantea un desafío distinto tanto para quien educa como para quien aprende, y todas tienen diferentes grados de dificultad. Hoy profundizaremos en fenómenos que suceden en la primera instancia. "No sé que no sé" es un estadio fascinante que puede abarcar tanto a quien vive feliz en la ignorancia como a quien se cree que sabe pero no sabe que sabe mal. Y este último, como bien conocerán, es probablemente el hueso más duro de roer de todos: aquel que no tiene la correcta información pero cree que sí es acertada, y queda encerrado en su mal aprendizaje.

Esta circunstancia es muy difícil porque hay que hacer un trabajo doble. No sólo incorporar información nueva sino además desplazar, reinstalar y eliminar todo el bagaje incorrecto. Y esto tiene un costo energético enorme para cualquier cerebro. Una vez que nuestro cerebro aprende a hacer o solucionar algo de una determinada manera, tiende a repetir lo que le funcionó, solidificando las redes de ese patrón de comportamiento, sin importarle mucho si hay otras formas de hacerlo, particularmente si implicarán una nueva etapa de cansadoras confusiones producto de "recableados" neurales. Recordemos que una de las principales funciones de nuestra UCCM (unidad cuerpo cerebro mente) para cumplir con su tarea de asegurar nuestra supervivencia es la de ahorrar energía. Gastarla es una muy mala idea, particularmente para nuestras redes instintivas- emocionales (conformadas principalmente por nuestro sistema límbico), que se encargarán de boicotear las nuevas propuestas.

Tenemos tres niveles de resistencia al cambio: opinión, creencia y convicción. Las opiniones son las más endebles porque son potencialmente fáciles de cambiar, pueden modificarse al ritmo de las emociones o de nuevas informaciones que redireccionan lo aprendido: son por lo general redes neurales nuevas, en formación, todavía no tan solidificadas por la repetición. Con las creencias aumenta el nivel de resistencia y se empieza a complicar más el cambio, ya que son redes hebbianas mucho más solidificadas por su uso, con lo que cambiarlas implicaría un gran esfuerzo y la resistencia de nuestro cerebro a cambiar ese nivel de orden será mayor. Las convicciones son las más difíciles de cambiar. Redes súper solidificadas, arraigadas profundamente fuera de nuestro campo consciente. Es tan grande el nivel de esfuerzo energético necesario para hacer cambios a este nivel que quien ose contrariar o pretender cambiar estos patrones de pensamiento será considerado, casi con seguridad, un enemigo.

¿Qué hacer cuando delante tenemos a alguien con una convicción y vemos que ésta no es buena para su salud, lo aleja de los valores humanos o perjudica a su entorno? Cada caso es muy particular, pero aquí acercamos algunos "tips" que pueden ayudar llegada la ocasión:

1) No agredir: lo más probable es que a quien ataquemos utilice alguna de las 3 opciones de respuesta emocional automática: ataque, huida o parálisis. Ninguna de las tres ayuda a las facultades pensantes a actuar. Nuestras redes racionales conscientes pueden instalar nuevos programas que requieran mucha atención. Cuanto más grande sea la intensidad emocional de la respuesta, más disminuidas estarán las capacidades racionales y cognitivas. La sensación de agresión es propia de quien percibe. Cada sistema emocional es único y tolera lo que puede; lo que a mí me parece una pavada, otro lo puede considerar terrible y si cuestionamos su reacción es muy probable que se sienta doblemente agredido.

2) Buscar puntos en común: o al menos no tan distintos al nuestro. Toda convicción tiene una periferia de creencias y opiniones. Es mejor negocio focalizarse donde el cambio sea más posible. Completando o ayudando a incorporar información correcta en la periferia (opiniones y creencias) podremos lograr modificaciones hasta que quien tiene una convicción se permita entrar en el campo de la duda, que puede servir de puerta al cambio.

3) Trabajar con similitudes: el truco de los profetas: parábolas, cuentos, anécdotas o ejemplos que tengan que ver (pero en forma indirecta) con lo que la otra persona se resiste o no sabe que le conviene incorporar.

4) Trabajar sobre otros aspectos: nuestra UCCM tenderá a rechazar todas las situaciones que requieran más energía que la que hay disponible en ese momento. A veces es mejor negocio ayudar a la otra persona a subir su energía que sólo seguir trabajando en un agotador plano intelectual. Con un buen nivel emocional de base la tendencia natural se inclina más fácilmente hacia querer aprender y cambiar.

5) Educar la independencia emocional: quien aprende a observar sus emociones y entiende que es más que ellas comienza a verlas como propuestas y no como comandos. Observar, identificar y actuar independientemente de lo que nuestras redes emocionales nos comandan, nos ayuda a fortalecer redes conscientes racionales. Usando nuestra consciencia podemos cambiar actitudes, pensamientos y acciones. Trabajar estos circuitos (¿y por casa cómo andamos?) amplía nuestras capacidades conscientes.

6) Practicar la aceptación activa: el primer paso es aceptar y ver a los otros como son, en lugar de enojarnos porque no son como nosotros queremos que sean. Una vez aceptado esto, nuestra emocionalidad baja su volumen y nuestras propias redes racionales mejoran su funcionamiento, lo que nos da más chances de accionar con foco y encontrar soluciones.

7) Auto observación: tener siempre en cuenta que todos tenemos convicciones, y que no sólo los otros quedan trabados en ellas. Permitirnos cuestionar nuestros propios patrones de conducta, pasar cada tanto del "no" al "puede ser" nos saca del "yo sé" y nos abre a nuevos conocimientos. Creer que sabemos es muchas veces la causa por la que dejamos de aprender.

8) Recordar la fórmula fundamental: paciencia (PAZ + CIENCIA). ¡Ambas se potencian y complementan!