[España] - "Impotencia. Es algo que no puedo describir".
Lucilo Caballero trata de mantener a raya las lágrimas. Sus ojos azules tintinean detrás de unas gafas de sol que no se quita en ningún momento. Su "señora" duerme en una camilla a su lado, la misma sobre la que él apoya su pie. Tiene ácido úrico y un fuerte dolor de espalda, pero sobre todo tiene rabia. A sus 68 años, este jubilado de San Sebastián que pasa sus veranos en Acebo no acaba de encajar que el fuego haya destruido ya más de 5.000 hectáreas en la
Sierra de Gata, al norte de
Extremadura.
© Desconocido
"Todos estos años construyendo una vida, una casa, una familia y ahora, de repente, te lo arrebatan todo". El llanto le ahoga la voz, se trastabilla al hablar.
No es el único. En la puerta del Almacén de Trigo,
Ana se despide de sus padres. Su madre,
Pilar Bizarro, no aguanta más y quiere volver a
Peraleda para ver cómo está su casa, sus cosas y sus 14 gallinas. "A las gallinas no les ha pasado nada", le tranquiliza Ana.
Ambas llegaron anoche a
Moraleja desde Peraleda. A las tres de la madrugada les dieron el aviso de que tenían que desalojar la casa y ni lo dudaron. Ana y su marido cogieron a sus tres hijas -de 7, 4 y 2 años- y a sus dos perros y pusieron rumbo a la localidad vecina. Primero pararon en una gasolinera y hacia las 5, la familia y los abuelos ya estaban instalados en este almacén, uno de los tres puntos habilitado en la localidad para acoger a los afectados.
Ana, su marido y sus tres niñas han venido al pueblo desde
Bilbaopara disfrutar unos días del verano cacereño, pero ahora sólo piensan en irse. Alba, la mediana, revolotea alrededor y recuerda como una aventura el humo y las prisas de la noche. Ana la mira y se sonríe ante su inocencia; unos segundos antes rememoraba con cierto temor la "enorme nube roja que daba miedo", allá a lo lejos, donde el monte que rodea a estos municipios se consume desde hace más de 24 horas.
"Es muy duro. Me he pasado toda la mañana llorando", cuenta unas camas más allá
Candy, una mujer de 64 años que también llegó anoche al pabellón junto a su marido, el tío y una prima de éste.
El tío es Jesús. Supera los 90, aunque sus ojos denotan la sorpresa de un niño ante algo nunca antes conocido. Se atusa el pelo y se coloca su boina negra, como si necesitara protegerse de los 35 grados que azotan la siesta.
© Javi M.Un hombre baña a su hija en el espacio habilitado para los vecinos de Acebo evacuados.
Candy lo vigila. Hace unas horas han visitado a su mujer, ingresada en un hospital de
Coria por sus dificultades para andar. "Es desesperante. Es un pueblo precioso y ahora está todo quemado", cuenta este torrente de carácter rubio, "pero hay que salir. Tenemos asimilado que puede haber incendios, pero de este hay que salir", comenta.
A su alrededor, unas 30 personas intentan pasar las horas de incertidumbre como mejor pueden. Unos, los más jóvenes, se entretienen con el móvil; otros, los más mayores, miran no se sabe muy bien dónde, como buscando respuestas de por qué están aquí.
El incendio que se desató ayer en la
Sierra de Gata sigue activo y ya ha arrasado más de 5.000 hectáreas. El fuego sigue fuera de control y los equipos de rescate trabajan por controlar unas llamas que ya han obligado a evacuar a 1.600 personas de
Acebo y Perales del Puerto. Los esfuerzos se centran ahora en impedir que también los vecinos de Hoyos tengan que ser trasladados.
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