Al menos eso es lo que postula el controversial escritor norteamericano, Robert Whitaker. Según Joseba Elola, del periódico El País, el hecho de que ciertos trastornos mentales evolucionen mejor en países con poco acceso a la medicación psiquiátrica y estudios del pasado siglo de la Harvard Medical School inspiraron al escritor a arremeter contra la práctica clínica de la psiquiatría. El finalista en el Premio Pulitzer al Servicio Público afirma que en 1955 había un total de 355.000 pacientes psiquiátricos, pero en poco más de medio siglo esta cifra ha aumentado a 4 millones sólo en EEUU. El año pasado esta cifra ascendía a 5 millones de diagnósticos por enfermedad mental.
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El debate sobre los trastornos mentales


En su libro "Anatomía de una epidemia", Whitaker afirma que los psiquiatras de la época, cansados del menosprecio recibido por sus colegas médicos, proclamaron tener la cura para la depresión y la esquizofrenia. La administración de fármacos, poco o nada común en la psiquiatría de los años 70, de pronto se transformó en la solución al supuesto desequilibrio químico causante de dichos trastornos. En los 80, cambiaron las terapias freudianas por la bata blanca y las pastillas y para los 90 ya se creían sus propias teorías, respaldadas por estudios científicos curiosamente financiados por las grandes farmacéuticas.

Whitaker recuerda al público que él no es médico, que es un "simple" periodista con una pregunta a la que no deja de darle vueltas a la cabeza y que debería ser cuestionada por la sociedad bajo una mirada científica. Es cierto que el uso adecuado de la farmacología puede favorecer la recuperación de la persona pero como nos contaba hace poco mi compañera Nuria Llavina, los fármacos reducen la sintomatología pero no curan la enfermedad.

Conclusiones de "Un mundo feliz"

En clara alusión a la novela de Aldous Huxley, Whitaker sostiene que la idea de una pastilla (o una serie de ellas) para mejorar nuestros problemas es una falacia. El ser humano es complejo y también lo son sus emociones. La tristeza, la ira y la frustración son tan válidas como el resto de sentimientos y hay que aprender a lidiar con ellas.
"La vida es dura a veces y hay que luchar para salir adelante", comenta el escritor.
Aunque sus ideas respecto al poder de los hábitos y la modificación del comportamiento frente al mero consumo de pastillas para combatir la enfermedad mental tienen sentido a nivel psicológico, Whitaker deja claro que su profesión dista mucho de la medicina al afirmar que hay trastornos como el TDAH que "en los 90 no existían". Esto simplemente no es cierto. La industria farmacéutica y la investigación no deberían apoyarse financieramente por claros conflictos de interés, pero ello no quiere decir que todo lo que se conoce hasta ahora a nivel psiquiátrico se trate de una mentira divulgada por una gran mafia. Lo que está más que claro es que hacen falta cambios y mucha crítica constructiva sobre la manera en la que diagnosticamos y tratamos las enfermedades mentales en el siglo XXI.