Comentario: Lo escribió Miguel de Cervantes pero parece que no le escuchamos, así que aprovechamos el 400 aniversario de su muerte para recordarlo.


(España) - Escuchaba el otro día en mi inseparable radio a uno de los componentes de la compañía teatral SeXpeare, que estrenan su versión actualizada de la obra de Cervantes "Rinconete y Cortadillo", en los Teatros del Canal, Madrid. Y bien que se explicó el cómico.

Centró el actor sus razones para tal reposición en tres grandes motivos: la corrupción, como máxima expresión de la picaresca, la amabilidad de los ciudadanos con los ladrones de cuello blanco y, a nivel más personal, ajustar cuentas con un Cervantes que condenó de por vida a sus personajes a pasar a la historia como choricillos, cuando simplemente eran un par de buscavidas. Brutal, de tanta certeza.

Y es que esta "novela ejemplar" de D. Miguel, como tantas de las obras maestras de los más insignes escritores, no pierde actualidad. Es bien fácil trasladar su argumento a los tiempos presentes.

Por ejemplo, que un par de muchachos - ninis de hoy- se vayan por ahí a buscarse la vida ha sido, es y será siempre una historia con miles y miles de ejemplos. Que recalen en Sevilla, capital del hampa en aquella época, no ha cambiado, aunque se hayan añadido otras grandes ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia, con organizaciones criminales de gran calado, al igual que hasta hace bien poco -¿seguro?- fue Marbella.

Hoy, el hampa ha encontrado en muchos políticos - mayoritariamente conservadores e incultos, como resulta connatural al crimen- a sus mejores aliados. Juntos, poderosos y criminales, han encontrado una simbiosis perfecta para delinquir al estilo de los últimos tiempos de la mafia. Sin metralletas pero con operaciones fraudulentas. Sin contrabando de alcohol pero con eventos a precio inflado. Aunque sí se mantienen las guerras de bandas, menos cruentas ahora, pero con contabilidades "B", maletines o bolsas de basura repletas de dinero negro, descréditos contra el que amenaza con tirar de la manta y otras lindezas por el estilo.
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También se actualiza la gran novela de Cervantes adaptándose a la cada vez más conseguida igualdad de género, aceptando como licencia literaria que en el hampa de hoy también tengan las mujeres un papel predominante. Ya no se circunscribe el crimen organizado a una actividad solo para hombres, cuando muchos de ellos se han corrompido a la sombra de sus jefas.

Aunque como casi siempre, el Monipodio de turno, el jefe de los ladrones, sigue saliendo de rositas en la mayoría de los casos, gracias a los aforamientos y otras prebendas que la citada simbiosis entre golfos y políticos se encarga de mantener para protegerse de sus delitos.

Y lo más doloroso: la anuencia, el aplauso en forma de voto de millones de ciudadanos, que siguen manteniendo en el poder a estos personajes sindicados en el crimen, expresando así una complicidad que resultaría incomprensible en otros aparentemente lares más limpios. Al igual que tantos y tantos jueces que miran hacia otro lado ante la corrupción, mientras se muestran implacables con los que roban para sobrevivir.

Siglos hace ya que grandes escritores y dramaturgos denunciaron la penuria del pueblo y la maldad del poderoso. Una larga cantidad de tiempo en la que hemos tenido la oportunidad de aprender y mejorar. Pero no. Nada parece haber cambiado, con excepción de la tecnología necesaria para el delito moderno. Seguimos igual.

Así que voy a tomarme un cortadillo, aquí, en el rinconete de la barra, mientras dos imaginarias lágrimas caen por mis mejillas ante tanta barbaridad. Ni siquiera somos capaces de recordar a Cervantes como se merece en el 400 aniversario de su muerte.