"Dormíamos. El cura me despertó y me dijo que le acompañara. No hubo preámbulos, ni explicaciones. Y así todas las semanas. Dos o tres veces... Nunca me hice preguntas. Era un niño. Apenas habíamos empezado a tocarnos con las novelas eróticas que llegaban de Francia. Ni siquiera conocía mi cuerpo. Pero sabía que aquello no estaba bien porque era a escondidas".
curas
Sergi, nombre ficticio del hombre que hoy tiene 53 años, ha decidido denunciar ante los Mossos d'Esquadra el infierno que le hizo pasar durante tres años un cura en el colegio de los hermanos de La Salle Juan March, en Val d'Aran. El religioso tendría unos 20 años cuando inició los abusos sexuales al niño.

El hombre aún recuerda claramente la habitación del monstro: "Desde la puerta, a la derecha, había una mesa y una ventana desde la que se veía y escuchaba el río Garona, y un trozo del huerto de los curas. Tenía una pica para lavarse. Y una cama. Incómoda para dos. Con un colchón de los antiguos de lana y muelles que se hundía. ¿Sabe lo peor? Su olor. Nunca en todos estos años he logrado deshacerme de su olor corporal. Lo tengo grabado. Me repugna".

De niño, Sergi era travieso e ingobernable,y a los nueve años sus padres le enviaron al internado de La Salle porque no podían con aquel mocoso. Empezaba el verano. Aquello le gustaba. Mucho monte para correr. Uno de los profesores, hermano de la congregación religiosa, y que no debía de tener más de veinte años, se le empezó a acercar demasiado cuando se bañaban en el río.

Los internos compartían dormitorio. Tenían unas camas con barras de hierro en el cabezal y a los pies. Y llegó la primera vez. "Dormíamos. Me despertó y me dijo que le acompañara". Le llevó hasta su habitación, cerró la puerta, y señaló la cama. "No hubo preámbulos, ni explicaciones. Y me ordenó lo que debía hacer". Y así todas las semanas. Dos o tres veces. Depende. El cura llegaba silencioso y daba dos golpes en las barras de la cama. Esa era la señal.

"Nunca me hice preguntas. Era un niño. Apenas habíamos empezado a tocarnos con las novelas eróticas que llegaban de Francia. Ni siquiera conocía mi cuerpo. Pero sabía que aquello no estaba bien porque era a escondidas", recuerda ahora. Varias veces se hizo el dormido. Entonces llegaron las amenazas: "Si no vienes, tus padres sabrán lo mal hijo que eres". El cura falsificaba los informes del chaval para que tuviera excelentes calificaciones. "Mis padres estaban felices y eso para mí era lo más importante", dice.

Tres años después regresó a su casa y empezó una huida que duró hasta que logró sentarse frente a una psicóloga que, asegura, le ha salvado la vida. No quería querer. Evitaba el cariño y sus necesidades sexuales no eran normales. Vivía el sexo con prisas, con violencia, con sometimiento.

A los 22 años, Sergi volvió a La Salle de Gràcia, y preguntó por su agresor. El cura salió a recibirle a la puerta y lo llevó hasta su dormitorio. "Cerró la puerta por dentro. Se sentó en la cama y me sonrió: '¿Seguimos?', me dijo". Le entraron náuseas y solo pudo insultarle a gritos antes de marcharse.

El pasado viernes denunció sus agresiones y dio el nombre del religioso. ¿Por qué? "Para que no vuelva a pasar. Para que se atrevan a denunciar los que todavía callan por miedo. Yo tenía todos los números para haber sido depredador de menores, aunque me salvé. Sí, pero cierro los ojos y aún le huelo".
Fuente original