La historia del café se inicia en el siglo XIV en Etiopía, donde se le comenzó a atribuir propiedades estimulantes. Desde el Cuerno de África se propagó su uso hacia Yemen en el siglo XV y de ahí se extendió al resto de Oriente Medio y al norte de África. Fue el comercio de los barcos venecianos con Oriente Medio lo que llevó el café a Europa, desde donde fue introducido a América (Cano-Marquina, Tarín y Cano, 2013).
café
Sólo en España se consumen 14.000 millones de tazas de café al año, siendo el promedio de consumo de café entre semana de 3,6 tazas al día entre los mayores de 15 años. Cabe añadir, que 22 millones de personas en España toman al menos un café diario (Ramírez, 2016). Estas pautas de consumo son similares en América y en el resto de Europa, con los países nórdicos a la cabeza en cuanto a consumo per cápita.

Por tanto, teniendo en cuenta lo asentadas que están las bebidas cafeinadas como el café en la dieta occidental, el estudio de sus efectos a corto, medio y largo plazo se ha tornado de gran importancia. Los análisis e investigaciones se han llevado a cabo tanto a nivel psicológico como fisiológico.

¿De qué se compone el café?

Uno de los componentes principales del café, y que adquiere su nombre de este, es la cafeína. Esta sustancia, que ingerimos en cada taza, es un alcaloide vegetal que actúa como antagonista de los receptores de adenosina en el sistema nervioso.

La cafeína evita la degradación del adenosín monofosfato cíclico por parte de la fosfodiesterasas, lo que potencia la neurotransmisión post-sináptica en el sistema nervioso simpático. Debido a esto, uno de los principales efectos de la cafeína en el organismo es, al aumentar la intensidad de la transmisión, provocar una activación en el organismo (Glade, 2010). Aunque la cafeína sea el más conocido, dentro de una taza de café podemos encontrar, entre otros, componentes como la vitamina B3, magnesio y potasio.

Efectos beneficiosos de su consumo

Según las informaciones aportadas por la ciencia a lo largo de decenas de años de investigación, parece ser que los efectos positivos del consumo moderado y crónico de café superan con creces a los posibles perjuicios que pueda ocasionar. En las consecuencias y efectos del consumo de cafeína están involucrados otros factores que incrementan el estado de alerta, además de la propia sustancia como pueden ser, por ejemplo, la personalidad del consumidor y la hora del día (momento del ciclo circadiano).

La cafeína mejora, sobre todo, el desempeño en tareas de vigilancia y en otras tareas simples que requieran de atención sostenida. También incrementa el nivel de alerta y reduce la sensación de fatiga (tanto mental como física), pudiendo ser este efecto beneficioso para la práctica deportiva. Estos efectos son especialmente marcados cuando, debido a la situación, el nivel de activación del sujeto es marcadamente bajo (trabajos nocturnos, conducción por una autovía con pocas curvas, etc.). Teniendo en cuenta esto último, el uso de la cafeína puede conllevar un aumento de la seguridad y la eficiencia en determinados puestos de trabajos y en entornos como el de la conducción (Smith, 2002). También se ha relacionado el consumo moderado con una disminución en la incidencia de la diabetes y de enfermedades hepáticas (Cano-Marquina, Tarín y Cano, 2013).

Volviendo a su relación con la adenosina, en los últimos años se han desarrollado estudios en los que evalúan el rol neuroprotector de la cafeína en determinadas enfermedades. La propia adenosina juega un rol importante en el control de los trastornos cerebrales, contando con receptores inhibitorios A1R (que funcionarían como obstáculo a la neurodegeneración) y con receptores facilitadores A2AR (cuyo bloqueo aliviaría el daño a largo plazo de diversas condiciones neurodegenerativas). La cafeína entraría en juego actuando como un antagonista del receptor A2AR, lo que favorecería el fenómeno de la plasticidad sináptica y, al igual que el resto de antagonistas de este receptor, actuaría como un "normalizador" cognitivo, previniendo el deterioro y reduciendo su avance.

Por tanto, esto podría ser un inicio prometedor en el estudio de los bloqueantes del receptor A2AR de la adenosina, aportando nuevas y diversas opciones terapéuticas para el tratamiento de las fases tempranas de, por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer (Gomes et al., 2011).

El lado amargo de la cafeína

En lo que respecta a los efectos perniciosos de la cafeína, en la revisión del tema que realiza Smith (2002), afirma que estos perjuicios sólo aparecen bajo ciertas condiciones. Una de ellas sería al ser consumida por personas con problemas de ansiedad, cuyo nivel de activación de por sí ya es elevado.

En personas no afectadas por este problema, los efectos negativos tendrían lugar cuando se consumen cantidades excesivamente elevadas. La ingesta de bebidas como el café, en estas situaciones, provocaría un aumento de la ansiedad y esto daría lugar a, por ejemplo, taquicardias, dificultades para dormir, o incluso a un empeoramiento del control motor fino (Smith, 2002). Cuando el consumo supera, aproximadamente, los 300 mg al día, el sistema motor puede verse activado sobremanera, así como resultar alterado el ciclo de sueño-vigilia además de aumentar de forma generalizada las tasas de metabolismo cerebral.

A pesar de que, como sucede con muchas otras sustancias, el consumo inapropiado de cafeína puede llevar a diversos problemas, hay razones para ser optimistas en este aspecto. Casi todo el conjunto de consumidores realiza una ingesta entre baja y moderada (50-300 mg al día), siendo estas dosis a las que aparecen los efectos comportamentales beneficiosos mencionados anteriormente. A pesar de que existen personas que califican el café y, por tanto, la cafeína, como una droga socialmente aceptada, los mecanismos cerebrales que se ven afectados al consumir este psicoestimulante difieren mucho respecto a otras sustancias de abuso como la cocaína, las anfetaminas, el alcohol, el THC y la nicotina (Nehlig, 1999).

¿Por qué entonces este consumo no alcanza niveles perjudiciales?

El área del cerebro más relacionada con la dependencia a la droga es la considerada en neurociencia como el área del placer, es decir, el núcleo accumbens. Este núcleo se divide tanto funcionalmente como morfológicamente en una zona central y en la zona de la corteza. En el reforzamiento de la conducta adictiva participa de forma importante también el sistema mesolímbico de la dopamina, que se origina en el área ventral tegmental y finaliza en el núcleo accumbens.

Las cantidades suficientes para sentir los efectos de las drogas de abuso como la cocaína, el alcohol y demás, activan selectivamente la neurotransmisión dopaminérgica en la corteza del núcleo accumbens, lo cual sostiene la altísima capacidad adictiva de estas sustancias. Por el contrario, el consumo de cafeína necesario para activar sus propiedades incrementa la liberación de dopamina únicamente en el núcleo caudado sin inducir ninguna liberación en el núcleo accumbens. Esta activación selectiva del núcleo caudado guardaría relación con las propiedades estimulatorias de la cafeína en la actividad psicomotora.

Por otro lado, la cafeína también estimula la liberación de dopamina en la corteza prefrontal, que sería consistente con sus propiedades psicoestimulantes y con el refuerzo de la conducta de consumición. Para que la cafeína incrementase la actividad funcional de la corteza del núcleo accumbens debería consumirse en una cantidad cinco veces mayor a la media diaria. Este alto consumo activaría muchas otras estructuras cerebrales como la mayoría de las regiones límbicas y talámicas y las relacionadas con el sistema motor extrapiramidal. Esto explicaría los efectos secundarios del excesivo consumo. Como conclusión a estos datos, Astrid Nehlig (1999) afirma que a pesar de que la cafeína cuente con algunos criterios para ser considerada droga de abuso, hay un riesgo de adicción muy bajo.

Para finalizar, teniendo en cuenta la buena capacidad de autorregulación por parte de la población general tanto en la cantidad a consumir como en el momento del día, el conocimiento de los pros y los contras de algo tan usual como tomar una taza de café, favorecerá un consumo aún más responsable. A la luz de la información que nos ofrecen las investigaciones científicas, no parece existir una excusa más poderosa para realizar una pausa y tomar un café en compañía de amigos, familiares o compañeros de trabajo que la mejora de la salud propia. Todo sea por el bienestar.

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Referencias bibliográficas:
  • Cano-Marquina, A., Tarín, J. J., & Cano, A. (2013). The impact of coffee on health. Maturitas, 75(1), 7-21.
  • Glade, M. J. (2010). Caffeine - not just a stimulant. Nutrition, 26(10), 932-938.
  • Gomes, C. V., Kaster, M. P., Tomé, A. R., Agostinho, P. M., & Cunha, R. A. (2011). Adenosine receptors and brain diseases: neuroprotection and neurodegeneration. Biochimica et Biophysica Acta (BBA)-Biomembranes, 1808(5), 1380-1399.
  • Nehlig, A. (1999). Are we dependent upon coffee and caffeine? A review on human and animal data. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 23(4), 563-576.
  • Ramírez, E. (2016). Aumenta la presencia de café en la vida de los españoles - elEconomista.es. Eleconomista.es. Recuperado de:http://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/consumo/noticias/7174035/11/15/Crece-la-presencia-de-cafe-en-la-vida-de-los-espanoles.html
  • Smith, A. (2002). Effects of caffeine on human behavior. Food and chemical toxicology, 40(9), 1243-1255.