En la Sierra Libre de Sonora, México, es donde un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia mexicano, (INAH), ha descubierto un magnífico complejo arqueológico que alberga todo tipo de vestigios: desde prehistóricos hasta correspondientes al pasado siglo XIX. Unos hallazgos que se hallan dispersos en un área de 20x5 kilómetros, distribuidos por varios cañones escarpados donde no se estableció la agricultura.

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Según describen en su propia web oficial los científicos del INAH , este lugar fue integrado a un sistema de vida nómada que perduró durante siglos y que nos ha dejado una de las más importantes concentraciones de pintura rupestre de México. Los especialistas llevan registrados más de 20 enclaves diferentes con pintura rupestre policroma de diversas épocas. Además, aunque estos yacimientos comparten algunas características, en cada uno, el patrón es distinto: un conjunto de paneles, un solo panel con diversos motivos o un diseño aislado.

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© Mauricio Marat/INAHEl cañón de La Pintada destaca por la riqueza de sus pinturas rupestres.
Uno de los más destacados es La Pintada , un desfiladero donde los expertos llevan trabajando ya una década para buscar la identidad, aún no confirmada, de los autores de las miles de pinturas rupestres plasmadas en él y que constituyen, sin lugar a dudas, las más importantes de Sonora. De los 20 yacimientos descubiertos, La Pintada es el que contiene mayor cantidad de diseños y, además, de todas las épocas: abarcando desde el año 400 d. C. hasta el siglo XIX.

Además, en La Pintada se han localizado otros apasionantes elementos arqueológicos, como un campamento estacional de cazadores-recolectores-pescadores que concentra fragmentos de cerámica tiburón liso: un tipo de cerámica muy delgada y con un característico sonido metálico debido a su excelente manufactura, elaborada aproximadamente a partir del 700 d. C. por grupos culturales de la tradición Costa Central asentados en la región litoral de Sonora.

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© Eréndira Barragán/INAH Vistas frontal y lateral de un fragmento de cerámica tiburón liso recuperado en el yacimiento de La Pintada.
Para la directora del proyecto de investigación, Eréndira Contreras Barragán , los principales logros tras 10 años de trabajos arqueológicos han sido concretar el registro de todas las manifestaciones rupestres que hay en La Pintada —y que suman más de dos mil— con fotografías digitalizadas; llevar a cabo excavaciones que han permitido localizar lo antes descrito y, finalmente, haber iniciado el proceso de interpretación y análisis de los objetos hallados, algo que aportará información precisa sobre la vida de quienes habitaban estos cañones.

La arqueóloga Eréndira Contreras ha permanecido al frente del proyecto de investigación desde sus inicios. Hace ocho años se incorporó al proyecto Manuel Graniel Téllez y, desde hace cuatro, se les unió Kanek Ramírez Hernández. Los tres encabezan actualmente el equipo de arqueólogos que ha entregado vida, corazón y esfuerzos para desentrañar los secretos que aún encierra La Pintada.

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© Mauricio Marat/INAH Eréndira Contreras Barragán, directora de las excavaciones arqueológicas en La Pintada.
Eréndira Contreras ha explicado que los campamentos de cazadores-recolectores-pescadores son espacios con altas concentraciones de herramientas líticas, artefactos de molienda, cerámica y desechos de concha utilizados para la manufactura de adornos corporales.

El extenso campamento que se descubrió en La Pintada se ha asociado a grupos de cazadores-recolectores-pescadores de la región de Costa Central. Unos grupos humanos que, entre los años 200 d. C. y 400 d.C. y hasta el siglo XIX, se desplazaron por las zonas más áridas de Sonora, en la serranía litoral del Golfo de California , desde Puerto Libertad, al norte, hasta Cabo de Haro, en el sur, incluyendo toda el área de Hermosillo (centro-sur). Muchos antropólogos consideran que los grupos que desarrollaron la tradición Costa Central son los antecesores de los seris .