Traducido por el equipo de editores de Sott.net en español

A todos nos gusta pensar que somos lo suficientemente talentosos como para causar un gran impacto en el mundo. Sin embargo, no importa cuán inteligente o capaz sea alguien que no siempre tiene esa gran oportunidad, por la razón que sea. Mucha gente lo atribuye a la mala suerte o a no estar en el lugar correcto en el momento adecuado, pero podría haber una razón científica detrás de esa falta de éxito.

Santiago Ramón y Cajal
Autorretrato por Cajal en su librería en su treintena, de 'Beautiful Brains' (Cerebros Maravillosos): Los Dibujos de Santiago Ramón y Cajal
Santiago Ramón y Cajal, considerado como el padre de la neurociencia, intentó explorar los límites psicológicos que impedían a las personas con talento sobresalir en la vida. En su libro de 1897, Advice for a Young Investigator (Consejo para un joven investigador), el patólogo español detalló seis factores diferentes que frenan el talento de un individuo, a los que llamó "enfermedades de la voluntad".

1. Contempladores

Primero nos indica una definición de los contempladores. A estas personas les gusta estudiar las cualidades de su campo elegido e incluso dominarlas, pero nunca sienten la necesidad real de aplicarlas a una nueva situación.
A los contempladores les encanta el estudio de la naturaleza, pero sólo por sus cualidades estéticas - los espectáculos sublimes, las bellas formas, los colores espléndidos y las estructuras elegantes.
Añade también:
[Los contempladores] son tan simpáticos por su entusiasmo juvenil y sus discursos picantes y ganadores como ineficaces en la consecución de cualquier progreso científico real.
Es por eso que incluso si usted es un maestro de su arte, no será eficiente a menos que lo esté tomando en una dirección única o progresiva.

2. Bibliófilos y políglotas

Estas dos palabras ya no son demasiado comunes, pero se podrían definir sin más como el acaparamiento de conocimientos.

Absorber toneladas de hechos y cifras sobre una variedad de temas puede ayudarte a ganar al Trivial, pero esta búsqueda vana no te ayudará si sólo quieres el reconocimiento de tu erudición.

Veamos la explicación de Cajal:
Al pretender discutirlo todo - despilfarrando y malversando sus afilados intelectos - estos hombres indolentes de la ciencia ignoran un hecho muy simple y muy humano [...] Parecen vagamente conscientes, en el mejor de los casos, del bien conocido tópico de que la erudición tiene muy poco valor cuando no refleja la preparación y los resultados de un logro personal sostenido. Todas las esperanzas del bibliófilo se concentran en proyectar una imagen de genio culturizado. Nunca se detiene a pensar que sólo el esfuerzo más inspirado puede liberar al erudito del olvido y la injusticia.
A continuación, Cajal expande esta noción diciendo que todo lo que aprendamos tiene que ponerse en práctica para que pueda ser de gran utilidad:
Nadie negaría el hecho de que el que sabe y actúa es el que cuenta, no el que sabe y se duerme en los laureles. Rendimos un homenaje de respeto a aquéllos que añaden obras originales a una biblioteca, y se lo negamos a aquéllos que llevan una biblioteca en la cabeza. Si uno se convierte en un mero fonógrafo, difícilmente vale la pena el esfuerzo de complicar la organización cerebral con el estudio y la reflexión. Nuestras neuronas deben ser usadas para fines más sustanciales. No sólo para conocer, sino también para transformar el conocimiento; no sólo para experimentar, sino también para construir.
Por lo tanto, si bien puede impresionar a sus amigos con su comprensión detallada de la oscura televisión de los años 70, ¿de qué sirve si nadie más puede beneficiarse?

3. Megalómanos

Es poco probable que muchas personas se cataloguen como megalómanas, ya que generalmente son personas identificadas por su sed de poder y reconocimiento.

Aún así, un megalómano tiene una motivación innegable y siempre quiere que sus talentos sean reconocidos. Sin embargo, este deseo y la confianza pueden exponer sus mayores defectos, especialmente cuando se trata de lograr algo increíble.
Como si creyesen en milagros, pretenden iniciar sus carreras con un logro extraordinario.

Acaban por gastar sus vidas planificando y tramando, construyendo y corrigiendo, siempre sumergidos en febril actividad, siempre revisando, mientras van incubando el gran trabajo embrionario -la destacada y arrolladora contribución. Y, con el paso de los años, se desvanecen las expectativas, susurran rivales y los amigos alargan su imaginación para justificar el silencio del gran hombre.
Cajal también compara la megalomanía con los soñadores, que siempre tienen grandes ideas pero nunca llegan a dominar su meta deseada.
Sus ojos optimistas lo ven todo a través de gafas de color rosa. Confían en que, una vez aceptados, los frutos de su iniciativa abrirán amplios horizontes en la ciencia y producirán también resultados prácticos inestimables. Sólo hay un pequeño inconveniente muy deplorable: ninguno de sus compromisos se ha cumplido nunca.

La verdad es que los soñadores no se esfuerzan lo suficiente; carecen de perseverancia.

4.
Adictos a los instrumentos

En el caso de que ustedes estén obsesionados con los gadgets, apps o cualquier herramienta en particular, éste podría ser su talón de Aquiles.
phone addiction
Cajal escribe que no importa tu obsesión o comprensión de un instrumento, finalmente serás un inútil si no puedes apreciar su valor fundamental.

Añade:
Esta variedad de personas improductivas puede ser reconocida inmediatamente por una especie de adoración fetichista de los instrumentos de investigación. Están tan fascinados por el brillo del metal como la alondra con su propio reflejo en un espejo.
Cajal agrega que este tipo de obsesión es inútil para otras personas si no les ayuda en su trabajo.
Los adictos a los instrumentos con un corazón frío no pueden ser útiles. Sufren de una enfermedad casi incurable, especialmente cuando se asocia (como suele ser el caso) con una condición moral distintiva que rara vez se admite - una obsesión egoísta y desagradable de impedir que otros trabajen porque personalmente no saben o no quieren trabajar.
5. Inadaptabilidad

Es probable que todos nos hayamos sentido desplazados en algún que otro momento de nuestra vida. Tal vez fue en la escuela cuando simplemente no congeniabas con los otros niños, o tal vez fue un trabajo donde tus habilidades simplemente fracasaron en florecer como esperabas.

Esto puede llevarlos más adelante hacia la autocomplacencia y la pereza, las cuales nunca les permitirá salir de su situación actual.
En vez de ser una anomalía, los inadaptados son simplemente individuos desafortunados que han tenido un trabajo no adecuado a sus aptitudes naturales impuestas por circunstancias adversas. Sin embargo, y a fin de cuentas, estos fracasos todavía caen en la categoría de abúlicos porque carecen de la energía para cambiar el curso de sus vidas, y al final no logran reconciliar la vocación con la profesión.
Sin embargo, Cajal nos ofrece una solución.
Deben generar la determinación de alcanzar metas elevadas, de buscar una línea de trabajo agradable -que se adapte a sus talentos- que puedan hacer bien y a la que puedan dedicar mucha energía. ¿Existe alguna rama de la ciencia que carezca de al menos un oasis encantador donde el intelecto pueda encontrar empleo útil y satisfacción completa?

6.
Teóricos

Finalmente, vienen los teóricos.

Esto se aplicará a aquellos pensadores y filósofos que quieran escudriñar cada detalle de su trabajo para que encaje con su agenda. A pesar de que este nivel de investigación es loable, es esencialmente perezoso ya que sólo desarrolla su teoría personal.
Básicamente, el teórico es una persona perezosa disfrazada de diligente. Inconscientemente, obedece a la ley del mínimo esfuerzo porque es más fácil construir una teoría que descubrir un fenómeno.
Mientras que alentamos la exploración de hipótesis, el rechazo de los hechos es una persecución peligrosa, según Cajal.
Las hipótesis vienen y van pero los hechos permanecen. Las teorías nos abandonan, mientras que los datos nos defienden. Son nuestros verdaderos recursos, nuestros bienes raíces y nuestro mejor pedigrí. En el eterno cambio de las cosas, sólo ellos nos salvarán de los estragos del tiempo y del olvido o la injusticia de los hombres. Arriesgar todo por el éxito de una idea es olvidar que cada quince o veinte años las teorías son reemplazadas o revisadas.
Aunque ustedes no se asocien inmediatamente con ninguno de estos rasgos, el consejo de Cajal sigue siendo informativo y posiblemente resalta por qué los talentos a menudo se desperdician.

Sin embargo, habría que notar que cuando Cajal escribió sus enseñanzas, sus estudios sólo se dirigían a los varones. Cuando se publicó el libro, las mujeres no podían ir a las universidades europeas ni podían votar aún.

Aunque esta línea regresiva de pensamiento ya no existe, afortunadamente, los hallazgos de Cajal todavía suenan posiblemente verdaderos en el siglo XXI para ambos géneros.