"Mi opinión es tan cierta como la tuya", "no existe la verdad, sino mi verdad y tu verdad",... ¿le suena familiar? Este tipo de expresiones se hacen cada día más comunes en boca de más y más personas. Occidente mismo en la actualidad se ve sobrecogido por una ideología que está llena de contradicciones. En su llamado por la equidad y la lucha en contra de la opresión, los autoproclamados "guerreros de la justicia social" (SJW, del inglés Social Justice Warriors) se arrogan poseer la Verdad y se comportan como dictadores totalitarios y opresores.
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© Sott.netRecién desenbarcados del caballo...
El postmodernismo es una ideología amplia y velozmente difundida en nuestra sociedad. Acompáñeme en este breve recorrido y descubra cómo es que esta forma aparentemente edificante de concebir la realidad, tiene el potencial de desintegrar completamente el mundo en el que vivimos.

La postmodernidad como reacción

La postmodernidad abarca un amplio número de movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos que comenzaron en el siglo pasado y se extienden hasta nuestros días. En general, se la distingue por su oposición o intento de superación de las tendencias reinantes durante la Edad Moderna.

El hombre bajo la influencia de los principios de la postmodernidad (HPM de ahora en más) desconoce la existencia de una Verdad Universal o de valores tradicionales. Esta negación nació en parte como reacción contra las "verdades universales" enunciadas por los grandes relatos de los paradigmas sociales anteriores: el relato cristiano y el relato iluminista. Estos grandes relatos postulaban "verdades universales" (que ciertamente eran válidas sólo en el contexto específico de quienes armaron este relato) que a través de procesos políticos y sociales se impusieron al mundo occidental. Tanto el primero como el segundo anticipaban un devenir de la historia que concluiría en una especie de paraíso o gran vergel para todo el género humano (utopías).

Pero las "verdades universales" enunciadas por esos grandes relatos mostraron ser falaces en función de los resultados obtenidos: todas fracasaron a la hora de cumplir con sus promesas. Por ende, la conclusión lógica de quienes experimentaron su fracaso fue que no existen verdades universales, sólo verdades personales y subjetivas.

Fue así que los pensadores y filósofos postmodernos decretaron que no existían verdades universales ni valores tradicionales, nada trascendente que unifique al género humano. A partir de allí se desmenuzó la realidad en realidades personales, fragmentarias, casi una por cada individuo sobre el globo.

Esta cultura incipiente se autodefine como "progresista" y "revolucionaria", y se desarrolla en contraposición a los valores clásicos de la modernidad: el orden, la razón, la verdad. Abraza la retórica y desconoce la existencia de la dialéctica, abraza la opinión, la creencia, y relega la realidad a una condición de irrelevancia.

El HPM surge pues, entre otros factores, como consecuencia de la decepción, de una decepción (que por cierto podríamos considerar auténtica en algún punto) por el fracaso de la modernidad.

La modernidad, poniendo por encima la Razón y menospreciando la intuición, lo visceral, lo emocional por considerarlo causa de la división y del retroceso de la humanidad, pecó buscando una globalización del género humano en todos los ámbitos y contextos, aniquilando las naturales diferencias humanas (que no significan antagonismo, sino sólo eso, diferencias).

La postmodernidad pretende hoy en día abolir la Razón, desterrarla, y peca fundamentalmente de individualista, de promover la subjetivación absoluta, de llevar a extremos patológicos las diferencias convirtiéndolas en un factor de lucha y disputa de poder, en un factor que divide, aísla y empobrece el espíritu humano, en vez de ser una fuente inagotable de integración y enriquecimiento del colectivo humano.

Sentimiento vs Razón

El postmodernismo, en reacción contra la "tiranía" de la modernidad, donde el sentir humano fue relegado y menospreciado para ensalzar la Razón, encumbra el sentimiento individual sobre todo lo demás y menosprecia la racionalidad, casi como cobrando venganza contra ella. No hay balance, no hay un sentido y un entendimiento colectivo del mundo emocional, ni una relación complementaria y balanceada entre razón y sentimiento, sino que se crucifica la Razón y así se confina el mundo emocional humano a un aislamiento dentro del individuo, creando un mundo tan individual como ficticio. La subjetividad es puesta como la fuente primaria no sólo para la interpretación de la realidad, sino como creadora de realidades. Como tal, se gesta una relatividad absoluta que se aplica en todos los campos y ámbitos (moral, cultural, ético, estético, etc).

¡No se inhiban, TODO puede destruirse...!

Los paradigmas anteriores a la postmodernidad no construyeron un nuevo paradigma destruyendo todo lo anterior, de hecho, lo hicieron tomando como base la estructura de valores vigentes. La postmodernidad no cree que haya nada de valor trascendente como para conservar. No existe nada en nuestra sociedad que no sea un constructo humano, una creación circunstancial del hombre. Nada, ningún valor de los considerados fundamentales o tradicionales (la familia, la cooperación, el respeto por la vida,... nada) proviene de un ámbito natural ni son inherentes al SER humano, todo es una invención del hombre... Y como todo es una invención del hombre, TODO puede volver a reinventarse y no hay necesidad de conservar nada.

Para el HPM, este carácter fútil de lo que constituye la estructura de la sociedad lo pone en una posición de no tener certezas sobre absolutamente nada (no hay certezas sobre el bien o sobre el mal, por ejemplo). Por ende, su existencia "flota" en un vacío infinito, sin puntos de anclaje y sin referencias. En este vacío infinito, que en apariencia puede dar la idea de libertad infinita, el HPM no tiene posibilidad de desplazarse por su propia voluntad, pues no hay desde donde impulsarse. Simplemente "flota" a la deriva.

Un mundo de sensaciones

El mundo del HPM es un mundo de sensaciones, donde el sentimiento personal no sólo prima sobre todo y todos, sino que es la única realidad aceptada. El HPM desconoce el mundo de las ideas como lo teorizó Platón, o la existencia de una realidad de carácter trascendente, superior, externa y objetiva; para él no existen ideales superiores que ordenen y den sentido y propósito al colectivo humano. Él considera que lo único que existe es el mundo de "sus ideas" (ideas que por supuesto surgen a partir de su percepción particular y subjetiva de la realidad).

El HPM no acepta el hecho de que "sus ideas", las que crea a partir de su percepción del mundo real, sean sólo un reflejo de ese mundo real y no la realidad misma. Por tanto, en vez de considerar "sus ideas" sobre el mundo como el resultado de un intento por interpretar los aspectos manifiestos de esa realidad (que ni siquiera es toda la realidad, son apenas las sombras visibles que describe Platón en el Mito de la Caverna), es decir, aceptar que "sus ideas" son apenas un vislumbre parcial y acotado de una realidad de carácter universal y objetivo, se convence de que la interpretación de esa realidad elusiva es la única realidad.

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Frustración e insatisfacción, o Contradicciones Parte 1

El desapego por el mundo real (un mundo por cierto lleno de limitaciones) pone al HPM frente a una situación de perder o perder, lo conmina a una vida de insatisfacción garantizada. No percibir límites, no comprender la naturaleza fronteriza de nuestra realidad, expone al hombre a vivir de frustración en frustración sin llegar a comprender nunca los motivos de dicho "fracaso".

Finalmente, tras el descontento con "la vida" (su vida en realidad), puede surgir en la psiquis del hombre una constelación de emociones alienantes. La victimización y un creciente sentimiento de injusticia son quizá las más notable, al mismo tiempo que se constituyen en la base, donde cimentan una forma nueva de activismo agresivo e intolerante. Esta intolerancia constituye una de las contradicciones del movimiento postmoderno, pues tras nacer ondeando la bandera del respeto y la libertad individual, se erige como punta de lanza de una nueva forma de totalitarismo e intolerancia. (ver más abajo ¡¡¡Lucharé por mis "derechos"!!!, o Marxismo 2.0)

"¡¡Viva la diversidad!!... pero tu diversidad me molesta", o Contradicciones Parte 2

Para el HPM todos los mundos pequeños, personales y subjetivos de cada individuo deben ser respetados y reconocidos por los demás como reales. Pero surge una enorme contradicción en esta suerte de sincretismo o intento de darle validez o carácter de "Verdad" a todas y cualquier visión personal del mundo real.

Los mundos personales o subjetivos dependen del aparato de percepción del individuo y de su contexto (cultural, familiar, etc), por ende, lo que un individuo considere como bueno o aceptable puede ser considerado como malo o inaceptable por otro. ¿Cómo convivir en paz y en un clima de tolerancia y respeto si la visión de mi vecino puede estar totalmente contrapuesta a la mía? Es más, ¿cómo podríamos sobrevivir en un mundo donde para que pueda existir el mundo subjetivo de mi vecino tenga que dejar de existir el mío porque ambos mundos son mutuamente excluyentes?

Veámoslo con un ejemplo: ¿Cómo coexisto en paz con mi vecino si yo estoy convencido que lo mío es mío, mientras que mi vecino considera que todo es de todos? ¿Cómo evito que mi vecino tire la puerta de mi casa abajo porque en su mundo personal y subjetivo la única verdad es que mi casa también es suya?

La relatividad de los valores y la creencia de que no existen valores de carácter universal que constituyan los cimientos sobre los que se construye el colectivo humano, conducen indefectiblemente a una existencia donde el HPM, para sobrevivir en un mundo que es la suma de todos los "mundos" personales, tiene dos opciones: se aísla (normalmente virtualmente, no físicamente) dejando que las diferencias con el resto de los mortales (exacerbadas con vehemencia) se conviertan en las sólidas paredes de su celda, o comienza una lucha por imponer su mundo personal al resto de los mortales.

¡¡¡Lucharé por mis "derechos"!!!, o Marxismo 2.0

Esta segunda opción, la lucha por sus "derechos", tiene una fuerte reminiscencia en la "lucha de clases" enunciada por el marxismo. El marxismo decretó que la sociedad estaba compuesta por opresores y oprimidos, por víctimas y victimarios, e identificó esos grupos en la sociedad utilizando como factor determinante su estatus económico. En aquel entonces la clase obrera era la oprimida y los individuos en la cima de la pirámide, los opresores.
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Décadas después del fracaso del marxismo, esta filosofía pasó por una cirugía estética para que nadie la reconociera, y encarnó nuevamente en la sociedad postmoderna. Hoy en día, los nuevos oprimidos son las mujeres, o una etnia particular, o un grupo con preferencias sexuales diferentes a la mayoría,... lo que sea que ubique al sujeto fuera de la cultura normativa.

Las luchas de antaño por defender (e imponer) utopías como la cristiana o la marxista, se han convertido hoy en día en la lucha por los valores personales o de pequeños grupos minoritarios y la imposición de éstos al colectivo. Las diferencias que antes se intentaron aniquilar con un relato globalizante y totalizante, son hoy en día la principal arma para exigir un puesto de privilegio en la sociedad y derechos exclusivos, para imponer una "realidad" confeccionada a medida por la psiquis de un pequeño grupo, al resto de la humanidad. Esto, en términos prácticos, tiene las mismas características autoritarias de paradigmas anteriores.

El postmoderno y los hilos del tejido social

Para el HPM, la cultura de una sociedad es tan sólo un constructo social, no tiene un sustrato de carácter permanente e inherentemente natural. Y como para el HPM todo es un constructo social, entonces TODO puede ser destruido y construido de nuevo cuantas veces se quiera y a gusto del "arquitecto". Esto es muy sugerente, pues esta forma de entender la sociedad resulta sumamente conveniente para cualquiera que quiera convertirse en el autor de una "nueva sociedad", que quiera diseñar una sociedad para realizar "su utopía personal" (está claro que la utopía de algunos puede ser la distopía de todos los demás).

El HPM no reconoce que la Cultura pueda tener un rol positivo en una sociedad, que pueda otorgar una escala de valores, que pueda traer orden y propósito, que pueda estimular el desarrollo y la evolución social,... es decir, que sea la estructura que oriente una sociedad hacia un destino edificante y constructivo.

El hecho de que para el HPM no exista esta superestructura que dé forma a la sociedad, lo priva de puntos de referencia para sopesar las cosas, para evaluar su desempeño, para fijarse metas y superarse. Sin ninguna de estas cosas nada vale nada, y si nada vale nada ¿por qué hacer algo?

El HPM y el dilema existencial

Ante la inexistencia de un mundo real o de una realidad fuera de la psiquis de cada individuo, el HPM se enfrenta a un dilema de carácter existencial, pues decenas de "por qués" no pueden ser respondidos desde su visión empequeñecida del mundo.

En un mundo gobernado por sensaciones, despojado de la razón y carente de consciencia de lo trascendente (en el sentido de "algo" que trasciende al hombre), lo "bueno" y lo "malo" pasan a definirse por lo que resulta "agradable" o "desagradable". Entonces, toda forma de sufrimiento, incluso la más insignificante (como el esfuerzo de tener que levantarse temprano para ir al trabajo o al colegio), pasa a ser "lo malo", y cualquier cosa que otorgue placer y sensación de bienestar se convierte en "lo bueno". Pero la vida indiscutiblemente tiene ambos condimentos (gozo y sufrimiento)... y en variadas proporciones.

¿Qué haría instintivamente cualquier hombre ante el mal?... Lo combatiría. ¿Qué hace el HPM ante el mal, es decir ante lo desagradable, ante el sufrimiento?... Lo combate, trata de aniquilarlo, quitarlo a cualquier precio de su vida. Pero esta labor es tan imposible como destructiva (personal y socialmente). El sufrimiento no es una anomalía de la naturaleza, es una parte esencial de ésta. Es gracias a la fricción y el obstáculo que él representa que el hombre avanza, evoluciona, se perfecciona... y en tanto el hombre se perfeccione a sí mismo, este logro se traslada a lo social, al colectivo humano.

Eliminar el sufrimiento es eliminar las oportunidades de dar este paso. Esto no sólo detiene o ralentiza el desarrollo del individuo, sino que un daño equivalente se hace extensivo a la sociedad.

Las paradojas de la postmodernidad, o Contradicciones Parte Final

El mundo posmoderno se destaca por funcionar bajo axiomas en cuyos enunciados hay floridas paradojas. Cosas como "el único hecho objetivo es que todo es subjetivo" o "la única verdad absoluta es que toda verdad es relativa" son máximas que el HPM integra en su vida cotidiana y que moldean su pensamiento.

En general, el HPM no se lamenta al considerar este hecho o cuando alguien más se lo hace notar, pues la Razón y la lógica no sólo no son parte de su arsenal, sino que son vistas con recelo y desconfianza.

Esta enemistad con la Razón es uno de los principales motivos por los que, cuando escuchamos hablar a los "filósofos" postmodernos, sentimos una especie de náusea cerebral, como la desagradable sensación que sentimos tras ingerir comida en mal estado: literalmente sentimos urgencia por vomitar las ideas pútridas que ingresaron a nuestra mente.

Por ejemplo, Jaques Derrida, quien con su "lógica" de ameba literalmente "derriba" el milenario arte de filosofar, afirma que "el hombre categoriza con el fin de excluir". Esto es un verdadero insulto a la inteligencia. Cuando uno lo analiza, inmediatamente, comprende que en realidad el hombre categoriza para simplificar la vida. Eventualmente, una mente trastornada puede utilizar esta facultad para discriminar, pero sólo un idiota o un demente podría concluir que el objetivo de categorizar es excluir.

Los intelectuales de izquierda son perfectos exponentes del uso de paralogismos como el de Derrida.

Reivindicando los valores tradicionales

Desde la antigüedad, el hombre ha reconocido la existencia de dos tipos de leyes, normas de conducta, o marcos regulatorios del comportamiento humano: la Ley Natural y la Ley Civil o Ley Positiva.

En Derecho se considera Ley Natural al conjunto de principios que remite a lo que se supone son las características permanentes de la naturaleza humana, que pueden servir como modelo para guiar y valorar la conducta y las leyes civiles. La ley natural se considera, en esencia, invariable y aplicable en un sentido universal.

Heráclito hablaba de una sabiduría común que impregna todo el Universo (todas las leyes humanas se nutren de una, la divina) y Aristóteles afirmaba que una ley es natural cuando tiene la misma validez en todas partes, y una ley es convencional cuando se puede fijar a través del consenso y su validez es finita en tiempo y espacio.

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Los filósofos estoicos elaboraron una teoría sistemática de la ley natural. Para ellos el cosmos estaba ordenado respondiendo a un principio racional activo, el logos (dios, alma, destino,...), y toda naturaleza individual no se encontraba aislada, sino que era parte de una unidad, un todo (cosmos, universo). Más tarde Cicerón formalizó esta doctrina en el mundo romano.

En el mundo cristiano el teólogo hispano del siglo VI San Isidoro vinculó la Ley Natural con los imperativos instintivos (matrimonio <-> procreación). Santo Tomás más tarde acuñó términos específicos delimitando una Ley Eterna (orden divino inalcanzable para la razón humana pero nunca contrario a ella), Ley Natural (la expresión o proyección de la Ley Eterna en la naturaleza humana accesible a través de la razón), y Ley Positiva (normas inspiradas en la Ley Natural establecidas por el hombre para buscar el bien común).

En la modernidad, pensadores como Thomas Hobbes y John Locke proponían una condición primigenia de la naturaleza de la cual surgía un contrato social (convenciones sociales). Incluso estos pensadores modernos, seculares y detractores del misticismo de siglos anteriores, no hablaban de una sociedad vacía que escribió de la nada sobre una tabla rasa las leyes que acordaron serían más convenientes; para ellos estas leyes convencionales fueron inspiradas en algo primordial, superior y natural.

Conclusiones finales, o ¡¡Si no reaccionamos todo se va al demonio!!

¿Qué está ocurriendo a nuestro alrededor? El mundo está cambiando, y lo están cambiando un puñado de desquiciados resentidos que quieren crear un mundo a imagen y semejanza de ellos mismos, un mundo a la medida de sus patológicas necesidades personales. Esta empresa en la que están embarcados, está destinada al fracaso sencillamente porque es irrealizable, pero aun así, si no reaccionamos a tiempo como género humano (en especial en el mundo occidental) pagaremos un alto precio por nuestra inacción.

A los postmodernos de hoy día se los puede ver en las hordas progresistas-liberales que inundan nuestras calles, nuestros medios de comunicación, los libros que leemos,... ¡el aire que respiramos! Son un puñado y ¡están por todos lados! Sus antojadizos "principios de vida" nos acosan a diestra y siniestra, y apenas hemos podido reaccionar para darnos cuenta de que literalmente nos están invadiendo.

¿Quiénes son? Pues los podemos ver en las minorías "organizadas", ya sean homosexuales, ateístas, inmigrantes, paganos, entusiastas del arte moderno, negros, vegetarianos, defensores de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) u otras minorías. Todos ellos están creando un mundo en blanco y negro... y ellos deciden cuál es cuál.

En este nuevo mundo, el que está en contra de la adopción de niños por parejas homosexuales es homofóbico, el que está en contra del aborto es machista y misógino, el que está a favor de la libertad económica es cómplice de las malvadas corporaciones internacionales que quieren destruir el medio ambiente, y el que tiene un gesto de caballerosidad con una señorita es un heteropatriarcalista dominante simbólico.

Según ellos, su mundo está "lleno" de tolerancia, libertad, e igualdad... pero no tolerarán que tú pienses distinto a ellos, tu libertad terminará donde empiece la de ellos (y tal parece que la de ellos es infinita), y tú serás igual a ellos pero ellos van a ser un poco "más iguales" que tú.

Estos sujetos están vaciando la sociedad, nos están despojando del único tesoro que tenemos: nuestra conexión con valores tradicionales que nos han guiado entre las penumbras durante decenas de miles de años. ¿Lo hemos hecho bien como humanidad?... Posiblemente no, pero llegamos hasta aquí gracias a que contamos con ese patrimonio colectivo que nos impulsa a seguir intentándolo.

¡¡Eso es lo que tenemos... y ellos quieren quitárnoslo...!!