Traducido en exclusiva por el equipo de editores de Sott.net en español

La histeria sobre la presunta intromisión rusa en los asuntos estadounidenses ha alcanzado un nuevo nivel de bajeza esta semana con las acusaciones de que agentes de Internet controlados por el Kremlin están aprovechando la masacre en Florida.

florida shooting
© Reuters/ WSVN.com
El artículo principal del New York Times en su edición en línea del martes fue titulado: "After Florida School Shooting, Russian 'Bot' Army Pounced" ("Tras el tiroteo en la escuela de Florida, el ejército de "bots" rusos se lanzó al ataque").

Otros medios de comunicación estadounidenses también dieron una cobertura prominente a las afirmaciones infundadas de que agentes de Internet dirigidos por el Kremlin, conocidos como "trolls" o "bots", estaban aprovechándose despiadadamente del dolor público estadounidense por el tiroteo masivo.

El informe del NY Times decía: "Cualquier acontecimiento noticioso, sin importar lo trágico que sea, se ha convertido en combustible para difundir mensajes incendiarios en lo que se cree que es una campaña de desinformación rusa de gran alcance".

Bajo el titular, "Los bots rusos alimentan el debate sobre armas en Florida", el canal de noticias CNN reportó: "Los expertos en ciberseguridad y medios de comunicación no están sorprendidos por el hecho de que los trolls y bots estén aprovechando el tiroteo en la escuela de Florida para causar divisiones".

Hay varios aspectos preocupantes en esta última cobertura mediática antirrusa en Estados Unidos. Para empezar, las reivindicaciones de la actividad rusa en Internet están siendo retransmitidas como si se tratara de un hecho comprobable cuando eso está lejos de ser cierto.

Los reportes de los medios de comunicación se basan en investigaciones privadas y "grupos de monitoreo" cuyos métodos para rastrear las publicaciones en Internet no son claros ni verificables.

La misma crítica de insinuaciones infundadas que se están adornando como "hechos" se aplica a la narrativa mediática estadounidense más general de la intromisión rusa en la política estadounidense, o lo que se conoce como "Russiagate".

CNN cita a un grupo con sede en Estados Unidos llamado Hamilton 68 y continúa admitiendo: "El grupo no revela qué cuentas [de Twitter] rastrea y CNN no ha verificado independientemente sus conclusiones".

Sin embargo, esa admisión no impide que ese canal, así como el NY Times y otros, publiquen titulares sensacionalistas que suenan como si se tratara de un hecho.

Es un periodismo terriblemente deficiente. Las palabras "presuntamente" o "supuestamente" ya no se utilizan para indicar que no se ha verificado.

Otro aspecto perturbador es la forma en que los medios de comunicación convencionales de Estados Unidos, incluido el supuesto "periódico de referencia", el New York Times, incitan a la rabiosa rusosofobia.

La acusación a Rusia de aprovechar el horroroso tiroteo masivo de 17 estudiantes en una escuela secundaria de Florida a principios de este mes tiene como objetivo denigrar al gobierno ruso y a su pueblo como si no tuvieran moral ni compasión. Demonizar a Rusia de esta manera tiene como objetivo deshumanizar a los rusos.

CNN cita a un "experto" diciendo: "Este patrón de propaganda divisiva se está convirtiendo en un elemento básico en la guerra de información impulsada por los medios sociales".

El New York Times cita al senador Mark Warner: "Lo que estamos viendo es un asalto continuo por parte de Rusia para atacar y socavar nuestras instituciones democráticas, y seguirán atacándonos".

Esto encaja en la narrativa más amplia que los políticos y agencias de inteligencia de Washington sacaron a relucir durante el año pasado al afirmar que el Kremlin está librando una despiadada guerra de información contra Estados Unidos.

Sin embargo, tal pensamiento está conduciendo a que los estadounidenses no tengan una orientación clara sobre la realidad o la racionalidad.

La semana pasada, los jefes de la CIA, el FBI, la NSA y otras agencias de inteligencia advirtieron que la presunta intromisión cibernética de Rusia en las elecciones presidenciales de 2016 se está repitiendo una vez más en las votaciones del Congreso de este año.

Simplemente no hay evidencia creíble para estas extravagantes afirmaciones del "Russiagate". Incluso después de meses de investigar la presunta intromisión rusa, el abogado especial estadounidense Robert Mueller sólo pudo presentar acusaciones poco convincentes contra 13 personas rusas que fueron publicadas la semana pasada. No había ni un ápice de pruebas o cualquier tipo de fundamento que vinculara a Moscú con el presunto plan.

El supuesto plan ruso es tan poco serio que los estadounidenses podrían igualmente culpar de inmiscuirse en la política estadounidense a estafadores de Internet que operan desde Nigeria, la India o cualquier otro país.

El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, descartó las últimas acusaciones calificándolas de "disparates", señalando que nunca se han presentado pruebas. Lo que resulta útil para los acusadores. ¡Porque no hay pruebas!

Sin embargo, los políticos de Washington afirman que "Rusia está cometiendo un acto de guerra contra Estados Unidos", basándose en esta información poco convincente.

Tras la noticia de las acusaciones, el senador Ben Cardin dijo: "El esfuerzo agresivo de Rusia por interferir en las elecciones presidenciales equivale a un acto de guerra. Es hora de que [el Presidente] Trump reúna todas las herramientas disponibles para buscar justicia en nombre del pueblo estadounidense y proteger a nuestra nación de los continuos ataques a nuestros sistemas electorales y sociales".

En vez de que el absurdo "Russiagate" muera, como debería ser por falta de pruebas, la narrativa se está volviendo aún más frenética y desquiciada.

Posiblemente esto se deba a que amplios sectores de los medios de comunicación y la clase política de Estados Unidos han invertido tanto capital en la narrativa que no pueden permitirse el lujo de abandonarla y admitir que sus afirmaciones sobre la interferencia rusa son totalmente infundadas.

Rusia ha rechazado repetidamente cualquier "operación de influencia" o ciberataque a EE.UU.

Uno tiene la impresión de que el único "fundamento" para sus acusaciones son las operaciones legítimas de los medios de comunicación rusos como Sputnik y RT. El mero hecho de que estos medios de comunicación sean propiedad del Estado ruso y difundan noticias y comentarios críticos con respecto a la política estadounidense, entre muchas otras cuestiones, parece ser un "fundamento" para los políticos estadounidenses y europeos que hacen un salto mental descabellado al afirmar que esto constituye una "intromisión del Kremlin".

De ese modo, podría decirse lo mismo de los medios de comunicación estadounidenses, británicos, franceses y alemanes.

Todo el mito del Russiagate ha dependido de que las agencias de inteligencia estadounidenses propugnen sus alegaciones a través de los obedientes medios de comunicación estadounidenses, que son amplificadas por políticos partidistas y grupos de presión, y repetidas ad nauseam por los medios de comunicación y políticos europeos. Es la técnica de la Gran Mentira del propagandista nazi Joseph Goebbels.

La ironía, por supuesto, es que las agencias de inteligencia estadounidenses y de otros países occidentales son los comerciantes de influencias más intrusivos e insidiosos de todo el planeta. Destruir y subvertir gobiernos, envenenar la opinión pública y demonizar a individuos y naciones extranjeras enteras es la forma en la que operan rutinariamente.

La Operación Sinsonte de la CIA, establecida en la década de 1950, reclutó a miles de periodistas para que trabajaran en organizaciones de noticias domésticas con el fin de difundir desinformación para controlar la percepción pública estadounidense, ya sea para justificar guerras ilegales o para encubrir el asesinato de líderes políticos, incluido su propio presidente John F. Kennedy.

Los políticos, militares y servicios de inteligencia estadounidenses están programados para provocar una guerra contra Rusia.

Las afirmaciones absurdas de que Rusia está atacando la democracia estadounidense constituyen en última instancia un belicismo peligroso. El engaño del "Russiagate" tiene como objetivo incitar el odio del público estadounidense hacia Rusia para verlo como un enemigo que "ataca nuestro modo de vida".

Las afirmaciones son totalmente injustificables e insostenibles por falta de pruebas. Es un mito inventado por gente ideológicamente enferma.

Puesto que es un mito, puede desvanecerse por falta de solidez.

Es por eso que la rusofobia debe ser continuamente exacerbada con nuevos giros en la narrativa.

La presunta interferencia en la democracia estadounidense puede cambiar con afirmaciones de que Rusia ayuda al "régimen sirio" a arrojar armas químicas sobre civiles; o que los atletas rusos "hacen trampa" con drogas en los Juegos Olímpicos; o que la inteligencia militar rusa apunta a infraestructuras civiles críticas en los Estados occidentales.

El último giro es particularmente odioso. Afirmar que Rusia está bailando sobre las tumbas de los estudiantes estadounidenses y sembrando tensiones sociales sobre la espantosa controversia de las armas en la sociedad estadounidense es un nuevo nivel de bajeza despreciable.
Finian Cunningham ha escrito extensamente sobre asuntos internacionales y sus artículos han sido publicados en varios idiomas. Es licenciado en Química Agrícola y trabajó como editor científico para la Royal Society of Chemistry, Cambridge, Inglaterra, antes de seguir una carrera en periodismo en la prensa. También es músico y compositor. Durante casi 20 años, trabajó como editor y escritor en importantes medios de comunicación, incluyendo The Mirror, Irish Times e Independent.