Traducido por el equipo de Sott.net en español

Las protestas y manifestaciones han sacudido todos los rincones del mundo en los últimos días, con subidas de impuestos, corrupción y supuestas injusticias ambientales que han provocado la ira de la opinión pública. ¿Pero por qué se han extendido?
chile protest
Al ver las noticias de la semana pasada, uno se convencería de que el mundo se ha visto envuelto por toda una serie de puntos álgidos, con gobiernos corruptos de todo el espectro político enfrentando la ira de sus ciudadanos enfurecidos. Para ser justos, eso no está lejos de la verdad.

En cuatro continentes se han producido manifestaciones antigubernamentales durante la última semana, muchas de ellas desencadenadas por impuestos aparentemente inocuos o cambios en la ley. En el Líbano, los manifestantes han incendiado Beirut en respuesta a una tarifa propuesta de 20 centavos por día en llamadas de voz por Internet, apodada el "impuesto WhatsApp". Los chilenos prendieron fuego a las estaciones de metro tras un aumento de 1,17 dólares en las tarifas del transporte público, y las calles de Ecuador están llenas de escombros después de que una eliminación planificada de los subsidios a los combustibles provocara disturbios masivos.
Dalal Mawad: Otro video de las protestas en Beirut hoy. Realmente increíble.
Por otra parte, la corrupción perenne ha llevado a la nación de Liberia, en África Occidental, a un estado de protesta casi constante; un cambio en los límites del mandato presidencial en Guinea ha causado disturbios mortales; los mexicanos se están manifestando contra la corrupción y la violencia de los cárteles de la droga; y los alborotadores enmascarados de Hong Kong todavía se están movilizando contra su gobierno, meses después de la retirada del proyecto de ley de extradición chino que desencadenó su ira.

Europa, por su parte, ha visto una huelga general y marchas masivas en Barcelona tras el encarcelamiento de los líderes independentistas catalanes el lunes. Los agricultores holandeses también han cerrado las autopistas del país después de que el gobierno introdujera nuevas regulaciones de emisiones; y en Francia, ya sacudida por casi un año de manifestaciones de los "chalecos amarillos", miles de bomberos han marchado para conseguir más fondos y mejores condiciones de trabajo.

Las protestas pueden estallar sobre un tema relativamente menor, para luego convertirse en crisis nacionales. El presidente francés Emmanuel Macron aprendió esto del modo difícil el pasado mes de noviembre, cuando las manifestaciones por la subida de los impuestos a los combustibles se convirtieron en un rechazo a nivel nacional de sus políticas favorables a las empresas. Asimismo, el "impuesto WhatsApp" del Líbano fue simplemente la gota que colmó el vaso para los manifestantes, que ahora han pedido "la caída del régimen", tras años de percibida ineptitud del gobierno.

Y, mientras los estudiantes chilenos iniciaron las protestas por la subida del precio de los pasajes a principios de este mes, han estallado violentos disturbios antigubernamentales, con al menos ocho personas muertas en incendios provocados y saqueos, y se llamó a los militares para que impusieran un toque de queda.


Es contagioso

Entonces, ¿por qué han estallado los disturbios en todo el mundo a la vez? Según un estudio de la Universidad de Arizona, la protesta es contagiosa. Los autores del estudio descubrieron que "los conflictos domésticos violentos se propagan entre países a través de los efectos indirectos y el deseo de emular los acontecimientos en el extranjero". Los movimientos no violentos también se extienden a través de las fronteras de manera similar, y los investigadores señalaron que la "observación de la acción colectiva en el extranjero" inspira a los posibles manifestantes en el país.

El gobierno chino ha señalado con el dedo a Hong Kong por inspirar protestas similares en otros lugares. Un editorial del periódico estatal Global Times acusó el domingo a los manifestantes de Hong Kong de "exportar la revolución al mundo", mientras que el exdiplomático chino Wang Zhen escribió en el Beijing News que "el desastroso impacto de un 'Hong Kong caótico' ha comenzado a influir en el mundo occidental".


Aunque el gobierno chino tiene sus propias razones políticas para publicar artículos condenando el movimiento de Hong Kong, la acusación de que los manifestantes allí estén "exportando la revolución" es acertada, al menos si se cree en el estudio de la Universidad de Arizona.

Un campo minado

Lidiar con los disturbios masivos es un campo minado para los gobiernos. Aunque los respectivos gobiernos del Líbano, Chile, Ecuador y Hong Kong han cancelado las medidas que originalmente enfurecieron al público, las protestas se han intensificado. Esto plantea a los responsables de la toma de decisiones un dilema: señalar la debilidad sin hacer nada, o inflamar aún más las tensiones con la represión policial.

El exjefe de policía de Madison, Wisconsin, David Couper, literalmente escribió el libro sobre el manejo de las protestas. En "Arrested Development", Couper escribió que ordenaría a sus agentes que "se acercaran, hablaran y se mantuvieran en contacto" con los manifestantes, ya que descubrió que "cuanto más lejos se posicionaran los policías de la gente en la multitud, mayores serían las posibilidades de que la multitud los despersonalizaran".

Del mismo modo, el exjefe de policía de Washington DC Jerry Wilson le dijo al autor Radley Balko que escondería a sus equipos de control de disturbios en los autobuses hasta que fuera necesario, ya que la mera presencia de policías fuertemente armados "no impedía la confrontación, sino que la invitaba".

Este enfoque cauteloso no ha sido adoptado por Chile, cuyo presidente Sebastián Piñera declaró: "Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, que está dispuesto a usar la violencia sin límites", y convocó a miles de tropas para patrullar las calles. Tampoco ha sido tomado por el ecuatoriano Lenin Moreno, quien anunció la "militarización" de la capital, Quito, y autorizó "el uso de la fuerza pública" para despejar las calles de los manifestantes.

Si bien el Estado no puede permitir la destrucción y el saqueo, una represión contundente puede resultar contraproducente, como ocurrió en Francia cuando las imágenes de manifestantes heridos y mutilados dieron a los Chalecos Amarillos un nuevo tema sobre el que concentrarse, y acorralaron al gobierno y a las fuerzas policiales con una acción legal.

Además, ceder a las demandas de los manifestantes es una cosa, pero es otra cuando grupos rivales de manifestantes exigen medidas contradictorias. Mientras los agricultores holandeses se enfurecen por ser etiquetados como una amenaza para el cambio climático y castigados con nuevas regulaciones sobre las emisiones de nitrógeno, los activistas ecológicos de la "Rebelión de la Extinción" toman las calles de más de 70 ciudades en todo el mundo -incluyendo Ámsterdam- para exigir precisamente más del mismo tipo de regulaciones, hasta una abolición completa de la ganadería.

Contagiosa, difícil de controlar y a menudo contradictoria, la temporada de disturbios que afecta a gran parte del mundo presenta a los gobiernos -incluso a aquellos que aceptan las demandas de sus ciudadanos- pocas soluciones fáciles.