Estoy leyendo uno de los mejores libros de mi vida, The House of Government: A Saga of the Russian Revolution ("La Cámara de Gobierno: Una saga de la Revolución Rusa") del historiador Yuri Slezkine. Una historia enorme de más de 1.000 páginas del movimiento bolchevique que se centra en la gente que vivía en un vasto edificio de apartamentos construido sobre el río Moskva desde el Kremlin para las élites del partido. Durante las purgas de los años 30 era el lugar más peligroso del país donde la policía secreta solía arrestar personas muy a menudo.

the house of the government
El libro me facilitó la comprensión intrínseca del motivo por el que tantas personas, habiendo crecido bajo el comunismo, se sienten desconcertadas ante lo que está sucediendo en Occidente hoy en día, incluso si consiguen expresar poco más que una intensa ansiedad sin base sólida sobre la corrección política. La lectura de Slezkine, historiador de la universidad californiana Berkeley, aclara las cosas de modo formidable. Intentaré explicárselo al lector lo más concisamente posible. Todo este material formará parte del libro que estoy redactando, por cierto.

En mi libro identifico dos factores principales que están convirtiendo el "totalitarismo blando" que nos está llevando a la deriva en algo imposible de comparar con el duro totalitarismo de los años del comunismo. Uno de ellos es la capacidad mucho más adelantada de la tecnología de vigilancia y su penetración en nuestra vida cotidiana en la etapa actual del capitalismo. La otra es la seudo-religión de la Justicia Social, cuya santa trinidad es la Equidad, la Diversidad y la Inclusión. El matemático James Lindsay escribió el año pasado un ensayo esclarecedor que analiza la ideología de la Justicia Social como una especie de religión posmoderna (la llama "sistema de fe"). La lectura de Slezkine sobre el bolchevismo añade mayor profundidad para una correcta comprensión.

Que quede claro que la religión de la justicia social no es lo mismo que el bolchevismo que conquistó una nación antes de convertirla en un cementerio. Pero la dinámica psicológica es tan similar que entiendo ahora el motivo por el que los emigrantes del bloque soviético se sienten íntimamente avasallados por cierta situación terrorífica que parece acercarse a gran velocidad.

Daré un breve resumen de las ideas incluidas en esta parte del libro de Slezkine. Slezkine describe a los bolcheviques como unos "sectarios milenarios en preparación ante el apocalipsis". Relata una breve historia de sectas apocalípticas, cuyo inicio tuvo lugar en la Edad Axial, el período comprendido entre los siglos VIII y III a.C., donde los desarrollos simultáneos entre civilizaciones como China, India, Oriente Medio y grecorromanas causaron un cambio fundamental en la conciencia humana. La Era Axial introdujo algunos conceptos que siguen acompañándonos a día de hoy, incluyendo la idea de la historia lineal como si fuese una realidad. La religión y los sistemas filosóficos de la Era Axial desarrollaron un sentido de separación de lo que es Real (es decir, lo que es material) y lo Ideal (lo trascendente). También introdujeron la idea del tiempo culminando en una batalla final entre el Bien y el Mal que resultaría en el Fin de la Historia, y el reino eterno de la Justicia, la conquista de los ricos y el triunfo de los pobres.

Slezkine se extiende sobre estos temas de la Biblia hebrea (Antiguo Testamento), pero señala que también coexistieron con otras religiones de la época. Las dos religiones abrahámicas que surgieron del judaísmo de la Edad Axial -el cristianismo y el islam- modificaron estos mismos conceptos. El libro del Apocalipsis en la Biblia cristiana es el relato occidental estándar del Apocalipsis, pero no el único.

En el siglo XVI, el teólogo protestante radical Thomas Müntzer, líder de una secta apocalíptica de la Reforma, dirigió una revuelta armada contra la Iglesia Católica, Martín Lutero y la autoridad feudal. Junto con sus seguidores creía que los Últimos Días estaban cerca, y que la violencia revolucionaria se hacía necesaria para prevenir dicho evento.

Estos movimientos, según Slezkine, a menudo dependen de la vigilancia mutua entre virtuosos para mantener a todo el mundo bajo control. Era el caso de la Ginebra de Calvino, y tenía leyes que prescribían la pena de muerte por violaciones relativamente menores en su código de pureza. En el siglo XVII, el movimiento puritano inglés bajo Cromwell (el "Moisés Puritano") seguiría los mismos pasos.

La Ilustración dio a luz a un milenarismo apocalíptico sin Dios. Slezkine no lo menciona, pero quiero mencionar el libro The Black Mass ("La Masa Negra") del filósofo político inglés John Gray, con mis comentarios aquí. Gray es ateo, pero no soporta el ateísmo militante de individuos como Richard Dawkins y el difunto Christopher Hitchens. En su libro, Gray describe cómo el instinto por la utopía, nacido de la religión, sigue emergiendo en Occidente, incluso sin Dios. Nada es más humano, escribe, que estar preparado para matar y morir con el fin de asegurarnos el sentido de la vida. Según Gray:
Quienes exigen que la religión sea exorcizada de la política piensan poderlo lograr a expensas de las creencias tradicionales de las instituciones públicas; pero los credos seculares se forman a partir de conceptos religiosos, y la supresión de la religión no significa que deje de controlar al pensamiento y al comportamiento. Igual que el deseo sexual reprimido, la fe regresa, a menudo bajo formas grotescas para gobernar las vidas de aquellos que la niegan.
Slezkine relata cómo el estallido de este mismo milenarismo apocalíptico encontró su expresión anticristiana durante la Revolución Francesa. Los jacobinos eran apocalípticos de la Ilustración, creían en el triunfo de la Razón, la Ciencia y la Virtud. Y eran protobolcheviques. En su discurso ante la Asamblea Nacional en 1794, Robespierre alabó "la virtud, en cuya ausencia el terror resulta destructivo; el terror, sin el cual la virtud es impotente". El Terror no es más que justicia presta, severa, inflexible; es por lo tanto una emanación de la virtud."

Durante la América del siglo XIX, el milenarismo cobró formas más amables a pesar de seguir siendo popular. El predicador bautista William Miller profetizó el fin del mundo en 1843, lo que le valió una audiencia nacional por su pronóstico anunciando dicha fatalidad. No sucedió, pero su trabajo dio origen a los movimientos adventistas presentes hasta la fecha. También José Smith, fundador de la fe de los Santos de los Últimos Días fue conocido como otro milenario, cuyo éxito fue mucho mayor.

Slezkine describe cómo el milenarismo apocalíptico de la Europa del siglo XIX solía cobrar una estructura nacionalista. Karl Marx abogó por el nacionalismo alemán como el primer paso hacia una revolución comunista mundial. Según Hegel, la historia era el dios de Marx. Slezkine:
La fe en el progreso es tan básica para la modernidad como lo fue la Segunda Venida para el cristianismo ("progresista" significa "virtuoso" y "cambio" significa "esperanza"). El 'totalitarismo' no es una mutación misteriosa: es un recuerdo y una promesa; un intento de mantener la esperanza a flote.
Por "totalitarismo" Slezkinde se refiere al sistema por el que los milenios apocalípticos velan por el cumplimiento de las condiciones que ellos creen ser la futura Nueva Jerusalén, la utopía en la que depositan su creencia.

El sistema de fe marxista profetizó una conflagración mundial - la Revolución - que imaginaba cómo los santificados (el proletariado) erradicarían del mundo a los malvados (la burguesía) y su falsa religión (el capitalismo). La Revolución establecería el comunismo: un paraíso en el que el Estado se marchitaría una vez resuelta la causa de la alienación humana. Marx despreciaba la religión, pero no creía que su sistema tuviera algo de religioso en absoluto. Tal como lo enseñó, su sistema era enteramente científico - convirtiendo así al marxismo en algo enteramente compatible con lo que las élites de la era de la Ilustración creían que era la fuente principal de autoridad.

En la Rusia de finales del siglo XIX reinaba un gran fervor apocalíptico y, por supuesto, había también un gran número de marxistas y otros grupos revolucionarios de izquierdas. Los bolcheviques mostraron ser los más despiadados y disciplinados de todos. Slezkine opina que no importa si la fe de los bolcheviques era realmente una religión o no. El hecho es que funcionó como tal. Si la religión es un conjunto de acuerdos sobre las realidades sagradas, a pesar de su creencia en la validez incuestionable de su objetividad a la hora de definir la veracidad de las realidades sagradas, y la comunidad se organiza en torno a esas creencias, entonces todos los estados de la tierra son religiosos. La "fe" bolchevique unió a las personas, centró su atención en lo que Slezkine llama "las condiciones últimas de su existencia", y les indicó cómo comportarse.

Para los bolcheviques prerrevolucionarios, sus sacerdotes y profetas eran los intelectuales, quienes manifestaban un comportamiento "religioso de acuerdo a su secularidad". Slezkine: "Una conversión al socialismo supuso una conversión a la intelligentsia, una fusión de fe milenaria y un aprendizaje de por vida."

La fe bolchevique fue fundada inicialmente por los intelectuales, principalmente a través de grupos de lectura. Una vez adoptada la fe marxista, todo lo demás en la vida parecía iluminarse. Los intelectuales salieron al mundo predicando la religión a los obreros. Estos misioneros, explica Slezkine, apelaron y trataron de intensificar el odio en los corazones de sus oyentes. Apelaban al sentido moral de la gente común impartiendo lo que ellos llamaban revelaciones proféticas, siempre y cuando se tomaran en sentido estrictamente religioso.

Los bolcheviques prerrevolucionarios denunciaron a los "filisteos", refiriéndose a la gente hundida en el lodo de su vida cotidiana, y careciendo de conciencia revolucionaria. Resulta escalofriante la descripción que le reservaban a esta gente. Slezkine llama a los filisteos la "estirpe que habita la antípoda del ser inteligente", es decir, el tipo de persona que los miembros de la intelligentsia concebían como su exacto opuesto. En la Rusia prerrevolucionaria, los intelectuales se consideraban parte de una especie de sacerdocio secular. Lo que escribieron sobre sus enemigos bajo el ardor de su éxtasis por la revolución fue una muestra de fanatismo extremo e inhumano. Slezkine:
Los revolucionarios triunfarían gracias a su afán de poder alimentado por su odio. Limpiaba el alma y se desbordaba igual que el diluvio del fin de los días.
El "fin de los días" es el día del Apocalipsis en el que la verdad se hace plenamente manifiesta, donde todo el mal, la injusticia y las mentiras son erradicados de la tierra con la llegada de la "furia sagrada". Slezkine cita memorias bolcheviques que recuerdan los días revolucionarios entre 1917-18. Puro éxtasis, igual que el día de Pentecostés en el Nuevo Testamento.

Slezkine recalca una distinción muy interesante:
Marx y Engels no eran utópicos, eran profetas. No hablaban de lo que tendría que ser un sistema de orden social perfecto, ni de cómo y por qué debería de ser adoptado o probado; sabían con absoluta certeza que este se estaba acercando, en aquel preciso momento, sin más, por la gracia de sus palabras y hechos.
Sin embargo, los bolcheviques tenían un plan complejo para la creación de utopías. Leyendo a Slezkine, no puedes evitar impresionarte por el poder y la disciplina que Lenin y sus lugartenientes ejercieron. Era uno de los hombres más malvados que haya existido jamás. Los relatos de Slezkine sobre asesinatos en masa de los enemigos de la clase bolchevique bajo la orden de Lenin convierte la sed de sangre de Robespierre en una bagatela. Pero era un verdadero genio revolucionario.

Para los jóvenes de la Rusia prerrevolucionaria, formar parte de estos grupos izquierdistas "le confería a uno un gran sentido de propósito, de poder y pertenencia". Fijese en esto: una razón que explica el avance de la conciencia revolucionaria es que los padres, muy a pesar de su dependencia de la estabilidad de la autocracia zarista, no retrocederían ante la radicalización de sus hijos. Slezkine: "A los 'estudiantes' casi siempre se les instigaba en su hogar, y casi nunca fueron condenados al convertirse en revolucionarios."

El bolchevismo en el poder trató de destruir la familia tradicional por considerarla incubadora del capitalismo. Slezkine describe cómo esta forma de radicalismo bolchevique dio paso a una ideología más conservadora de la familia debido a problemas que la sociedad soviética no conseguía resolver.

Fieles a su poder, los bolcheviques llevaron a cabo la destrucción apocalíptica del viejo orden, incluyendo el asesinato en masa de enemigos de clase. Acabo de llegar al punto de la narración de Slezkine donde describe la "Gran Decepción" - un término (tomado de los Milleritas) refiriéndose a la experiencia de no haberse cumplido la promesa de la llegada de la Nueva Jerusalén. Por lo que entiendo, Slezkine se prepara para la descripción de los espasmos homicidas de la década de 1930, bajo Stalin, que narra la reacción vengativa bolchevique ante el fracaso de la utopía. La utopía sólo pudo haber fracasado por culpa de la falta de fe de sus prosélitos, y por tanto merecen ser castigados por su infidelidad.

Entonces, ¿qué tiene que ver esto con nuestros propios Guerreros de la Justicia Social [SJW, por sus siglas en inglés]? Los paralelismos son evidentes. Una vez más, les animo a leer el análisis de James Lindsay sobre el sistema de fe postmoderno de la Justicia Social para más información. Creo que esto es lo que intuyen ahora quienes vivían bajo el comunismo de los Guerreros de la Justicia Social, es decir, lo que les asusta:

soviet pride poster LGBT
© designboom.comUnidos bajo la bandera por el orgullo de la madre patria #propagandaorgullo
Al igual que los primeros bolcheviques, los SJW están radicalmente alienados de la sociedad. Consideran a la gente ordinaria de la misma manera que los intellligentsia consideraban a los llamados filisteos: con desprecio visceral.

La justicia depende de la identidad del grupo. Para los marxistas, la línea entre el bien y el mal se desdibujaba entre las clases: el proletariado y los campesinos por un lado y la burguesía por el otro. El marxismo entiende la justicia como una cuestión de quitarle el poder a la burguesía para dárselo a las clases revolucionarias. Ciertas personas perteneciendo a la burguesía adquirieron conciencia revolucionaria y ayudaron a la revolución.

Del mismo modo, los SJW marcan una frontera entre grupos, basándose en la identidad del grupo. Los opresores son blancos, hombres, capitalistas, heterosexuales y cristianos. Los oprimidos son minorías étnicas, mujeres, anticapitalistas, LGBT, ateos y otras personas "marginadas". La justicia consiste en hacerse con el poder de los opresores y dárselo a los oprimidos. Algunos de los opresores adquieren conciencia revolucionaria y ayudan a la revolución; son los "aliados" y participan de los problemas de los oprimidos ayudándolos.

Los guerreros de la justicia social, al igual que los primeros bolcheviques, son intelectuales cuyo evangelio se difunde recurriendo a la agitación intelectual. Es un evangelio que promueve el odio en los corazones de aquellos que pretenden convertirse en los revolucionarios de la consciencia. Por ello es muy importante el establecimiento de su base en las universidades donde formar a los futuros trabajadores que se integrarán en las instituciones de la sociedad, cuando el odio ideologizado ya se haya cristalizado en ellos.

Los SJW creen que la ciencia está de su lado, incluso cuando sus afirmaciones no son científicas. Se trata del viejo truco utópico post-Illustración que consiste en hacer afirmaciones esencialmente religiosas, pero afirmando que objetivamente son ciertas al mismo tiempo. Cita de una historia del Times: "Todos nacemos no binarios. El género se aprende."

Los SJW son utópicos creyendo que el Progreso significa: aplastar cualquier forma en desuso por el bien de la liberación. Después de ser liberados de las cadenas que nos atan, experimentaremos una nueva forma de vida. Esta es una historia de la revista del New York Times, NYT Magazine, del 4 de junio sobre la destrucción de los géneros binarios:
Nuestra charla volvió a cambiar del pasado al futuro. Jacobs comentó lo de prepararse para el día en el que las personas que se cruzan por la calle dejarían de clasificarse al instante, inconscientemente, como hombres o mujeres, lo que incluso Jacobs hace reflexivamente. "No sé cómo serán los géneros dentro de cuatro generaciones", agregaron, a pesar de exponer así su utopía e ingenuidad. "Creo que nos percibiremos como personas. Las clasificaciones bajo las que vivimos se quedarán atrás" afirmaron.

Entre las voces de los jóvenes, resuenan ecos y amplificaciones del optimismo de Jacobs, junto con historias de conflictos en privado. "Hay tantos géneros como personas", me dijo Emmy Johnson con toda seriedad, una empleada no binaria de la clínica de Jan Tate. Johnson estaba a punto de inscribirse a una nueva aplicación de citas que atiende al género no binario. "El sexo es diferente para alguien no binario. Te liberas de los roles de género, y cuanto más te alejas de estos guiones, más placentero será el sexo." Su tono se volvía más triunfal: mejor será nuestra vida. "Los armarios del género están reventando", declararon.
En el caso de los Guerreros de la Justicia Social del transgénero, los padres pueden convertirse en los mayores defensores de sus hijos, igual que en la Rusia prerrevolucionaria con los jóvenes radicales. Una madre angustiada por un transexual que se había convertido en mujer me contó que en la escuela secundaria de su hijo, la presión sobre los padres por parte de otros padres a favor de la supresión de cualquier duda sobre transexualismo era intensa. Tenemos otra anécdota del mismo recorte que acabo de mencionar de la revista NYT Magazine:
Kai creció en los suburbios de Maryland, a las afueras de Washington; sus padres son economistas. Hacía un año y medio que la inclinación de su hijo como transgénero se había insinuado en la mente de los padres. Según Kai estuvieron dispuestos "a pasar por la puerta" que les había abierto sin reticencia, refiriéndose a la puerta de entrada como su propio reflejo. Los padres leyeron un escrito creativo que su hijo les había entregado, una meditación que recurría al dadaísmo para explicar el sinsentido de verse obligado a optar entre dos opciones. Su madre le preguntó si podía comprarle ropa nueva. "Comprar ropa era algo que siempre habíamos hecho", explica. "Era su manera de decir: 'quiero seguir siendo parte de tu vida'". Ahí sí que se puede decir que entró por la puerta. "Teniendo en cuenta lo nervioso que me pongo cuando entro en una sección masculina para probarme pantalones, con lo que supone para mí tener que soportar las miradas de la gente curiosa acerca del probable género al que pudiera pertenecer, enfrentarme a todo eso yo solito hubiera sido realmente difícil. Pero allí estaba mi madre, como si no pasara nada. Y eso le confirió una sensación de normalidad".
He aquí una diferencia interesante: hasta donde sé, la mayoría de los SJW no tienen una concepción clara sobre la utopía. ¿Cómo será el mundo cuando el blanco haya sido derrotado de una vez por todas? ¿O cuando la masculinidad tóxica haya sido completamente vencida? Y así sucesivamente. Ellos no lo saben; todo lo que saben es que estas cosas tienen que desaparecer y que pasarán a la historia. Lo primero es destruir el viejo mundo con sus estructuras corruptas. Desde el punto de vista de los que serán aplastados por estos revolucionarios, realmente no importa que tengan algo planificado o no después de haber sido derrocados.

Otra diferencia interesante, una particularmente importante: Los SJW pueden querer destruir las prácticas opresivas, pero a diferencia de los bolcheviques, no quieren destruir las instituciones de la sociedad. Más bien, quieren conquistar y administrarlas. La religión de la Justicia Social ya ha conquistado la universidad, señala James Lindsay, y se está desplazando rápidamente hacia otras instituciones que incluyen los medios de comunicación (el NYT es su Pravda), el derecho, la tecnología, el entretenimiento y el corporativismo americano. El sistema de fe de la Justicia Social es fácilmente adaptable desde las instituciones del capitalismo burgués, hecho que oculta su mismo radicalismo.

Las personas que han vivido en sociedades con este tipo de ideología -emigrantes de países del bloque soviético- saben lo que oculta el velo. En mi nuevo libro, haré todo lo posible para ayudar a los lectores a ver a través de sus ojos. Mientras tanto, si usted está realmente interesado en la Revolución Rusa, le recomiendo encarecidamente la lectura de The House of Government, en total 1.128 páginas. Yuri Slezkine es un narrador magistral. Se lee igual que una novela.
Sobre el autor

Rod Dreher es editor jefe de The American Conservative. Ha escrito y editado para el New York Post, The Dallas Morning News, National Review, el South Florida Sun-Sentinel, el Washington Times y el Baton Rouge Advocate. El comentario de Rod ha sido publicado en The Wall Street Journal, Commentary, the Weekly Standard, Beliefnet y Real Simple, entre otras publicaciones, y ha aparecido en NPR, ABC News, CNN, Fox News, MSNBC y la BBC. Vive en St. Francisville, Louisiana, con su esposa Julie y sus tres hijos. También ha escrito cuatro libros, The Little Way of Ruthie Leming, Crunchy Cons, How Dante Can Save Your Life y The Benedict Option.