Tal vez la mayoría de personas leyendo este artículo se encuentren confinadas dentro de sus hogares después de que nuestros gobiernos, y aparentemente todas las personas a nuestro alrededor, impulsaran medidas de cuarentena para combatir la ficticia amenaza del coronavirus.
Courage tiger fear risk
© Pixbay
Así que hoy me gustaría reflexionar un poco sobre varios conceptos que me parecen importantes recordar. Conceptos que parecen olvidados o que tal vez han sido sacrificados en medio de la histeria que parece haber tomado prisionera a la sociedad global.

A Benjamin Franklin se le atribuye la siguiente frase: "Aquel que sacrifica su libertad en nombre de la seguridad, no merece tener ninguna de las dos". Creo que dentro de esta frase existe la suficiente información como para vislumbrar y comprender lo que ocurre no sólo a nuestro alrededor, sino probablemente también dentro de nosotros.

En el mundo de la psicología cognitiva existe el concepto de los límites saludables, este concepto se refiere a la necesidad de construir límites sanos con los que diferenciar nuestro "adentro" de nuestro "afuera". Llegar a construir fronteras sanas requiere años de calibración, trabajo y conocimiento.

La soberanía personal está íntimamente atada al concepto de los límites saludables, nuestras decisiones tienen lugar dentro de las fronteras de nuestro ser, y afuera de ellas, ejecutamos estas decisiones e interactuamos con el mundo exterior.

Una de las mejores analogías para explicar el concepto mencionado es precisamente comparar nuestro mundo interior con nuestros hogares físicos. Dentro de las fronteras de nuestras casas, somos seres soberanos, y sobre todo, nos encontramos seguros. Esta seguridad es valiosa e invaluable solamente en contraste con el riesgo que implica interactuar lejos de ella con el impredecible mundo exterior. O dicho de otra manera, la seguridad se hace valiosa solamente cuando coexiste con la libertad necesaria para tomar el riesgo de vivir.

Es a través del balance de estas condiciones que los actos de coraje transforman nuestras vidas. No es huyendo hacia la seguridad donde encontramos nuestra fuerza, no es quedándonos siempre adentro como nos fortalecemos, sino a través de la expresión de nuestra libertad para enfrentar la inseguridad cotidiana.

Es a través de romper viejos paradigmas internos y explorar ideas nuevas que nuestras mentes permanecen jóvenes y abiertas, y tal vez después de una dolorosa admisión de ignorancia, expandimos nuestra visión del universo y crecemos.

La propagación del miedo por el coronavirus generó una reacción tal, que hoy todos parecemos contentos de sacrificar nuestra libertad, retirarnos hacia el mundo interior de nuestros hogares y obligar a los demás a hacer lo mismo. Esta respuesta de miedo hace que nuestra libertad desaparezca casi por completo. Esta es la razón por la que se necesitan campañas para hacernos creer a todos que quedarnos adentro es "hacer nuestra parte". No lo es.


Y si prestan atención, esto consigue que la seguridad de la que gozamos dentro de nuestros hogares se convierta en una sensación incomoda, falsa y agotadora. Hace que nuestros hogares, los refugios a los que deberíamos regresar con deseo, que no deberíamos querer dejar, se conviertan en lugares llenos de ansiedad.

Es como si alguien nos obligara a no expresar nuestros pensamientos o sentimientos, nuestras dudas y nuestros miedos, y vivir siempre dentro de nuestras propias mentes. Es como si nos prohibieran hablar, o reír o interactuar con otros seres humanos (algo que de hecho se está impulsando hoy).

Es por esta razón que las palabras de Franklin toman valor, si alguien sacrifica su libertad en pos de la seguridad, esta última pierde valor y se convierte en una prisión. Hoy en día todos parecemos prisioneros de un miedo infundado, impulsado por los medios de comunicación, nuestros líderes y peor aún, nuestros vecinos.

Esto es especialmente trágico cuando la razón por la cual estamos sacrificando nuestra libertad es una falacia de proporciones globales.

Lo trágico y realmente malévolo de las medidas que nuestros gobiernos han impulsado, no fue robarnos la opción de salir, fue robarnos la opción de quedarnos adentro. Han invadido y violado nuestros refugios íntimos donde recargamos nuestras baterías, contemplamos nuestros días y aprendemos. Los lugares físicos y mentales donde nos evaluamos con honestidad, donde nos hacemos vulnerables y donde tomamos la gran mayoría de nuestras decisiones.

Han convertido nuestros hogares en prisiones, y lo peor es que esto no hubiese sido posible sin nuestra participación.