McConaughey y Harrelson
McConaughey y Harrelson se meten en la piel de dos detectives en la serie True Detective.
Verán, todo lo que está fuera de nuestra dimensión, esa es la eternidad, la eternidad mirándonos desde arriba. Ahora, para nosotros (nuestra dimensión) es una esfera, pero para ellos (nuestra dimensión desde la eternidad) es un círculo.
Este es un fragmento del monólogo de Rust, el personaje agudo y tenso de la serie televisiva True Detective interpretado por Matthew McConaughey durante su interrogatorio en la jefatura de policía de Luisana en relación a un caso en el que trabajó cuando era parte del cuerpo policial; una escena que de manera intermitente pero hábil se extiende por más de la mitad de la temporada. Quien crea que en EEUU no se hacen buenas producciones, distantes de toda esa parafernalia hollywoodense sobre superheroes que, siendo personajes ficticios sometidos a situaciones irreales intentan dentro de un formato ficcional dar lecciones sobre la "realidad" y que además ha sido deliberadamente migrada desde círculos instauradores de las tendencias de las masas (demasiadas excepciones para ser tomado en serio), se equivoca. Nic Pizzolatto da crédito de ello. Ahora bien, ¿Qué querría decir el personaje con ésta frase? En síntesis, que para una inteligencia muy por encima de la humana nuestra percepción de la realidad sería harto primitiva, mientras que para nosotros la de ellos resultaría infinitamente incomprensible. ¿Por qué? Porque aquellos tendrían, además de un conocimiento más exacto del universo y su funcionamiento, la capacidad de asimilar y procesar esta información.

Cuando en 1991 se anuncia públicamente el nacimiento de la World Wide Web comenzaría el surgimiento una dicotomía en el mundo, o mejor dicho, el nacimiento de un mundo paralelo al conocido, es decir el físico: el mundo digital. Hoy gracias a las muchas ventajas que ofrece éste gran parte de nuestra actividad se desarrolla en él. Desde operaciones personales y domésticas como las compras en linea y transacciones bancarias, hasta asuntos no menos sensitivos pero sí mucho más complejos, como las plataformas de videoconferencia utilizadas tanto a nivel corporativo como gubernamental, tan recurridas durante la época de la pandemia, y no entremos en detalle sobre su uso industrial, tecnológico, académico y de seguridad. La internet nos ha permitido interactuar a distintos niveles sensoriales con otros sin la necesidad de movernos de nuestro sitio. Todo ello parece muy conveniente si bien esta comodidad es técnicamente inofensiva. Pero ¿de qué manera esta nueva forma de existencia afecta nuestra percepción del mundo físico? La respuesta parece encontrarse a su vez en la contestación a las siguientes preguntas aparentemente triviales ¿en qué podría asemejarse una persona que luego de muchos intentos comienza a apreciar el sabor rancio de los quesos maduros, con un temeroso debutante en el consumo de estupefacientes que al año lo hace despreocupadamente ante otros, con el usuario de un teléfono móvil quien con el tiempo ha perdido la destreza de memorizar los números telefónicos y alguien que al desarrollar la habilidad de encontrar rápidamente la información necesaria en internet ha perdido la capacidad de conservar esta en la memoria? Pues que eventualmente la mente, para bien o para mal acaba por adaptarse a lo que se le somete. Entonces, habríamos también de considerar que la habitualidad a lo cómodo eventualmente podría afectar el rendimiento de nuestro ingenio. Además, posterior al desarrollo de internet, generaciones enteras aprendieron a construir sus aptitudes sociales y la percepción acerca de si mismas en espacios virtuales en donde las leyes gobernantes han siempre estado determinadas por los creadores de estos espacios sin necesidad de que esas leyes cumplan con una lógica equiparable con la realidad física. Sin embargo, esto no está por defecto mal; la fantasía es parte de la arquitectura de nuestro pensamiento; nos permite comprender la realidad mediante su explicación a través de analogías metafóricas y fabulescas.

En ocasiones diferentes tuve la oportunidad de visitar dos lugares emblemáticos dentro de la cultura urbana: el Castillo de Vlad Dracul en Transilvania, Rumania (Drácula de Bram Stoker) y la ciudad-Estado de Dubrovnik en Dalmacia, Croacia (Juego de Tronos de HBO) y en ambos casos observé el mismo fenómeno: a pesar del significativo pasado de los dos destinos, sin importar de cuan lejos vinieran eran muy pocos los viajeros que visitaban estos lugares por su valor histórico sino porque habían sido escenarios de historias ficcionales. Esas estructuras de piedra se habían convertido en testigos de eventos que nunca habían ocurrido porque la fantasía no complementaba la realidad, como ocurre con la metáfora y la fábula, sino que creaba una realidad paralela siendo en esta la fábula la versión oficial, la "realidad" en sí.

En la pornografía ocurre lo mismo que con la realidad virtual: nada de lo que ahí aparece es real, en el supuesto más provechoso data, es fantasía. Y como con Dubrovnik o el castillo de Bran, hoy existe una transformación deliberada de la realidad física en fábula, conducente a una existencia online aún estando offline con el señuelo de ser ahí todo lo que no se puede ser aquí, a través del mismo camino que hicieron el junkie quien al año no le importó encender un porro entre la multitud o el catador finalmente refinado a la caza del queso cada vez mas maduro: la persistencia y la retribución si bien en una realidad que puedan controlar. Pero se trata de un pensamiento mágico reforzado por una ficción tentativamente proyectada en la realidad física mediante una narrativa mágica que esparcida por completo en el ciberespacio (incluyendo redes sociales y fuentes de noticias) intenta reemplazar una versión de esa realidad por otra, cuando la versión original de esta no tiene un botón de reinicio, los humanos no tienen superpoderes ni son infalibles a la muerte. No somos lo que creemos ser, somos lo que la realidad dictamina y eso les resulta insoportable. Por ello quienes no son conscientes de esto están como dice Rust de True Detective (ahora sí, la ficción sirviendo de explicación de la realidad), creyendo que viven dentro de una esfera cuando los demás desde arriba, desde la eternidad, ven solo un círculo.