Traducido por el equipo de SOTT.net

Tucker ha realizado un épico tour de force condenando al Estado Profundo, que durante los últimos 6 años se ha centrado únicamente en un objetivo: apartar a la única persona que se interpone en su camino, y en el camino de innumerables neoconservadores y especuladores de la guerra para conseguir sus billones en despojos: Donald Trump.
TCarlson
© Fox NewsTucker Carlson
A pesar de una orden de "cese y desista" de Fox News, Tucker Carlson está de vuelta esta noche con el tercer episodio de su programa "Tucker en Twitter". Tras más de 115 millones de visitas en el primero y casi 60 millones en el segundo, el debate de esta noche sobre la acusación contra el expresidente Trump será sin duda la noticia más vista del día (a pesar de la euforia de CNN/MSNBC por los acontecimientos del día).

Reflexionando sobre los acontecimientos del día en Miami, Carlson señaló que "las noticias por cable transmitieron cada momento... pero no estaban conmocionados... cualquiera que haya estado prestando atención sabía que esto iba a pasar...".

Pero prosigue: "lo que acaba de ocurrir iba a ocurrir, ha sido inevitable desde el 16 de febrero de 2016... ese es el día en que Donald Trump puede convertirse en enemigo de sangre de la más grande y poderosa organización de la historia de la humanidad, el gobierno federal de EEUU".

¿Cómo convirtió a esa fuerza en un enemigo? No fueron los violadores de México o el comercio con China, las historias que dominaban las noticias en ese momento...
" [...] lo que le importa al 'Washington permanente' entonces y ahora es la política exterior, las invasiones, las ocupaciones y las guerras por poder [...] las políticas que vienen con etiquetas de precios de billones de dólares".
En el minuto 2:56, Carlson muestra el momento exacto en que el "Washington permanente" decidió enviar a Donald Trump a la cárcel, del Debate de Candidatos Republicanos...
"Nunca deberíamos haber estado en Irak, hemos desestabilizado Oriente Medio...".
Pero fue esta línea la que condenó a Trump al arresto de hoy...
"[...] Mintieron [...] dijeron que había armas de destrucción masiva, no las había [...] y sabían que no las había".
Eso selló su destino porque:
"Eso era lo único que no estaba permitido decir porque implicaba a demasiada gente de ambos bandos.".
Acusa a políticos de ambos partidos, como Hillary Clinton, Paul Ryan, Mike Pence, Nikki Haley y Mike Pompeo, de traicionar la agenda de Trump y trabajar contra él desde dentro.
"[...] Todos eran culpables de ello [...] todos lo sabían y todos mintieron, y a quien odiaban era a Donald Trump por exponerlos".
Carlson señala que la acusación de Trump se considera tanto política como ideológica, dirigida a descalificar a quienes critican las guerras, al poder establecido de Washington por priorizar las intervenciones globales y las acciones militares sobre las preocupaciones domésticas, y a destacar la disparidad entre la enorme cantidad de gasto gubernamental y el estado de deterioro de las infraestructuras públicas en todo el país.

Carlson arremete con lo siguiente...
"Trump es el único que disiente de la agenda bélica sin sentido de Washington desde hace mucho tiempo [...] y por eso, por ese único hecho, están intentando eliminar a Trump antes de que podáis votarlo.

[...] y eso debería disgustaros más que cualquier cosa que haya ocurrido en la política estadounidense en la vida.

[...] Sí, Donald Trump es un hombre imperfecto; pero sus pecados son menores comparados con los de sus perseguidores".
El espectáculo de la persecución de Trump revela la impotencia de los votantes en Estados Unidos, y como concluye Carlson instando a la gente a preservar la democracia: "Los principios de EEUU están en juego".

Transcripción completa a continuación:
La Administración Biden arrestó a Donald Trump esta tarde. Lo han procesado y le han tomado las huellas dactilares en un juzgado de Miami, como el delincuente acusado que técnicamente es ahora.

Estos fueron los primeros pasos en un proceso que está diseñado para poner a Donald Trump entre rejas por el resto de su vida.

Los noticieros por cable transmitieron cada momento en directo, "algo sin precedentes" nos dijeron con un tono que parecía de conmoción. Pero no estaban conmocionados, sabían que esto iba a pasar. Todos los que han prestado atención sabían que lo que acaba de ocurrir iba a ocurrir.

Era inevitable desde el 16 de febrero de 2016. el día en que Donald Trump se hizo enemigo de sangre de la organización más grande y poderosa de la historia de la humanidad, que sería el gobierno federal.

A pesar de lo que podáis recordar no fue nada de lo que Trump había dicho sobre inmigración, o comercio con China, o violadores de México; esas son las historias que dominaron los titulares ese año, "Trump es un racista, gritan, deténganlo".

Pero dentro de Washington eso era sólo ruido, nada que realmente importara; la política de identidad no significa mucho para el Washington permanente, lo que importa (entonces y ahora) es la política exterior, las invasiones y ocupaciones, y guerras de poder: las decisiones que determinan qué poblaciones globales prosperarán y cuáles morirán. Las políticas que tienen un precio de billones de dólares, las que con el tiempo han hecho de los condados que rodean DC los suburbios más ricos del mundo.

En Washington eso es lo que realmente importa, y es obvio cuando se mira con atención. Cuando hay un debate sobre cualquier otra cosa, por ejemplo el techo de la deuda, ambos bandos adoptan sus posiciones asignadas y empiezan a gritar. Pero cuando el Congreso decide iniciar una guerra (sin importar lo estúpida o contraproducente u obviamente desconectada de los intereses centrales de EEUU que pueda estar), cuando eso sucede los líderes de ambos partidos automáticamente saltan detrás de ella como payasos de circo.

Y se quedan ahí, a veces durante décadas. Defienden esa guerra implacablemente contra toda evidencia, hasta que alguien finalmente da la voz de alarma y pueden empezar a admitir que en realidad tal vez no fue una gran idea. La buena noticia es que hemos aprendido muchas lecciones importantes.

Al final suelen decir algo así, pero sólo después de que las emociones se hayan enfriado y los detalles condenatorios hayan empezado a desvanecerse de la memoria colectiva. Es una disculpa que en realidad no es una disculpa, y mucho menos un arrepentimiento, y en cualquier caso es demasiado tarde para que importe.

Pero hasta entonces eso es todo lo que vais a conseguir, hasta entonces no se permite la disidencia; esa es la primera regla de Washington.

Pero de alguna manera Trump no se molestó en seguirla. Él no es de la ciudad, así que tal vez no sabía que era una regla, o tal vez simplemente no le importaba. En cualquier caso, siete años y medio después podemos señalar el momento preciso en que Washington decidió enviar a Donald Trump a la cárcel. Aquí está, en el debate de candidatos republicanos en Greenville, Carolina del Sur:

"Nunca deberíamos haber estado en Irak; hemos desestabilizado Oriente Medio. Mintieron, vale. Dijeron que había armas de destrucción masiva, no las había y sabían que no las había, no había armas de destrucción masiva".

Nunca deberíamos haber estado en Irak, dijo Trump. Desestabilizamos Oriente Medio. En el momento en que Trump dijo eso, muchos votantes de las primarias republicanas empezaban a llegar a la misma conclusión; cómo no iban a hacerlo. Pero fue la siguiente frase la que condenó a Trump al arresto de hoy. "Mintieron", dijo, "no había armas de destrucción masiva", y sabían que no las había.

Ahora bien, cuando dijo eso unos pocos en la multitud abuchearon, la mayoría se quedó sentada en silencio atónito. ¿Puede decir eso? Bueno, lo dijo de todos modos y al decirlo selló su destino. Eso era lo único que no se le permitía decir porque implicaba a demasiada gente de ambos bandos, que en este tema es en realidad un solo bando.

Hillary Clinton era culpable de ello, pero también lo era Paul Ryan. Todos ellos eran culpables; todos lo sabían, todos mintieron y, en cierto modo, odiaban a Donald Trump por haberlos desenmascarado.

Después de eso, estaba bastante claro que, incluso si salía elegido presidente, Trump iba a tener muchas dificultades para controlar el gobierno federal del que se suponía que estaba a cargo. La mayor parte del Washington permanente decidió que frustrar a Trump era la misión más importante de sus vidas. Todo dependía de ello, muchos de ellos lo dijeron públicamente. Pero otros no lo dijeron públicamente; de hecho, los más sigilosos tomaron otro camino: corrieron hacia Trump, no se alejaron de él. Le hicieron la pelota, se congraciaron con él (el hombre que intuían que era susceptible de adulación, como lo es Trump) y lo hicieron para subvertir su nueva Administración desde dentro.

Eran varios y se les reconocía enseguida: eran aduladores. Invariablemente, los que más adulaban a Trump eran los que más le odiaban y los que más en desacuerdo estaban con sus puntos de vista. Se les veía en los pasillos de la Casa Blanca y en las ruedas de prensa; estaban allí babeando a su jefe con un elaborado ensalzamiento de sí mismos como si se dirigieran a un monarca o a un Dios.

Era una escena de la Corte otomana, era sucia y decadente, y era falsa. Mike Pence, Nikki Haley, Mike Pompeo, Lindsey Graham en el Congreso. Todos ellos llamaron a Trump un genio visionario... hasta el momento en que perdió el poder y entonces desenvainaron su verdadera agenda (como siempre la agenda de guerra neocon) y se amontonaron con la máxima fuerza.

Aquí está Mike Pompeo, por ejemplo, en Fox news esta mañana:

"El presidente Trump tenía documentos clasificados donde no debería haberlos tenido. Y cuando se le dio la oportunidad de devolverlos decidió no hacerlo por la razón que fuera... cuando alguien identifica que tienes que entregarlos. Así que eso es simplemente incompatible con la protección de los soldados estadounidenses, marineros, aviadores e infantes de marina... y, si las acusaciones son ciertas, algunos de estos eran documentos importantes bastante graves... así que eso está mal".

Que los futuros historiadores que esperen desvelar los misterios del Washington del imperio tardío estudien ese vídeo, porque lo revelará todo. Ese mismo Mike Pompeo (el que se está mofando de Donald Trump en televisión esta mañana), ese tipo sirvió a Donald Trump como director de la CIA y como secretario de Estado. Los dos puestos más poderosos del gobierno federal, y mientras trabajó en esos puestos Pompeo prometió, de hecho juró, apoyar la agenda del presidente.

¿Por qué? Porque así es como funciona la democracia: se vota a un candidato en la creencia de que sus designados llevarán a cabo las políticas por las que se ha votado. No se trata del presidente, sino de ti, el votante.

Pero Pompeo no hizo eso, ni siquiera lo intentó. De hecho, socavó en todo momento el compromiso a menudo declarado de Trump con la paz y la no intervención en el extranjero; cada una de sus horas de vigilia las dedicó a fomentar la guerra en algún que otro país extranjero lejano. Irán, Siria, Rusia, Corea del Norte... la lista es interminable, pero en lugar de decirle a Trump que no estaba de acuerdo con sus ideas, como haría un hombre, Pompeo se puso como un sapo ante Trump (un hombre al que despreciaba) de la forma más exagerada imaginable.

Preguntadle a cualquiera que trabajara en la Casa Blanca en aquella época quién era la persona que más le decía a diario a Donald Trump que era guapo, viril, elegante y poderoso. "Mike Pompeo" será la respuesta consensuada. Aquellos de nosotros que vimos de primera mano la implacable adulación de Pompeo nunca lo olvidaremos: era indeleblemente repulsivo. Nadie que se respete a sí mismo podría hacer algo así, pero Mike Pompeo lo hizo sin esfuerzo, con fruición y brío. Ahora esta misma persona está diciendo a los espectadores de Fox News que teme por la seguridad de nuestros militares, nuestros soldados, "Marineros, Aviadores e Infantes de Marina" en la frase aprobada, porque Donald Trump se llevó algunos documentos clasificados a casa y no los devolvió inmediatamente a los Archivos Nacionales.

Menuda mentira: Mike Pompeo sabe que lo es. Pasó toda su vida en Washington. Washington es una ciudad donde los memorandos internos sobre el Día del Trabajo están clasificados porque todo está clasificado. Vuestro gobierno ha clasificado más de mil millones de documentos federales, la mayoría de ellos aburridos e inútiles y sin peligro para nadie, y los ha guardado en secreto. No puedes verlos porque puedes que sea un ciudadano estadounidense, pero en realidad no... y por lo tanto no tienes las autorizaciones necesarias para saber lo que está pasando.

Y, por cierto, nada de esto se hace con el fin de hacer un EEUU más seguro, más de lo que las restricciones covid fueron diseñadas para mantenerte sano. No, se trata de un sistema de castas, y tú eres el intocable en esta jerarquía.

Mike Pompeo lo sabe, todos los que trabajan en Washington lo saben.

¿Cuántos documentos secretos creéis que Dick Cheney se llevó a casa mientras dirigía la guerra de Irak? ¿Cuántos leyó su esposa? Nunca tuvo autorización. Nunca sabremos la respuesta porque no hay ninguna posibilidad de que Dick Cheney sea investigado, o de que a sus empleados se les pida que lleven micrófonos en su presencia. Nunca será acusado por esto.

Por supuesto que no: Dick Cheney es un neocón, Donald Trump no lo es. Dick Cheney apoya la guerra con Rusia, Trump no. Esa es la diferencia: el resto es sólo una distracción.

El enjuiciamiento de Donald Trump es transparentemente político. Es literalmente el principal oponente político de Joe Biden. Tiene más del 60 por ciento de las encuestas entre los votantes republicanos en este momento. Así que Joe Biden está haciendo lo que ningún presidente se ha atrevido a hacer. Está utilizando a las fuerzas del orden para encerrar a su principal rival: eso está ocurriendo ahora mismo, y cualquiera que lo niegue os está mintiendo.

Pero en realidad es peor que eso, la persecución de Trump no es solo política, es ideológica. A nadie con los puntos de vista de Trump se le permite tener poder en este país. Critica nuestras guerras y estás inhabilitado, si sigues así te enviaremos a prisión.

Ese es el mensaje que está mandando Washington, no sólo el partido demócrata, sino los dos partidos.

Como tantos republicanos, por ejemplo, el supuestamente conservador gobernador de Texas, Greg Abbott, se pasó el día de ayer ignorando por completo la destrucción del sistema judicial estadounidense. En lugar de eso, firmó un importantísimo proyecto de ley llamado crown act, que, según el tuit de celebración que envió para conmemorarlo, "prohibirá la discriminación basada en texturas y peinados históricamente asociados a la raza". En otras palabras, en Texas las trenzas están ahora protegidas por ley, tener opiniones no aprobadas sobre Ucrania no.

Eso está bien para la mayoría de los republicanos electos: encuentran a Trump fastidioso y vergonzoso, sus donantes le odian; no se entristecerán si muere en la cárcel.

Pero qué pasa con los votantes: ¿qué están aprendiendo de este espectáculo? Bueno, sobre todo están aprendiendo que no tienen ningún poder porque nadie se preocupa por ellos.

Pero eso ya lo sabían. A diferencia de muchos de nuestros líderes electos, han estado en EEUU recientemente. Saben cómo es. ¿Lo habéis visto? Si tenéis unos días este verano averiguadlo, haced un viaje por carretera y comprobadlo por vosotros mismos. Conducid 500 millas en cualquier dirección y luego volved a casa. ¿Cómo están las cosas? El gobierno federal gastó seis billones y medio de dólares el año pasado. Eso es más de lo que cualquier gobierno ha gastado nunca. Así que, como mínimo, cabría esperar unas carreteras públicas impecables. Oh no, eso no es lo que ves cuando conduces por este país; hay baches y barreras de Jersey por todas partes. Parece Tegucigalpa antes de que los chinos decidieran reconstruir la infraestructura de Honduras. No tenemos a China comprando nuestras carreteras, así que se están cayendo a pedazos.

Uno pensaría que la gente con la que se cruza en su viaje por carretera parece feliz y próspera; de nuevo, este es un país muy rico. Pero muchos no lo parecen. Muchos parecen drogados. Los ves arrastrando los pies junto a escaparates cerrados en pequeñas ciudades. Y te preguntas, al ver todo esto, ¿dónde ha ido a parar todo el dinero que desde luego no está aquí?

Bueno, está en Washington, está en Fairfax, en los condados de Loudoun, y en el frondoso y perfectamente cuidado noroeste de DC. Y, por supuesto, una gran parte fue a Ucrania, a Zelenski y a sus amigos. No porque hayáis votado a favor; no votásteis para dárselo, nunca lo haríais, sino porque Joe Biden y sus muchos aliados, desde Chuck Schumer hasta Mitch McConnell y Paul Ryan, y todos los presentadores de televisión creen que Ucrania, sus fronteras, su futuro y su infraestructura son más importantes que la ciudad en la que vives.

Sinceramente piensan eso, y es obvio que todos los que están en el poder piensan eso... excepto Donald Trump.

Digan lo que digan de él, Trump es el único hombre con posibilidades reales de convertirse en presidente que disiente de la inútil agenda bélica de Washington. Y por ese único hecho están intentando eliminar a Trump antes de que podáis votarlo, y eso debería disgustaros más que cualquier cosa que haya ocurrido en la política estadounidense en toda la vida.

Incluso si no planeáis votar a Donald Trump, incluso si moriríais antes de votarlo (lo que es vuestro derecho, y un montón de buena gente se siente de esa manera), aún así, la destrucción de nuestra democracia, que es el derecho de los votantes a apoyar a cualquier candidato que quieran, incluso los candidatos que no quieren la guerra con Rusia, la destrucción de eso debe mantenerlo a uno despierto por la noche.

Sí, Donald Trump era un hombre imperfecto pero sus pecados son menores comparados con los de sus perseguidores.

En esta vida no podemos elegir a nuestros mártires, sólo podemos elegir nuestros principios... y los de Estados Unidos están en juego.