.Traducido por el equipo de SOTT.net
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El exceso de muertes por causas ajenas al Covid, como la insuficiencia cardiaca y el ictus, se ha disparado desde el despliegue de la vacuna, pero ha tendido a correlacionarse con las oleadas de Covid al menos tanto como con las campañas de vacunación. Esto ha alimentado la especulación de que la causa subyacente no es la lesión vacunal (u otra cosa), sino el "Covid silencioso", que según la hipótesis se produce cuando la enfermedad mata pero sin registrarse como infección o durante la fase posterior a la infección.

Los que desconfiamos de las nuevas vacunas hemos sugerido que una interacción entre la infección y la vacuna podría ser la responsable, como un ataque autoinmune cebado por la acción de la vacuna al desencadenar la producción sostenida de la proteína de la espícula en numerosos órganos del cuerpo, incluidos el corazón, el sistema circulatorio y el cerebro.

Ahora, un nuevo estudio del estado norteamericano de Georgia añade apoyo a esta teoría. Publicado en Frontiers in Neurology, concluye que quienes sufrieron una infección por Covid en las tres semanas siguientes a su primera dosis de vacuna tuvieron un riesgo hasta ocho veces mayor de sufrir un ictus en comparación con quienes fueron vacunados pero no sufrieron una infección posterior a la vacuna. El cardiólogo Dr. Peter McCullough ha escrito sobre el estudio en su página de Substack, Courageous Discourse.
Nahab y sus colaboradores de Emory analizaron una base de datos estatal de receptores de la vacuna COVID-19. Aproximadamente cinco millones de georgianos adultos recibieron al menos una vacuna COVID-19 entre diciembre de 2020 y marzo de 2022: el 54% recibió BNT162b2 [Pfizer], el 41% recibió mRNA-1273 [Moderna] y el 5% recibió Ad26.COV2.S [J&J]. Aquellos con infección concurrente por COVID-19 en los 21 días posteriores a la vacunación tenían un riesgo [ocho veces] mayor de ictus isquémico (OR = 8,00; IC 95%: 4,18, 15,31) y [un riesgo cinco veces mayor de] ictus hemorrágico (OR = 5,23; IC 95%: 1,11, 24,64).

Este análisis muestra uno de los muchos grandes peligros presentes en el rápido desarrollo y despliegue de vacunas sin suficientes datos de seguridad y seguimiento. El ictus es un resultado devastador y parece que un gran número de casos debilitantes podrían haberse evitado si las vacunas COVID-19 se hubieran retirado del mercado en enero de 2021 por el exceso de mortalidad. Los pacientes de este estudio se habrían ahorrado el ictus y la discapacidad.
Nótese que en este estudio no se hizo ninguna comparación con los no vacunados.

El Dr. McCullough afirma que los datos ponen de relieve la necesidad de una "desintoxicación de la proteína de la espícula", para lo cual él y sus colegas han desarrollado un protocolo de tratamiento, cuyo manuscrito está actualmente "cercano a publicarse".