La semana pasada, asistí en primera fila a la audiencia del Subcomité de Seguridad Nacional, Fronteras y Asuntos Exteriores del Comité de Supervisión y Responsabilidad de la Cámara de Representantes sobre fenómenos anómalos no identificados (FANI), también conocidos como OVNI. Los tres testigos ofrecieron un testimonio extraordinario sobre sus observaciones de naves aéreas con características de rendimiento muy superiores a las de las aeronaves modernas, así como sobre su conocimiento de un programa oculto del gobierno de EEUU de recuperación de accidentes de dichos vehículos y de sus operadores no humanos.
Los testigos eran antiguos oficiales del ejército estadounidense con hojas de servicios estelares. Su mensaje al Congreso era que no estamos solos, que poseemos una tecnología que no tiene parangón en el sector público ni en el privado, y que el gobierno de EEUU ha ocultado durante décadas esta información revolucionaria.
¿Cómo ha respondido nuestra sociedad? Citando una evaluación de Forbes, "Internet se encogió de hombros". Después de algunos breves reportajes de las principales cadenas de noticias, volvieron su atención a la cobertura casi a tiempo completo de los sombríos panoramas legales que rodean a Hunter Biden y Donald Trump.
Tal vez la era de las noticias falsas ha insensibilizado al público ante revelaciones notables como estas, por lo que me siento obligado a compartir mi perspectiva para arrojar luz sobre su validez e implicaciones.
Como oficial retirado de la Marina de los EEUU, puedo dar fe de la integridad y autenticidad de los dos pilotos que testificaron: el comandante retirado David Fravor y Ryan Graves. He servido en tres portaaviones y cuento con muchos aviadores navales como amigos íntimos. Estos dos testigos son auténticos.
También lo es David Grusch. Como oficial de guerra de información de la Marina, trabajé estrechamente con la comunidad de inteligencia y con el antiguo mando de Grusch, la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial. A mí también me han metido en programas de acceso especial, y entiendo cómo funcionan los sistemas de clasificación y las autoridades del Departamento de Defensa. Su testimonio es cien por cien creíble.
Puede que a la sociedad le lleve tiempo asimilar esta audiencia histórica, pero lo mejor que podemos hacer es responder inmediatamente de la siguiente manera:
1) El Congreso de EEUU debe seguir exigiendo al Departamento de Defensa y a la comunidad de inteligencia que revelen al público la información, los datos y los materiales FANI. El Comité Selecto de la Cámara de Representantes que Tim Burchett, Matt Gaetz, Anna Paulina Luna y Jared Moskowitz solicitaron recientemente que se estableciera al portavoz de la Cámara, Kevin McCarthy, puede hacerlo investigando más a fondo el encubrimiento de los FANI descrito en la audiencia y redactando legislación que ordene su divulgación. Si bien las características técnicas específicas relativas a los materiales y la adquisición de datos pueden requerir que permanezcan clasificados, los FANI deberían incluirse en otros esfuerzos del Departamento de Defensa para resolver el problema de la sobreclasificación del gobierno de EEUU.
2) El gobierno estadounidense debe mostrar su liderazgo en los estudios científicos internacionales sobre FANI. San Marino está proponiendo el Proyecto Titán al secretario general de las Naciones Unidas con este fin. Aunque los testigos de la audiencia destacaron los problemas de seguridad nacional que representan los FANI, también existe un problema de seguridad mundial. No sólo carecemos de datos técnicos sobre su aparición, sino que necesitamos comprender de dónde proceden, quién los controla y cuáles son sus intenciones. Avanzar en el conocimiento de estos fenómenos puede reforzar las alianzas internacionales y servir de palanca en la resolución de conflictos. Como líder mundial en los avances del siglo XX de la energía nuclear, la tecnología de la información y la exploración humana del océano y el espacio, EEUU tiene la oportunidad de liderar un campo con un impacto potencial mayor que cualquier otro anterior.
3) La comunidad investigadora estadounidense debería ampliar significativamente el estudio científico de los FANI. Con más divulgación y compromiso internacional, los laboratorios nacionales de EEUU, en colaboración con universidades e instituciones de investigación estadounidenses, pueden liderar un esfuerzo para transformar nuestra comprensión de la física y el universo. Varias instituciones de investigación estadounidenses ya están realizando progresos notables, como el Proyecto Galileo de la Universidad de Harvard y el Laboratorio Nolan de la Universidad de Stanford. Basándose en las características de vuelo observadas y detalladas en la audiencia, los resultados de este esfuerzo podrían hacer que la revolución científica de los siglos XVI y XVII parecieran pasos de bebé, con amplios beneficios en áreas tan diversas como la seguridad del transporte, la productividad agrícola, la eficiencia energética, la gestión medioambiental y la salud humana.
Nuestro diminuto planeta orbita alrededor de una estrella de tamaño relativamente mediado, en una galaxia de más de 100.000 millones de estrellas, entre una distribución de varios cientos de miles de millones de galaxias en el universo observable. Qué arrogancia creer que somos la única especie que ha desarrollado un medio para viajar entre cuerpos celestes. Ahora que estamos descubriendo lo contrario, debemos exigir la divulgación de lo que sabe el gobierno. En lugar de seguir dormidos al volante, deberíamos despertarnos como sociedad por la seguridad y las ventajas científicas que podemos obtener.
El contralmirante (retirado) Tim Gallaudet es director general de Ocean STL Consulting, LLC, investigador afiliado al Proyecto Galileo de la Universidad de Harvard y miembro del consejo asesor de Americans for Safe Aerospace. Ha sido administrador en funciones y adjunto de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), subsecretario en funciones y secretario adjunto de Comercio, y oceanógrafo de la Armada.
Comentarios del Lector
a nuestro Boletín