Traducido por el equipo de SOTT.net

Las profecías apocalípticas del alarmismo climático patrocinado por gobiernos, universidades y empresas han manipulado las mentes de las masas para que crean que la humanidad es la culpable de nuestra propia desaparición.
The Green New Death
A pesar de sus predicciones fallidas de catástrofe climática a lo largo de los años, la campaña de propaganda ha dado sus frutos, ya que un amplio segmento de la población apoya enfáticamente la financiación de los llamados proyectos "verdes". La farsa de la catástrofe climática ha estafado billones del fondo de los contribuyentes de la clase trabajadora a los bolsillos de unos pocos poderosos y ricos. Resulta que el engaño climático siempre fue una estratagema apenas disimulada para blanquear dinero, consolidar la riqueza y el poder y justificar la apropiación de tierras por el gobierno.

Sin embargo, el adoctrinamiento de décadas también ha engendrado un ejército de fanáticos que mantienen creencias profundamente antihumanas sobre el catastrofismo climático con fervor religioso. Y un público involuntario ha sido iniciado sin ceremonias en una nueva encarnación de un antiguo culto a la muerte practicado en secreto por las autodenominadas élites, que se ha generalizado en forma de despoblación para salvar el planeta.

Construido sobre unos cimientos de promesas incumplidas, manipulación, hipocresía y mentiras, uno de los mayores engaños que jamás haya barrido el planeta no ha dejado más que un legado de muerte y destrucción a su paso. Desde los desastrosos incendios de Maui hasta la guerra global contra la agricultura, las políticas del Nuevo Pacto Verde se han ganado el título más apropiado de una Nueva Muerte Verde.

Incendios y explosiones. El incendio de Maui

Los devastadores incendios en Maui son los últimos de una larga serie de desastres provocados por las prácticas peligrosas y antihumanas del culto climático. Los catastróficos incendios que arrasaron Lahaina y que probablemente mataron a cientos de personas, muchos de los cuales eran niños, fueron principalmente resultado de la mala conducta del gobierno más que de un desastre natural.

Aparte de las decisiones de gestión de emergencias criminalmente negligentes, como no alertar a los residentes de Lahaina del peligro inminente utilizando el sistema de sirenas exteriores más grande del mundo o los bloqueos de carreteras impuestos por el gobierno que impidieron su escape de la tormenta de fuego, la lista de políticas ambientalistas que llevaron a la catástrofe de Maui es larga.

Los funcionarios del condado de Maui no invirtieron en el manejo de los pastizales secos invasores que se apoderaron de las plantaciones de azúcar abandonadas tras las advertencias de que su abandono durante años había creado un polvorín en la zona de Lahaina. En cambio, el gobierno dio prioridad a las inversiones "verdes" sobre la seguridad y confiabilidad de la infraestructura de Hawái. En 2015, los legisladores estatales aprobaron la primera ley del país que exige energía 100% renovable en Hawái para 2045, desviando la atención de Hawaiian Electric hacia inversiones en energía "verde" en lugar de los riesgos de incendio que plagaban su red eléctrica.

Mientras el incendio arrasaba Maui, el director de la Comisión de Gestión de Recursos Hídricos de Hawái retuvo el agua durante más de cinco horas, aparentemente más preocupado por la "equidad" que por salvar las vidas de los residentes de Lahaina. Mientras la tormenta de fuego devastaba hogares, el burócrata respaldado por Obama rechazó una solicitud para desviar agua a menos que primero se consultara a un agricultor local sobre los impactos del desvío de la misma. Posteriormente, el estado argumentó en una petición de la Corte Suprema de Hawái (que fue denegada) que una decisión del Tribunal Ambiental de reducir el suministro de agua en el área provocó la falta de agua que los bomberos necesitaban desesperadamente para apagar los incendios.

Ahora los buitres están rodeando la tierra de Lahaina en medio de la carnicería que ha dejado a los supervivientes del incendio sin hogar. Si bien el gobernador ha declarado que está "pensando en formas para que el estado adquiera esas tierras", los promotores depredadores están intentando devorar bienes inmuebles valiosos de las desesperadas víctimas del desastre.

Abunda el escepticismo sobre el futuro de Lahaina, ya que la devastación despejó convenientemente el camino para el "desarrollo sostenible" de una ciudad inteligente distópica en pos del compromiso del gobierno local de "Ciudades de Carrera a cero" para cumplir con los objetivos de la Agenda 2030 de la ONU y el Acuerdo Climático de París.

A todos los niveles, ha quedado claro que los residentes de Maui fueron sacrificados a manos de funcionarios del gobierno que valoran el climatismo sobre la preservación de la vida y la dignidad humana.

Los incendios de Carr y Camp

Los mortales incendios de Carr y Camp en California deberían haber sido una llamada de atención para los gobiernos estatales y locales de todo el país. La devastación causada por los incendios se debió en gran medida a políticas ambientales peligrosas y a una burocracia obstructiva.

En julio de 2018, un feroz incendio conocido como incendio Carr comenzó a arrasar 229.000 acres del paisaje de California, destruyendo casi 1.100 hogares y matando a 7 personas, 3 de las cuales eran bomberos. Fue el incendio más destructivo en la historia del Sistema de Parques Nacionales y el noveno incendio más devastador en la historia de California.

Unos meses después, en noviembre de 2018, otro monstruoso infierno quemó 153.000 acres, destruyó más de 18.000 estructuras y mató a 85 personas (una aún sigue desaparecida). Fue el incendio más mortífero en la historia de Estados Unidos desde 1918, hasta que fue recientemente superado por los incendios que arrasaron Lahaina, y sigue siendo el incendio más mortífero y destructivo en la historia de California.

En ambos eventos, todos los niveles de gobierno eran plenamente conscientes de los riesgos de incendio, pero se negaron a tomar las medidas necesarias para preservar la vida evitando las catástrofes.

En el caso del incendio de Carr, la financiación inadecuada y la obstrucción de las prácticas de prevención de incendios mediante largas revisiones y la oposición ambientalista en audiencias públicas, en cumplimiento de la Ley de Política Ambiental Nacional, sobre los permisos para limpiar la maleza de las carreteras provocaron un crecimiento excesivo a lo largo de las carreteras de California que inevitablemente alimentaría la tormenta de fuego. Y la regulación excesiva de los permisos significó que las quemas controladas se restringieran a sólo unos pocos días al año según la ley de calidad del aire de California.

En el caso del catastrófico Camp Fire, las inversiones en energía renovable tuvieron prioridad sobre la seguridad y confiabilidad de la red eléctrica existente, de manera muy similar a los recientes incendios de Maui. El Estándar de Cartera de Renovables de California exigía que el 50% de la electricidad total del estado derivara de fuentes renovables para 2030, y el Proyecto de Ley del Senado 100, que fue aprobado justo antes del incendio masivo, exigía que el 100% de la electricidad de California se convirtiera en renovables para 2045.

Los funcionarios estatales presionaron a la compañía Pacific Gas & Electric (PG&E) de California para que redirigiera recursos del mantenimiento de la red eléctrica en pos de alcanzar ambiciosos objetivos de energía "verde". Y en el año previo al desastre mortal, PG&E asignó a acuerdos de compra de energía renovable 44 mil millones de dólares, mientras que invirtió sólo 1,5 mil millones de dólares en gastos de mantenimiento para prevenir incendios. Los miles de millones desviados al despilfarro de energía renovable podrían haberse distribuido para reparaciones muy necesarias de la red eléctrica, y PG&E se declaró culpable de 84 cargos distintos de homicidio involuntario por equipos defectuosos que, según afirman, iniciaron el incendio.

Sin embargo, hay mucho escepticismo sobre las causas reales de los recientes incendios en California y Maui, y han circulado teorías sobre incendios provocados o armas de energía dirigida en medio de una creciente desconfianza hacia el gobierno para explotar incendios catastróficos como medio para impulsar más alarmismo climático.

De todos modos, el hecho sigue siendo que años de mala gestión y negligencia debido a las políticas ambientales fueron una de las principales causas de la propagación de los incendios que quemaron cientos de miles de acres, borraron ciudades enteras del mapa y acabaron con más de 90 preciosas vidas.

La explosión del oleoducto de CO2 de Satartia

Los fanáticos del clima han demonizado el CO2 como el culpable de la amenazante catástrofe climática, aunque más de 1.600 científicos y profesionales de la industria han firmado una declaración conjunta que afirma: "no hay emergencia climática" y el CO2 es crucial para la supervivencia de la humanidad. Pero la supervivencia de *la mayoría* de la humanidad no es motivo de preocupación para los adoradores del culto climático que sostienen creencias profundamente antihumanas, y sacrificar vidas humanas para eliminar el maligno dióxido de carbono es un precio que están perfectamente dispuestos a pagar. Se están llevando a cabo peligrosos proyectos de captura de carbono en todo el país, a pesar de las advertencias de una comunidad poco conocida llamada Satartia.

En febrero de 2020, los habitantes de Satartia, Mississippi, presenciaron una columna de humo que se elevaba hacia el cielo debido a la explosión de una tubería de CO2 que serpenteaba bajo el suelo de su tranquila ciudad. En cuestión de momentos, la maloliente niebla verde dejó a los residentes cercanos inconscientes, convulsionados e incapaces de respirar.

Las llamadas a la central 911 provenían de lugareños confundidos y aterrorizados mientras el oleoducto arrojaba gases nocivos durante cuatro horas. Los vehículos de emergencia quedaron paralizados por el CO2 que quedaba en el aire. El dióxido de carbono desplazó el oxígeno del aire necesario para el funcionamiento de los motores de combustión, inutilizando medios de escape o ayuda. Los socorristas estaban perplejos. "Parecía que estábamos atravesando el apocalipsis zombi", dijo el director de emergencias del condado, mientras los conductores desorientados abandonaban sus coches y deambulaban sin rumbo en la oscuridad. Aunque los operadores de Denbury Gulf Coast Pipelines fueron notificados inmediatamente de la ruptura, no alertaron a los servicios de emergencia locales sobre los peligros inminentes.

Aunque sólo 42 residentes ocupan la pequeña comunidad de Satartia, 45 personas fueron hospitalizadas y unas 250 fueron evacuadas de los alrededores. Años más tarde, muchos todavía sufren los efectos secundarios debilitantes de su exposición a los vapores venenosos. Algunos dependieron de tanques de oxígeno durante varios meses tras el desastre, mientras que otros continúan luchando contra problemas respiratorios crónicos. Algunas víctimas de la catástrofe todavía padecen dolores de cabeza, temblores musculares y problemas cognitivos.

Denbury se jacta de ser el "líder en captura, utilización y almacenamiento de carbono", con "la red de tuberías de CO2 más grande del mundo". Su oleoducto cerca de Satartia canaliza dióxido de carbono contaminado con sulfuro de hidrógeno desde la cavidad volcánica Jackson Dome de Mississippi a un campo petrolífero a más de 30 millas de distancia para mejorar la extracción de petróleo. El olor a huevo podrido del sulfuro de hidrógeno alertó a los residentes de Satartia, probablemente salvando vidas, ya que de lo contrario la fuga de CO2 habría sido inodora y una exposición extrema podría haber asfixiado a las víctimas sin previo aviso.

El incidente de Satartia fue el primer envenenamiento masivo conocido por tuberías de CO2 en el mundo, y se ha convertido en un presagio de lo que está por venir con el plan del régimen de Biden de expandir las redes de captura de carbono por todo el país.

Si bien Denbury, que se describe a sí mismo como líder en captura de carbono, actualmente posee u opera 1.300 de las 5.000 millas de oleoductos de CO2 existentes en los EEUU, transportando alrededor de 240 millones de pies cúbicos de dióxido de carbono para una recuperación mejorada de petróleo, la compañía tiene la intención de capitalizar la floreciente industria de captura de carbono, ya que el Departamento de Energía del régimen de Biden está ansioso por construir una telaraña de oleoductos por todo el país.

La monstruosidad de 1,2 billones de dólares conocida como el Proyecto de Ley de Infraestructura "Reconstruir Mejor" reservó 12 mil millones para proyectos de gestión de carbono, desperdiciando 251 millones para la captura de carbono en siete estados en mayo pasado y otros 1,2 mil millones en agosto. Del mismo modo, la ridículamente titulada "Ley de Reducción de la Inflación", que no fue más que una ola de gastos del régimen de Biden por una suma de 783 mil millones, amplió los créditos fiscales enormemente para apoyar la expansión de la industria de captura de carbono.

A pesar de que los oleoductos de CO2 plantean riesgos significativos, siguen estando poco regulados, tienen un historial deficiente y desperdician miles de millones de los contribuyentes, los llamados "expertos" afirman que otras 60.000 millas de tuberías de CO2 deben extenderse por todo Estados Unidos para 2050, mientras que otros "expertos" sostienen que las tuberías tendrían que exceder la capacidad de los oleoductos actuales, que alcanzan 2,6 millones de millas, para que se perciba algún impacto en el cambio climático.

En cualquier caso, las advertencias de la gente de Satartia, Misisipi, han caído en saco roto mientras el régimen de Biden sigue adelante con sus planes para construir redes de captura de carbono, lo que pondrá inevitablemente a muchos más estadounidenses en pequeñas ciudades de todo el país en riesgo de otra explosión mortal de CO2.

Incendios de vehículos eléctricos

Los incendios y las explosiones también han afectado a la industria de los vehículos eléctricos, y los departamentos de bomberos no están preparados para manejar su uso generalizado, ya que las baterías de iones de litio plantean riesgos de incendio únicos que ponen en peligro las vidas de ciudadanos y socorristas. Se sabe que los incendios de baterías de iones de litio arden más rápido, con más calor y durante más tiempo, y muchas veces se vuelven a encender o incluso explotan.

En junio pasado, las llamas envolvieron una tienda de bicicletas eléctricas en el barrio chino de Nueva York y se extendieron rápidamente a los apartamentos de arriba, matando a cuatro e hiriendo gravemente a otros dos. El comisionado del FDNY (Departamento de Bomberos de Nueva York) comentó que "un gran volumen de fuego es increíblemente peligroso. Puede hacer que sea casi imposible salir a tiempo". En abril, la batería de iones de litio de una bicicleta eléctrica provocó una tormenta de fuego en una unidad multifamiliar en Queens, de donde un padre y tres de sus hijos escaparon por poco, perourieron en las llamas dos de sus hijos. El jefe del FDNY afirmó que "la forma de estos incendios es como una explosión de fuego". En agosto, otro incendio provocado por una batería de iones de litio se cobró la vida de una mujer de 93 años en Queens.

Los incendios provocados por baterías de iones de litio van en aumento, especialmente en grandes ciudades como Nueva York. En 2022, la ciudad de Nueva York respondió a 220 llamas inducidas por estas baterías, que provocaron la muerte de seis personas y en lo que va de 2023, otras trece murieron a causa de 108 desastres similares. "En todos estos incendios, estos incendios de iones de litio, no hay combustión lenta; no hay una pequeña cantidad de fuego, literalmente explota", comentó el comisionado del FDNY, y agregó: "Es un volumen tremendo de fuego tan pronto como sucede y es muy difícil de extinguir, por lo que es particularmente peligroso".

Si bien los "expertos" afirman que los incendios de vehículos eléctricos son "eventos raros", la realidad es que los vehículos eléctricos representan aproximadamente el 1% de los automóviles en las carreteras estadounidenses y, a medida que aumente su cuota de mercado, también lo hará el número de desastres. "Entre más baterías [de iones de litio] nos rodeen, más incidentes veremos", afirmó el vicepresidente del Instituto de Investigación de Seguridad contra Incendios. Para empeorar las cosas, los datos que respaldan la afirmación de que los incendios de vehículos eléctricos son raros, son algo turbios. El Sistema Nacional de Notificación de Incidentes de Incendios ha fusionado históricamente los incendios de motores combustibles y de vehículos eléctricos, y los datos sobre incendios de la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en Carretera son escasos, desactualizados y limitados a accidentes mortales en carretera.

A pesar de los innumerables problemas que presentan, el mercado de vehículos eléctricos ha ganado terreno. Los aproximadamente 3,5 millones de vehículos eléctricos e híbridos matriculados en Estados Unidos en 2022 son seis veces más que en 2016. Y el régimen de Biden ha fijado objetivos agresivos para que la mitad de todos los vehículos nuevos vendidos en el país sean eléctricos para 2030, lo que ejerce presión sobre los fabricantes de automóviles para poner en marcha vehículos eléctricos, con menos atención en el entrenamiento de primeros auxilios para los riesgos de incendio únicos que representan.

Aparte de la tendencia de las baterías de iones de litio a provocar una reacción en cadena de "fuga térmica" que cause incendios o explosiones, el impulso para imponer los vehículos eléctricos al público está "condenado al fracaso" debido a una serie de otros problemas que enfrenta la industria de vehículos eléctricos. Para empezar, son demasiado caros y los conductores, que están ahorrando en gasolina, podrían tardar hasta una década en alcanzar el punto de equilibrio. Luego está la cuestión de la infraestructura. Simplemente no hay suficientes estaciones de carga para satisfacer ese tipo de demanda. E incluso si las hubiera, ejercerían una gran presión sobre la red eléctrica, poniendo en jaque a los conductores de vehículos eléctricos. El año pasado en California, los residentes fueron presionados para evitar cargar sus vehículos eléctricos bajo amenazas de apagones continuos en medio de una ola de calor que provocó un aumento en la demanda en la red. Esto se produjo justo cuando el estado anunció sus planes de ejercer aún más presión sobre la red eléctrica prohibiendo las ventas de automóviles a gasolina para 2035. Varios otros estados planearon hacer lo mismo, pero la Cámara aprobó un proyecto de ley para prohibir a los estados limitar las ventas de vehículos propulsados por gasolina.

¿Y qué pasa con la escasez de minerales para fabricar baterías de iones de litio o la dependencia de nuestro adversario, China, que domina las cadenas de suministro? Más importante aún, ¿a los fanáticos del clima les importan siquiera los horrores del trabajo infantil en las minas de cobalto del Congo que alimentan esas cadenas de suministro? La República Democrática del Congo proporciona alrededor del 70% del suministro mundial de cobalto para producir baterías de iones de litio que alimentan teléfonos y vehículos eléctricos. Hasta 2.000 esclavos modernos, ridículamente llamados "mineros artesanales", mueren cada año en condiciones bárbaras. La verdad del asunto es que la industria de vehículos eléctricos funciona con "baterías de sangre", para que los ecologistas ajenos a ello puedan sentirse virtuosos y poder "salvar el planeta" de alguna manera.

Las señales de precaución están a nuestro alrededor. Pero los alarmistas climáticos de visión estrecha insisten en que debemos correr por este camino hacia el desastre mientras todas las víctimas que se produzcan por el camino se pierden de vista.

Congelación y hambruna. La crisis energética europea y la gran helada de Texas

Las muertes de miles de europeos están a manos de los responsables políticos debido a desastrosas políticas climáticas y energéticas que se han visto agravadas por la guerra por delegación contra Rusia. Los apocalípticos climáticos en el poder crearon una tormenta perfecta para la escasez de energía en los países de la UE que disparó los precios de la electricidad, cerró decenas de pequeñas empresas y obligó a los ciudadanos a usar leña para calentar sus hogares el invierno pasado.

Según algunas estimaciones, hasta 68.000 europeos podrían haber muerto el invierno pasado por los altos precios de la energía. Un estudio encontró que entre todos los países europeos, entre noviembre de 2022 y febrero de 2023 hubo unas 149.000 muertes en exceso, un aumento del 8%, y aquellos países con el mayor exceso de muertes también sufrieron aumentos drásticos en los costos del combustible (el estudio, sin embargo, no tuvo en cuenta el número de muertes excesivas por la inyección covid).

No obstante, es seguro asumir que miles de muertes sin sentido se debieron, en parte, a una calefacción inadecuada. "Los altos precios de la energía pueden costar vidas", señala el estudio, y añade que los responsables políticos "desalientan a la gente a calentar adecuadamente sus hogares, y vivir en condiciones frías aumenta el riesgo de problemas cardíacos y respiratorios". Si no hubiera sido por el relativamente suave invierno del año pasado, las víctimas podrían haber sido aún mayores.

El año pasado, la demanda de leña en Alemania aumentó tan dramáticamente que no quedó nada para comprar, y los ciudadanos alemanes tomaron cartas en el asunto talando árboles antes de los meses de invierno. La escasez de energía que ha enfrentado Alemania ha sido en gran medida autoinfligida debido a una serie de decisiones políticas fallidas de los fanáticos climáticos a cargo.

Antes de marzo de 2011, el país obtenía el 25% de su electricidad de 17 reactores nucleares, pero decidió cerrar plantas de energía nuclear en los años siguientes, y las últimas tres plantas restantes cerraron en abril de este año. Como resultado, Alemania se volvió cada vez más dependiente de los combustibles fósiles rusos, que se agotaron abruptamente entre la guerra por delegación en Ucrania (por supuesto, el sabotaje de los oleoductos Nord Stream no ayudó).

Mientras tanto, los alarmistas climáticos han invertido cientos de miles de millones de dólares en la versión alemana del Nuevo Pacto Verde, vendiendo sueños utópicos y sin sentido de generar de alguna manera el 80% de su electricidad a partir de fuentes de energía renovables para 2030. Y el suministro energético de Europa sigue enfrentando volatilidad a medida que avanzamos a otra estación fría, lo que significa una vez más una posible catástrofe para sus ciudadanos.

Dar prioridad a las inversiones en energía "verde" sobre la mitigación de los riesgos es una lección que Texas tuvo que aprender de la manera más difícil. En febrero de 2021, las turbinas eólicas del estado se congelaron en medio de una tormenta invernal sin precedentes conocida como "La Gran Helada de Texas". Para ser justos, la tormenta también dejó fuera de servicio plantas de gas natural, carbón y energía nuclear, lo que tuvo un impacto mayor. Las autoridades no les exigieron que climatizaran los equipos, aun después de que una devastadora tormenta invernal provocara apagones diez años antes. Pero la catástrofe que sumió a millones de texanos en una gélida oscuridad sirvió como advertencia para centrarse en fuentes de energía poco confiables en lugar de apuntalar las vulnerabilidades en la red existente.

Si bien los funcionarios confirmaron que el número de muertos por congelamiento llegó a 246, otros estiman que la tormenta se cobró la vida de hasta 700. El esposo de una de las víctimas declaró en una demanda que presentó contra el Consejo de Confiabilidad Eléctrica de Texas (ERCOT) que "no quieren gastar dinero para arreglar el sistema... es un homicidio por negligencia". Ante las consecuencias del fallo de la red eléctrica, los legisladores impusieron mandatos a las plantas de energía para que se prepararan para el invierno y el gobernador dirigió acciones inmediatas sobre "el desarrollo y mantenimiento de fuentes de energía adecuadas y confiables, como gas natural, carbón y energía nuclear".

Texas, que es rica en recursos naturales y el principal productor de gas natural, había priorizado la energía eólica durante los 15 años anteriores, y la energía eólica se convirtió en el sector de más rápido crecimiento para suministrar energía a su red eléctrica. En 2015, la red eléctrica de Texas recibió el 11% de su energía del viento y para 2020 esa proporción aumentó al 23%, superando al carbón como el segundo sector energético más grande que alimenta la red eléctrica de Texas después del gas natural. A pesar de la tormenta mortal que obligó a los problemas de la energía eólica a ser el centro de atención nacional en 2021, Texas lideró el país ese mismo año en nuevos proyectos de energía renovable y el estado ahora lidera el país en producción de energía eólica.

Tras la tormenta, el director ejecutivo de una compañía eléctrica de Texas dijo a los legisladores que parte del problema es que "estamos reemplazando muchos activos que pueden funcionar cuando se les pide con energías renovables". Y comparó los cierres de centrales eléctricas de combustibles fósiles en los últimos años mientras se abrían instalaciones renovables con "ver un choque de trenes" a cámara lenta.

Aparentemente, como ocurre con muchos de los responsables políticos en el poder, su religión del climatismo ha tenido prioridad sobre el calor de nuestros hogares en una noche helada o incluso sobre nuestra supervivencia durante el invierno.

Agricultura en los Países Bajos y Sri Lanka

De todas las bajas sufridas por las políticas del antihumano culto climático, la guerra global contra la agricultura es, con diferencia, la más letal. La apropiación gubernamental de vastas extensiones de tierras de cultivo y las reducciones drásticas de los combustibles fósiles que proporcionan fertilizantes, equipos eléctricos y productos de transporte para alimentar a un mundo de 8 mil millones de personas podrían provocar una hambruna masiva en todo el planeta. Sin embargo, el grave potencial de la escasez de alimentos y la hambruna preocupa poco a los fanáticos del medio ambiente que creen que los seres humanos son la causa de la catástrofe climática que se avecina y que la despoblación es un mal necesario.

Países Bajos se han convertido en el campo de pruebas de la guerra de los globalistas contra la agricultura, ya que los agricultores del país, que es un importante exportador de productos agrícolas, están siendo obligados sistemáticamente a abandonar sus tierras. Hasta 3.000 ganaderos neerlandeses, a quienes los catastrofistas climáticos que controlan el país consideran "máximos contaminadores", podrían perder sus tierras familiares y sus medios de vida. En mayo, la UE aprobó un plan para obligarles a ceder sus tierras mediante compras de hasta el 120% de su valor. En cuanto a los agricultores que resisten, corren el riesgo de ser expulsados por la fuerza. El gobierno neerlandés dijo el año pasado que si el plan de compra voluntaria fracasaba, se producirían "compras forzosas".

La expulsión de los agricultores neerlandeses de sus tierras es parte del esquema Natura 2000 de la UE, que es la "red coordinada más grande de áreas protegidas del mundo", que abarca el 18% de las tierras de la UE e invade granjas neerlandesas que han sido demonizadas como malvadas contaminadoras. El gobierno pretende reducir las emisiones de óxido de nitrógeno y amoníaco en un 50% para 2030, devastando así el sector ganadero. Para 2030, la clase dominante de los Países Bajos planea reducir el ganado en un tercio. Además, la UE está comprometida con objetivos agresivos para el control globalista de más del 30% de todas las tierras y aguas dentro de sus fronteras para su "conservación" en 2030. Más de 100 países en todo el mundo, incluido EEUU, se están preparando para hacer lo mismo.

La guerra contra la agricultura, que puso a los agricultores neerlandeses en el punto de mira internacional, se ha exportado a naciones de todo el mundo. Mientras que el cártel criminal del clima apunta a la agricultura por generar el 33% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo, este culto a la muerte no tiene en cuenta que la agricultura sustenta las vidas del 100% de la población mundial. Las medidas gubernamentales radicales para reducir las emisiones en el sector agrícola impuestas por las élites ambientalistas conducirán inevitablemente a pobreza y hambruna en una escala nunca antes vista en nuestras vidas. Para imaginar los impactos de tales políticas, sólo necesitamos mirar a Sri Lanka como ejemplo.

Los drásticos mandatos gubernamentales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector agrícola de Sri Lanka fueron un factor importante en la crisis humanitaria de inflación extrema, pobreza y hambre de la nación insular, que provocó disturbios políticos. En abril de 2021, el presidente de Sri Lanka impuso una prohibición nacional de la importación y el uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos. Más del 90% de los agricultores del país que dependían de fertilizantes químicos se vieron obligados a optar por productos orgánicos. En un artículo del Foro Económico Mundial de 2018, el primer ministro se jactó de cómo sus políticas transformadoras harían al país más rico para 2025 y el país celebró una puntuación ESG casi perfecta justo antes de su colapso. Pero los elogios de los globalistas no significaron nada para el pueblo de Sri Lanka, que sufrió enormemente las políticas fracasadas de su gobierno.

El sector agrícola de Sri Lanka constituye una parte fundamental de su economía. Hasta el 70% de su población depende financieramente (directa o indirectamente) de los rendimientos agrícolas del país. La nación demostró constantemente ser autosuficiente en la producción de arroz, un alimento básico de su dieta, utilizando fertilizantes nitrogenados. Y Sri Lanka depende del té como principal exportación para obtener ingresos. Los mandatos devastaron la producción de ambos. En seis meses, los rendimientos del arroz cayeron un 20% y el país se vio obligado a comprar 450 millones de dólares en arroz mientras los precios internos se disparaban un 50%. Las exportaciones de té cayeron un 18% a sus niveles más bajos en 23 años. Los precios de los alimentos se dispararon un 80%, su inflación anual alcanzó un máximo histórico de casi el 55%, medio millón de esrilanqueses se sumieron en la pobreza y el país quebró.

Mientras luchaban por sobrevivir en medio de precios históricamente altos de alimentos y combustibles, el pueblo de Sri Lanka ya estaba harto. Se levantó en masa, ocupó el palacio presidencial y obligó al presidente a huir y dimitir. Convenientemente, el ex primer ministro y acólito del FEM asumió el papel de nuevo presidente interino y poco después impuso un sistema de identificación digital a los ciudadanos para el racionamiento de gas.

Un documento titulado "Desafiando el 'Cero Neto' con la ciencia", escrito por los principales científicos climáticos de la Coalición CO2, destacó que la calamidad provocada por el climatismo en Sri Lanka es una "alerta roja", y agregó que "'el mundo acaba de presenciar el colapso del alguna vez próspero sector agrícola de Sri Lanka como resultado de las restricciones gubernamentales a los fertilizantes minerales. El gobierno de Sri Lanka prohibió el uso de fertilizantes y pesticidas nitrogenados derivados de combustibles fósiles, con consecuencias desastrosas para el suministro de alimentos en ese país. Si se toman decisiones igualmente equivocadas eliminando los combustibles fósiles y, por ende, los fertilizantes nitrogenados, habrá una crisis de hambruna en todo el mundo. Es fundamental repetir: la eliminación de los fertilizantes y pesticidas nitrogenados derivados de combustibles fósiles creará hambruna en todo el mundo. Científicamente no hay riesgo de un calentamiento global catastrófico causado por los combustibles fósiles y el CO2". El informe estimó que la eliminación de los combustibles fósiles y la implementación de políticas de Cero Neto dejaría a la mitad de la población mundial, 4 mil millones de personas, sin suficiente comida para comer.

La guerra de los globalistas contra el suministro de alimentos en nombre de "salvar el planeta" sólo puede describirse como criminal, diabólica, genocida y francamente malvada.

Pensamientos finales

Desde la devastación en Maui hasta la guerra mundial contra la agricultura, estamos siendo testigos de la Nueva Muerte Verde que se extiende por todo el mundo como una plaga. Y, si los globalistas ganan poder bajo la apariencia de emergencias perpetuas, entonces deberíamos esperar más catástrofes diseñadas para impulsar la agenda climática. ¿Cuántas vidas más se extinguirán innecesariamente por las políticas antihumanas de los alarmistas medioambientales? ¿En qué momento nos daremos cuenta colectivamente de que el catastrofismo climático es la nueva cara de un culto a la muerte muy antiguo y que NOSOTROS somos el carbono que quieren reducir?​