Traducido por el equipo de SOTT.net
jack nicholson the shining psychopath
Jack Nicholson en El Resplandor (1980).
Cuando actúas como un psicópata, despejas el camino para los verdaderos psicópatas.

Demasiada gente cree que la naturaleza humana es la misma, que todo el mundo es básicamente igual, básicamente bueno en el fondo, y que todos tenemos la misma capacidad para el mal. Aunque esto no es cierto, hay un porcentaje decente de la población que tiene la capacidad de actuar como un psicópata, aunque sólo sea durante breves momentos o en determinados contextos. Sin embargo, a diferencia de un psicópata, pueden llegar a sentir cierto grado de remordimiento por ello.

Si mañana abres las noticias y lees una noticia sobre un asesinato en el que la víctima fue encontrada mutilada, castrada, con la piel desollada y las extremidades diseccionadas, tu primer pensamiento podría ser que un nuevo Jeffrey Dahmer o Richard Ramirez anda suelto. Pero también es posible que la víctima del asesinato sea el nuevo Dahmer/Ramírez, responsable de una serie de secuestros, violaciones y mutilaciones de niños, y que una partida local de lugareños vengativos lo haya atrapado por fin. Los castigos crueles e inusuales no siempre están fuera de la norma cuando pensamos que la persona realmente se lo merecía. Ojo por ojo y todo eso.

Pero ese es un ejemplo extremo. Los hay más sutiles. Las relaciones públicas, por ejemplo, son un ejercicio de psicopatía funcional. El objetivo de las relaciones públicas es, literalmente, crear un personaje o una tapadera públicamente aceptables, una máscara de cordura para el consumo público. Cuanto mayor sea la discrepancia entre la imagen y la realidad, mayor será la mentira y más cerca se estará de los niveles psicopáticos de manipulación y gestión de la impresión.

No digas nada que te/nos haga quedar mal. Nunca admitas la culpa. Niégalo todo. Repite una lista cuidadosamente elaborada de tus buenas acciones. Dale la vuelta a todo de la forma más decente posible. Simplemente ignora todo lo que no puedas responder. Y si la falta es lo bastante leve y no es técnicamente delictiva, redacta una disculpa enlatada según el guion socialmente aceptado. Ya está, ahora pareces el tipo de persona u organización que asume la responsabilidad de sus errores.

Las campañas y operaciones políticas son otro ejercicio de psicopatía funcional. Le dices a la gente lo que quiere oír sin ninguna intención real de cumplirlo. Denuncias públicamente la corrupción y la inmoralidad mientras haces esas mismas cosas entre bastidores y contratas a agencias de relaciones públicas para mantener la imagen ilusoria de que eres una persona decente.

Prácticamente todas las corporaciones, políticos, gobiernos y portavoces militares siguen el guion anterior, y todo el mundo lo sabe (pero puede que lo olviden cuando les conviene hacerlo). Puede que algunos no tengan que mentir tanto como otros, porque tienen menos sobre lo que mentir, pero sí mienten, y con aplomo.

La gente relativamente normal puede participar en este tipo de engaño, y de hecho lo hace. Simplemente forma parte de la cultura política y empresarial. El problema es que este tipo de cultura crea una apertura para el tipo de persona para la que este tipo de cosas es natural. Si tu banda sigue persiguiendo a pedófilos violentos y asesinándolos de un modo no muy distinto al que emplean los asesinos en serie sádicos, puede que empieces a atraer a algunos asesinos en serie sádicos de verdad. Si tu empresa o departamento de relaciones públicas trabaja horas extras para pintar los labios figurativos de algún cerdo de cliente, podrías atraer a más y más psicópatas con una larga e íntima experiencia haciendo precisamente eso. Y si tu cultura política se basa en el engaño flagrante al público votante, bueno, tendrás lo que te has buscado.

La ponerización es el proceso por el cual un grupo determinado se vuelve cada vez más patológico, tanto en sus miembros (los individuos enfermos se unen y los sanos se van, son expulsados o se les niega la entrada), como en su modo de funcionamiento y su contenido ideológico.

Y la única razón por la que se produce la ponerización es porque los fallos morales de la gente corriente abren la puerta.
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Modos de Patocracia

La lectura de Ponerología Política puede dar la impresión de que Lobaczewski hizo una dura distinción entre lo que llamó patocracia y "sistemas del hombre normal". Del contexto se desprende claramente que está describiendo las naciones comunistas como patocracias y las democracias occidentales como sistemas normales. Sin embargo, como señalé en mi artículo "Las variedades de la experiencia patocrática":
Lobaczewski describe algunas variaciones basadas en su modo de génesis (PP, págs. 218-219): 1) prototípicas (es decir, el resultado de una circulación revolucionaria de élites relativamente autóctonas, por ejemplo, la URSS), 2) impuestas por la fuerza (es decir, impuestas abiertamente por una patocracia extranjera existente, por ejemplo, el Bloque del Este), y 3) infectadas artificialmente (es decir, impuestas encubiertamente a través de la guerra revolucionaria y política, por ejemplo, varias revoluciones socialistas/comunistas en Asia, África y América - hoy en día se llamarían "revoluciones de colores"). [...] Todos los demás gobiernos los clasifica como "sistemas del hombre normal", que define como "sistemas sociales en los que dominan de cualquier manera los vínculos, la estructura y las costumbres de la gente normal" (pág. 196).

Sin embargo, en una entrevista con Henry See para Sott.net, señala que ningún país puede considerarse verdaderamente sano, porque todos contienen psicópatas. [...] Extraigo de esto un reconocimiento implícito de que debe haber grados de patocracia incluso dentro de los países considerados "normales" por Lobaczewski, tanto los que se están recuperando de la patocracia como los que la mantienen a raya o están experimentando un proceso de ponerización que podría conducir a su aparición. Imagino una escala desde un imaginario y poco práctico "cero psicópatas en puestos de liderazgo" hasta una patocracia en toda regla en la que el 100% de los psicópatas se integran en la jerarquía de liderazgo.
La gran pregunta que me quedó después de leer Ponerología fue: bueno, ¿qué papel desempeñan los psicópatas, si es que desempeñan alguno, en estos "sistemas del hombre normal"? La lectura de Logocracia me aclaró este punto. Resulta que sí lo abordó. Esto es lo que tenía que decir:
Desde la introducción de los derechos políticos universales, la democracia estadounidense, como en todas partes, se ha convertido en un sistema de fachada, detrás del cual se esconden otras fuerzas para ejercer el poder.

La democracia impide la formación de una estructura sociopsicológica sana y activa de las sociedades. En su lugar, fomenta la organización de élites que tienen una estructura oligárquica interna y están dirigidas por individuos con aptitudes y rasgos de carácter menos que ideales. Esto fomenta una degeneración de la cosmovisión psicológica de los ciudadanos, lo que se traduce en las ya conocidas consecuencias morales negativas en la vida individual y social.

En todos los países hay individuos que desean alcanzar importancia y prosperidad gracias a su conciencia de la existencia de esas personas menos críticas, a las que desprecian en secreto. De lo que las sociedades y los sociólogos no se dan cuenta es de que estos líderes poseen a menudo los conocimientos psicológicos específicos que encontramos en los individuos psicopáticos. La democracia permite con demasiada facilidad actividades que suponen una amenaza permanente para sí misma y para el futuro del país.
La democracia es a menudo poco más que una patocracia por procuración, un sistema político dirigido por una camarilla de individuos patocráticos mientras se mantiene una estructura social mayoritariamente normal. (La patocracia, por el contrario, es un fenómeno macrosocial en el que toda la estructura política y social es patocrática, reproduciéndose en todos los niveles como un fractal social).

Las críticas de Lobaczewski a la democracia son similares a las de algunos de sus compatriotas, y del Papa, Juan Pablo II. Resumiendo la encíclica Centesimus annus, Thomas Storck escribe:
Tras hablar de los defectos de los estados comunistas y otros estados dictatoriales, el Papa dirige su atención a los regímenes democráticos. Habla de una "crisis dentro de las propias democracias, que a veces parecen haber perdido la capacidad de tomar decisiones encaminadas al bien común" ... Se refiere a la tendencia de los gobiernos democráticos a ser cautivos de grupos de intereses especiales de políticos democráticos que apoyan políticas sólo para ayudarse a sí mismos a ser reelegidos. "Con el tiempo, tales distorsiones de la conducta política crean desconfianza y apatía, con el consiguiente declive de la participación política y del espíritu cívico de la población en general, que se siente abusada y desilusionada" ... (An Economics of Charity and Justice, pág. 78)
Si las patocracias impuestas por la fuerza se parecen más a las bandas criminales, y las patocracias prototípicas a las "dictaduras" totalitarias de un solo partido o a las "democracias populares", la patocracia democrática por delegación es la serpiente disfrazada con una imagen de relaciones públicas cuidadosamente elaborada. Todos conocemos el tipo: de apariencia razonable, bien cuidada, "presidencial" y totalmente falsa.

La revuelta de los esclavos paranoicos

En su reciente entrevista en el podcast de Mikhaila Peterson, Norman Finkelstein saca a colación la revuelta de esclavos de Nat Turner de 1831. Como relata Finkelstein, Turner era un fanático religioso. Sus compañeros esclavos le consideraban "El Profeta", y una serie de visiones a lo largo de la década de 1820 le convencieron de que "se acercaba un gran día de juicio" y de que Dios aprobaba su revuelta. Ordenó a sus compañeros rebeldes que mataran a todos los blancos que encontraran. Así lo hicieron, matando a unos 60, usando "cuchillos, hachas e instrumentos contundentes."
La rebelión no discriminó por edad o sexo y los rebeldes mataron a hombres, mujeres y niños blancos. Nat Turner confesó haber matado sólo a una persona, Margaret Whitehead, a la que mató de un golpe con el poste de una valla.
Como señala Finkelstein, los principales abolicionistas de la época no condenaron la rebelión. Su respuesta fue más bien del tipo: "¿Qué esperaban? Os advertimos que esto ocurriría". Naturalmente, los blancos se horrorizaron; en respuesta se formaron milicias y turbas que mataron a unos 120 negros, la mayoría de los cuales no participaban en la rebelión. Al final, la rebelión de Turner fue sofocada, el propio Turner condenado a muerte, ahorcado y su cuerpo disecado y desollado; se dice que parte de su piel se utilizó para hacer monederos.

Con la distancia del tiempo, es bastante fácil ver las motivaciones tanto de los esclavos como de las milicias. Los esclavos, reaccionando ante la injusticia de su situación y bajo la influencia de un líder carismático, se lanzaron a una venganza indiscriminada. Los blancos, conmocionados por la brutalidad terrorista de esta revuelta, se unieron para vengar las muertes, de forma igualmente indiscriminada.

Turner me parece una especie de Thomas Müntzer del siglo XIX, famoso por la rebelión campesina del siglo XVI. Müntzer también era un fanático apocalíptico cuyos seguidores cometieron actos de brutalidad sin sentido. Lobaczewski habla de estos predicadores paranoicos en el capítulo 8 de Ponerología. Y como él mismo analiza en el contexto de las asociaciones ponerogénicas en general, siempre hay una razón detrás de ellas. Es comprensible que los campesinos se sublevaran, como es comprensible que lo hicieran los esclavos doscientos años después y en otro continente. Sólo necesitaban una figura enérgica tras la que movilizarse. La ponerología completa el cuadro describiendo la dinámica y las características, es decir, por qué los acontecimientos ocurren de la manera en que lo hacen. Véanse, por ejemplo, los extractos incluidos en mi reciente artículo, "Oppression, Ponerization and Rabid Dogs" ("Opresión, Ponerización y Perros Rabiosos"):
Las ideas revolucionarias y radicales encuentran suelo fértil entre ... personas en ajustes sociolaborales descendentes [por ejemplo, muchos campesinos y esclavos]. (Ponerología Política, pág. 43)

Aderezadas con desviaciones, las visiones y doctrinas [patológicas] pueden influir en rebeldes ingenuos y en personas que han sufrido injusticias reales. La injusticia social existente puede entonces parecer una justificación para una visión radicalizada del mundo y se convierte en un vehículo para la asimilación de tales visiones. (pág. 119)

La ideología de las asociaciones afectadas por tal degeneración [patológica] tiene ciertos factores constantes independientemente de su calidad, cantidad o ámbito de acción, a saber, las motivaciones de un grupo agraviado, la reparación radical del agravio y el valor superior de los individuos que se han unido a la organización. (pág. 159)
Según Lobaczewski, las primeras etapas de la ponerogénesis y la patocracia se caracterizan principalmente por las actividades de las personas que se encuentran en el extremo más normal del espectro de la patología, a las que denomina carácterópatas (es decir, no psicópatas). Puede parecer algo paradójico, pero eso suele incluir los periodos más violentos, como la Revolución Rusa y la Guerra Civil. La violencia de masas suele requerir emociones fuertes como fuerza motivadora, algo de lo que carecen los psicópatas, y un número razonablemente grande de activistas.

La razón por la que estos movimientos terminan siendo dominados por psicópatas es que el frenesí violento provocado por los paranoicos, los borderlines y los sociópatas crea las condiciones perfectas para los operadores psicopáticos. Puede que carezcan de fuertes emociones motivadoras, pero no son remilgados y se sienten perfectamente a gusto en entornos de caos y destrucción. En tales situaciones no tienen reparos en matar, torturar, aterrorizar, causar víctimas civiles, etc. Se ganan su reputación y ganan influencia en el grupo, hasta que acaban dirigiéndolo. Como dice Lobaczewski, un tipo de mal abre la puerta a otro.

Moralizando Israel-Palestina

Con todo esto en mente, ha sido interesante observar la dinámica de los partidarios de Palestina y de Israel en Internet durante las últimas semanas. Sin encontrarme en ninguno de los dos "equipos" (como Joe Biden aparentemente piensa de ellos), no puedo evitar encontrar cierta justificación en las intuiciones morales de ambos bandos, similares a las rebeliones de esclavos y campesinos mencionadas anteriormente. Sin embargo, donde ambos se equivocan es en la falta de equilibrio que aportaría una perspectiva más distanciada y ponerológica.

Desde la perspectiva israelí, dos motivaciones obvias para el actual asalto a la Franja de Gaza son la venganza y la prevención (por no mencionar consideraciones y objetivos geopolíticos de larga data, como la recuperación de lo que se considera tierra que debería ser de Israel y que formó parte del Estado judío en la antigüedad). "Por cada uno de nosotros asesinado, mataremos a diez o cien". (Algunos preferirían que fuera más que eso.) Ser testigo de los elementos terroristas de la irrupción de Hamás en Israel conduce naturalmente a sentimientos de incomprensión ante la aparente inhumanidad del enemigo, y al fuerte deseo de verlos eliminados permanentemente de la ecuación, evitando así futuros ataques de esta naturaleza. Lobaczewski llama a esto la "interpretación moralizante", y se pueden leer sus reflexiones al respecto en las páginas 137-138 de su libro.

Desde el punto de vista palestino, dos motivaciones obvias para el 7 de octubre fueron la venganza y la escalada (por no mencionar consideraciones y objetivos geopolíticos de larga data, como la reclamación de lo que se considera tierra palestina ocupada que les pertenecía hace 75 años y que ha ido disminuyendo progresivamente desde entonces). Una historia de conflicto en la que han muerto unos 20 palestinos por cada israelí en los últimos 15 años, muchos de ellos niños, conduce naturalmente a sentimientos de incomprensión ante la aparente inhumanidad del enemigo, y al fuerte deseo de "igualar el marcador".1 "Si nos aterrorizáis con bombas y francotiradores, nosotros os aterrorizaremos a vosotros". Hamás habría sabido que Israel respondería de forma desproporcionada, y probablemente está apostando por la simpatía que esta respuesta seguirá proporcionando y el posible desencadenamiento de una guerra más amplia que esperan que vea a Israel sufrir pérdidas aún mayores.

Podría decirse que no es realista esperar desapego en tales circunstancias. La venganza y la recta ejecución de la justicia son algunos de los impulsos humanos más básicos. La barbarie ajena justifica la propia. (Aunque, por supuesto, no es barbarie cuando lo hacemos nosotros.) Y cuando el grupo de uno acaba de ser atacado, o ha sido atacado y degradado repetidamente a lo largo de décadas, siempre habrá un fuerte segmento de la población clamando por sangre.

El desapego es una habilidad que escasea. Por eso, en un altercado en un bar, confiamos en nuestros amigos para que nos contengan antes de hacer algo estúpido, o para que nos impidan llevar la pelea demasiado lejos si la violencia se ha considerado apropiada. En cualquier caso, hay límites, y nos cuesta verlos cuando nuestras emociones han anulado nuestra capacidad de autocontrol.

También es más fácil ver las faltas morales en otro que en nosotros mismos. Esto es sólo un hecho de la visión psicológica común del mundo y de las creencias básicas que la componen y que subyacen a nuestros sesgos cognitivos. Tendemos a atribuir los ataques de nuestros enemigos a pura malicia y los nuestros a motivos más nobles. Todo ello actúa como la primera apertura para la ponerogénesis.

Como mucho, la moralización debería reservarse para las personas normales que se portan mal, se dejan llevar por sus emociones y racionalizan sus propios descensos hacia la psicopatía funcional. En el mejor de los casos, para aquellos capaces, probablemente debería reservarse para uno mismo. Cuando nuestra moralización se aplica a situaciones en las que intervienen factores patológicos, deja de ser eficaz o útil. Sólo acabamos inspirando nuevos ciclos de ponerogénesis (véase Afganistán e Irak). O, al menos, su utilidad se limita al nivel más básico, que es esencialmente maquiavelismo puro y estrategia bélica de cerebro izquierdo: útil a grandes rasgos, pero sólo a corto plazo, y con un amplio margen de error.

¿Acabas de asesinar al príncipe gobernante? Entonces será mejor que mates a todo su linaje y a todos sus partidarios cercanos, o de lo contrario tú serás el siguiente, mañana o dentro de diez años. ¿Estás asediando una ciudad con un enemigo atrincherado y experto en guerra de guerrillas? Arrasa la ciudad, matando a todo lo que haya en ella. No hay amenaza cuando todos están muertos. Reconstruye la ciudad más tarde si quieres reclamarla como propia, o simplemente déjala en ruinas.

Estas son estrategias perfectamente "racionales". También se consideran una barbarie hoy en día, cuando otros las aplican. Por lo tanto, como mínimo, también son poco prácticas. Si las llevas a cabo, te ganarás aún más enemigos, tanto entre los supervivientes de tus campañas de exterminio como entre sus partidarios o tus enemigos, así como entre los moralistas que consideran tus acciones bárbaras e inhumanas. Esos moralistas que asediaron y masacraron a los "animales humanos" se convierten entonces en los nuevos bárbaros, y los nuevos moralistas se sentirán entonces justificados para masacrar a los nuevos bárbaros.

Además, actuar como un bárbaro es adoptar la mentalidad y los patrones de comportamiento de la psicopatía funcional, lo que nos devuelve al principio. Cuanto más actúes como un psicópata, más fácil le resultará a un psicópata real operar dentro de las condiciones que has creado. Y si resulta que no eres un psicópata, serás el siguiente en la guillotina.

Resumiendo la progresión de los conceptos ponerológicos tal y como se manifiestan en los acontecimientos humanos: debido a nuestra visión psicológica común del mundo, que sólo es aproximadamente exacta, exageramos nuestra propia bondad y la de los miembros de nuestro grupo, cegándonos así ante los miembros patológicos de nuestro grupo (el primer criterio de la ponerogénesis).2 Esta ceguera nos deja expuestos a ideologías esquizoides (como el marxismo, o diversas corrientes del islamismo, el sionismo y algunas sectas musulmanas y judías) y al efecto hechizante de sus predicadores y propagandistas paranoicos (como el apocalipticismo de Müntzer o Turner, las corrientes actuales del apocalipticismo Gog-Magog que se te ocurran en los tres monoteísmos principales). El deterioro progresivo de los valores, el pensamiento y el comportamiento decente abre la puerta a la psicopatía, y el resultado final es una patocracia disimulada.

Aplicando esto a los acontecimientos actuales, Oriente Medio (Israel incluido) es en gran medida una gran fábrica ponerogénica. Gaza es un gueto ponerogénico controlado internamente por una red patológica y externamente por una potencia militar extranjera y todo lo que ello conlleva. La pobreza, la desnutrición, el desempleo, la inadaptación sociolaboral, la violencia cotidiana y una ideología patocrática diseñada para explotar las condiciones de miseria y avivar las emociones vengativas: todo ello crea unas condiciones ponerogénicas que fomentan la creación de múltiples enfermedades mentales y psicopatologías, desde el TEPT hasta la antisocialidad.

Israel es una democracia, en el sentido de Lobaczewski, es decir, una patocracia disimulada por procuración que carece de una macroestructura patocrática obvia, pero que reproduce sus rasgos patológicos a varias escalas, por ejemplo en los asentamientos, donde la ideología patológica campa a sus anchas, o en las FDI, donde incluso los normales experimentan cierto grado de transpersonificación. Combínelo con una mentalidad de asedio y obtendrá condiciones similares que fomentan la creación de múltiples enfermedades mentales y psicopatologías, desde el TEPT hasta la antisocialidad.

Tanto las tendencias de halcón como las de paloma son insuficientes para hacer frente a semejante problema. Pero una tercera opción requerirá cabezas frías, de las que por desgracia se carece.
Harrison Koehli es copresentador del programa MindMatters de SOTT Radio Network y editor de Red Pill Press. Ha sido entrevistado en varios programas de radio norteamericanos acerca de sus escritos sobre el estudio de la ponerología. Además de la música y los libros, a Harrison le gusta el tabaco y el tocino (a menudo al mismo tiempo) y le disgustan los teléfonos móviles, las verduras y los fascistas (también los comunistas). Suscríbase a su substack aquí.
Notas:
  1. En su entrevista en el podcast de Mikhaila Peterson, Norman Finkelstein relata una conversación con un dirigente de Hamás (que posteriormente fue asesinado) durante la Segunda Intifada en la que el dirigente expresaba cierta satisfacción por haber conseguido reducir la proporción de muertos de alrededor de 20:1 a algo así como 6:1. En palabras de Finkelstein, el pensamiento era estrictamente "ojo por ojo, diente por diente", - la "igualdad de cadáveres."
  2. Hablando del primer criterio, Netanyahu acaba de dar un ejemplo, declarando: "Nosotros somos el pueblo de la luz, ellos son el pueblo de las tinieblas". Como todo buen político democrático, Netanyahu sobresale a la hora de moralizar; las presentaciones matizadas de la verdad, no tanto. También puede observarse entre los manifestantes occidentales que apoyan a Hamás.