Traducido por el equipo de SOTT.net
'destruction'
© Wikimedia Commons
Apenas estamos en febrero y el año 2022 ya se está perfilando mal. Una enorme erupción volcánica en la costa de Tonga, la perspectiva de una guerra con Rusia, la pandemia en curso (y sus trastornos económicos). Y eso antes de hablar del ruido de sables chinos sobre Taiwán o del desastroso reinicio de Sexo en Nueva York.

Bienvenidos al nuevo año: tan espantoso como el anterior.

Una historia de malos tiempos

No escribo para quitar importancia a los problemas reales de nuestro mundo, sino para ponerlos en perspectiva. 2020, 2021 y quizás ahora 2022 han sido todos malos.

Pero no han sido años peores que, por ejemplo, 1347, cuando la peste negra inició su larga marcha por Eurasia. O 1816, el "año sin verano". O 1914, cuando el asesinato de un oscuro archiduque de Habsburgo precipitó no uno, sino dos conflictos mundiales, uno de los cuales causó millones de muertos en el genocidio más horrible del mundo.

Ha habido muchos otros años y decenios malos. En la década de 1330, la hambruna asoló la China de Yuan. En la década de 1590, una hambruna similar asoló Europa, y en la de 1490 la viruela y la gripe empezaron a abrirse camino entre las poblaciones indígenas de las Américas (recíprocamente, la sífilis hizo lo mismo entre los habitantes del Viejo Mundo).

La vida ha sido a menudo "desagradable, brutal y breve", como observó el filósofo político y cínico Thomas Hobbes en su Leviatán en 1651. Y, sin embargo, los historiadores, incluso ahora, señalan a veces un año concreto como peor que los demás.

Sí, puede que haya habido un momento dentro de la memoria histórica que realmente fuera la peor hora para estar vivo.
bones
© WikipediaInspirada en la peste negra, la Danza de la Muerte, o Danse Macabre, una alegoría sobre la universalidad de la muerte, fue un motivo pictórico habitual a finales de la Edad Media.
536: ¿el peor año de la historia?

El año 536 es el actual candidato consensuado al peor año de la historia de la humanidad. Una erupción volcánica, o posiblemente más de una, en algún lugar del hemisferio norte parece haber sido el detonante.

Dondequiera que fuera, la erupción precipitó un "invierno volcánico" de una década de duración, en el que China sufrió nevadas estivales y las temperaturas medias en Europa descendieron de 2,5°C. Los cultivos se arruinaron. Las cosechas fracasaron. La gente se moría de hambre. Entonces se alzaron en armas unos contra otros.

En 541, la peste bubónica llegó a Egipto y mató a un tercio de la población del imperio bizantino.

Incluso en el lejano Perú, las sequías afectaron a la hasta entonces floreciente cultura Moche.

El aumento de la capa de hielo en los océanos (un efecto de retroalimentación del invierno volcánico) y un profundo mínimo solar (el período regular de menor actividad solar en el ciclo solar de 11 años del Sol) en el 600 aseguraron que el enfriamiento global continuara durante más de un siglo.

Muchas de las sociedades que vivían en el 530 simplemente no pudieron sobrevivir a los trastornos de las décadas siguientes.
volcano
© ShutterstockUn invierno volcánico es un descenso drástico de las temperaturas que se produce en todo el mundo tras una erupción volcánica masiva, ya que las partículas de ceniza y gases como el dióxido de azufre, inyectados en la estratosfera durante la erupción y propagados globalmente por los vientos, tapan el sol e impiden que la energía solar llegue a la superficie terrestre.
La nueva "ciencia" de la historia del clima

Los historiadores nos interesamos ahora especialmente por temas como este porque podemos colaborar con los científicos para reconstruir el pasado de formas nuevas y sorprendentes.

Sólo una pequeña parte de lo que sabemos, o creemos saber, sobre lo que ocurrió en momentos tan turbios procede actualmente de fuentes escritas tradicionales. Tenemos algunas para el año 536: el historiador bizantino Procopio escribió ese año que "se ha producido un terrible presagio", y el senador romano Casiodoro señaló en 538:
[...] "el sol parece haber perdido su luz acostumbrada y aparece de un color azulado. Nos maravillamos de no ver las sombras de nuestros cuerpos al mediodía y de sentir el poderoso vigor de su calor consumido en debilidad."
Sin embargo, los verdaderos avances en la comprensión histórica de este "peor año de la historia" están surgiendo gracias a la aplicación de técnicas tan avanzadas como la dendroclimatología y el análisis de núcleos de hielo.

El dendroclimatólogo Ulf Büntgen detectó indicios de un conjunto de erupciones volcánicas, en 536, 540 y 547, en los patrones de crecimiento de los anillos de los árboles. Asimismo, el análisis "ultrapreciso" del hielo de un glaciar suizo realizado por el arqueólogo Michael McCormick y el glaciólogo Paul Mayewski ha sido clave para comprender hasta qué punto fue grave el cambio climático de 536.

Este tipo de análisis se consideran ahora recursos importantes, e incluso esenciales, en el conjunto de herramientas metodológicas del historiador, especialmente para analizar periodos de los que no se conservan abundantes registros.

Algunos historiadores, como Kyle Harper, Jared Diamond y Geoffrey Parker, utilizan los avances en este campo para construir relatos revisionistas sobre el auge y la caída de determinadas sociedades. Para ellos, las condiciones de nuestro planeta son mucho más importantes en el devenir de nuestra historia de lo que nunca nos hemos dado cuenta.

Hacer frente a la adversidad

Pero, ¿cómo fue vivir un acontecimiento que cambió el clima como el que comenzó en 536? Es una pregunta que los historiadores seguimos planteándonos a medida que examinamos nuestras fuentes.

La mayoría de los que vivían en 536 probablemente no sabían que lo tenían tan mal. Como historiadores, somos propensos a confiar demasiado en fragmentos anecdóticos cargados de fatalidad, como las citas de Procopio y Casiodoro.

Sin embargo, al igual que la proverbial rana en agua hirviendo, el ciudadano medio de la época sólo pudo darse cuenta poco a poco de lo sombrías que se estaban volviendo las condiciones en su mundo. De hecho, el peor momento no habría sido en el año 536, sino algún tiempo después, cuando los efectos de las plagas y las sequías, los fríos y las hambrunas ya se habían hecho sentir.
Sobre el Autor:

Miles Pattenden es investigador principal del Institute for Religion and Critical Inquiry/Gender and Women's History Research Centre de la Australian Catholic University.