Los "expertos" ya no hablan de otra cosa que de la guerra; no de las que ya existen sino de las que están por venir, asegurando que serán peores que las que ya han comenzado. La semana pasada un columnista del New York Times, Nicholas Kristof, se preguntaba si la ansiedad estadounidense por la guerra podría convertirse en una profecía autocumplida.
Irán es un país que tiene todas las papeletas para ser víctima de la próxima guerra, aunque los "expertos" le dan la vuelta al asunto: Irán será el causante de la misma.
Uno de esos "expertos" con bola de cristal para hacer sus propios vaticinios, Michael McFaul, no se conforma con Irán y apuesta por una "guerra ampliada" contra Rusia. McFaul es un profesor de la Universidad de Stanford al que Obama nombró embajador en Rusia.
Después de un viaje a Lituania la semana pasada y de múltiples reuniones con las pandillas dirigentes, este "experto" concluye que si Putin logra anexionarse más territorio ucraniano, quedará muy satisfecho. Porque Putin no ha hecho más que empezar. Ha transformado a Rusia en una economía de guerra y la posibilidad de una guerra "directa y convencional" con la OTAN es más que inminente, escribe.
No obstante, hay un factor esperanzador para creer en la paz: el ejército ruso fracasó el año pasado en cuanto los ucranianos le hicieron frente y, además, las perspectivas a largo plazo de su economía son muy débiles, afirma el académico.
Además, la frontera occidental de Moscú está salpicada de miembros de la OTAN, así como de una organización que ha aumentado significativamente su destreza militar. Durante el año pasado, la OTAN aumentó su gasto militar en casi 200.000 millones de dólares, casi igual al presupuesto anual de defensa de Rusia. Es un buen argumento para que a Rusia no se le ocurra emprender acciones militares en Occidente contra cualquiera de los miembros de la OTAN.
"Kim Jong-un ha decidido ir a la guerra. El peligro ya va mucho más allá de las advertencias rutinarias de Washington, Seúl y Tokio sobre las provocaciones de Pyongyang", escriben Robert Carlin, un analista del Departemento de Estado, y Siegfried S. Hecker, el antiguo director del Laboratorio de Los Alamos.
Evidentemente no lo saben. Se lo han sacado de su calenturienta imaginación. Sin embargo, Corea del norte nunca iría a ninguna guerra sin el respaldo de Rusia, de China o de ambos.
El antiguo embajador alemán en Corea del norte, Thomas Schafer, tiene una interpretación mucho más solvente. Dice que Pyongyang recurre la tensión para negociar un acuerdo antes de que Trump vuelva a la Casa Blanca.
Sin embargo, al hablar de la tensión en el Extremo Oriente hay que destacar que nadie ha contribuido más a echar leña al fuego en la región que Estados Unidos, manteniendo una política de no reconocimiento de Corea del norte, que deja poco margen para la diplomacia y demasiado para recurrir a la fuerza. Muchas de las pruebas de armas de Corea del norte se producen tras ejercicios militares entre Estados Unidos y Corea del sur.
"La guerra podría estallar en cualquier momento", escribe Lyle Goldstein, otro "experto", en referencia a un ataque de China contra Taiwán. En realidad, las relaciones entre China y Estados Unidos han mejorado bastante en los últimos meses y el asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, ha hablado en privado con el ministro chino de Asuntos Exteriores.
Pero el belicismo está causando estragos, sobre todo, en los medios de comunicación de Estados Unidos. Quieren guerra y abogan por el uso de una mayor fuerza militar por parte del Pentágono.
En los últimos días, por ejemplo, el
Washington Post ha publicado editoriales titulados "Corea del norte va de mal a peor" y "Estados Unidos debe golpear a Irán y hacerlo inteligentemente".
El
New York Times ha publicado un bulo caraterístico de la intoxicación mediática del momento. Se titula "Una OTAN preocupada se prepara para una invasión rusa" y asegura falsamente que Rusia "podría invadir un país de la OTAN dentro de la próxima década" y que la OTAN "podría tener que enfrentarse a sus fuerzas [las rusas] sin el apoyo de Estados Unidos".
La bola de cristal del
New York Times es basura. Lo comprobaremos... dentro de diez años.
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