
Si bien es habitual que este tipo de focos -conocidos como incendios remanentes o zombis- puedan humear y arder durante los meses fríos, no ocurre lo mismo con esta cantidad de ellos. "Lo habíamos visto antes, pero nunca a esta escala", afirma Michael Flannigan, experto en incendios forestales y profesor de la Universidad Thompson Rivers de Columbia Británica. "Llevo observando incendios en Canadá y en el extranjero desde finales de los años 70. Nunca había visto nada igual".
Estos incendios invernales arden bajo tierra, a menudo consumiendo turba - gruesas capas de materia orgánica compactada, incluido el musgo esfagno. Los penachos de humo se filtran, incluso desde debajo de los campos nevados. Las autoridades canadienses dan por "controlados" la inmensa mayoría de los incendios, pero los expertos temen que se extiendan cuando llegue la primavera y arrecien los vientos.
"Los perímetros son de miles y miles de kilómetros. Los bomberos no han ido a apagar todos estos puntos calientes", dijo Flannigan. "Estos incendios pueden crecer".
La prevalencia de estos incendios en curso es un testimonio de la enorme temporada de incendios forestales del año pasado, que batió récords en cuanto a la cantidad de bosques canadienses quemados y creó enormes columnas de humo que oscurecieron los cielos del Medio Oeste y la Costa Este durante el verano y asfixiaron las principales ciudades estadounidenses con una de las peores calidades del aire del mundo.
Según el Centro Interagencial Canadiense de Incendios Forestales, los 18,211,000 hectáreas quemados duplican con creces el anterior récord anual, que databa de 1983. Los incendios también desplazaron a cientos de miles de personas de sus hogares.
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