Traducido por el equipo de SOTT.net
5G unit
© farmlanemastRed 5G
Hace dos meses, el estado estadounidense de New Hampshire presentó un proyecto de ley bipartidista que exige que las antenas inalámbricas se coloquen a una distancia mínima de 500 metros de residencias, empresas y escuelas, además de poner en marcha medidas para informar al público sobre los riesgos para la salud de la radiación de radiofrecuencia (RFR) y sustituir el Wi-Fi por tecnología cableada en las escuelas. Las medidas se basan en las conclusiones de la Comisión de New Hampshire para "Estudiar los Efectos Medioambientales y Sanitarios de la Evolución de la Tecnología 5G".

En muchos países, incluido el Reino Unido, las estaciones base de comunicaciones móviles pueden situarse a una distancia de entre 20 y 25 metros de las viviendas. En los últimos años, muchas de estas antenas se han actualizado a 5G utilizando frecuencias de 3,5 GHz e incluyendo un complejo conjunto de modulaciones de señal especiales, pulsos, polarización, matrices en fase y novedosos diseños de equipos para permitir descargas de datos más rápidas y de mayor tamaño.

Pero, ¿cuáles son las implicaciones para la salud de situar estas nuevas estaciones base 5G de alta tecnología tan cerca de las viviendas y lugares de trabajo? El profesor Lennart Hardell, oncólogo de la Fundación para el Medio Ambiente y la Investigación del Cáncer de Suecia, y Mona Nilsson, de la Fundación Sueca para la Protección contra la Radiación, acaban de completar una serie de ocho estudios de casos 5G, en los que estudian a 18 personas en un entorno 5G real.

Los autores afirman, en su introducción al quinto estudio, que:
Las estaciones base 5G para la comunicación inalámbrica se han desplegado a gran escala desde 2019-2020 en muchos países a pesar de [no haber] ninguna investigación previa sobre los posibles efectos negativos de la radiación emitida por 5G en la salud humana y el medio ambiente.
Continúan explicando que ahora hay unos pocos estudios en animales que involucran la frecuencia de 3,5 GHz como la utilizada para 5G, pero que carecen de la mayoría de los otros elementos del entorno de la vida real en 5G, que incluyen modulación, pulsación y exposición simultánea a múltiples frecuencias. Sin embargo, incluso sin estos elementos adicionales, los estudios mostraron efectos negativos como estrés oxidativo en el hígado, los riñones, el plasma, neuronas degeneradas en el cerebro, así como estrés oxidativo en los músculos y efectos negativos en la resistencia ósea. Además, se informó de un comportamiento modificado tras la exposición fetal.

Así pues, los estudios Hardell/Nilsson son pioneros porque estudian por primera vez los efectos en humanos de vivir en un entorno 5G real. Pueden consultarse aquí: primer estudio, segundo estudio, tercer estudio, cuarto estudio, quinto estudio, sexto estudio, séptimo estudio, octavo estudio.

Se ofrecen mediciones precisas de la radiación en distintas zonas de los alojamientos de los participantes en función de la distancia a las antenas. En general, los estudios describen cómo personas previamente sanas desarrollaron síntomas del síndrome de microondas inmediatamente después de que se instalaran antenas de telefonía 5G cerca de su alojamiento a distancias de entre cinco y 500 metros. La mayoría de los síntomas desaparecieron a los pocos días de trasladarse a un alojamiento menos irradiado, pero reaparecieron cuando volvieron al alojamiento fuertemente irradiado. En dos casos, los síntomas aparecieron más rápidamente que antes al volver al entorno fuertemente irradiado, lo que sugiere que estos participantes se habían vuelto más sensibles.

Sus síntomas incluían síntomas neurológicos, dolores de cabeza, tinnitus, fatiga, insomnio, malestar emocional, trastornos cutáneos, dolores articulares y musculares, anomalías cardiovasculares y variabilidad de la presión arterial. Se pidió a los participantes que rellenaran cuestionarios sobre su salud antes de que se instalaran las antenas 5G, después de la instalación y una vez que se hubieran trasladado a un alojamiento menos irradiado. Se les pidió que calificaran la gravedad de sus síntomas, siendo 10 insoportable. Los resultados se presentan en tablas en los estudios y muestran que muchos síntomas eran insoportables mientras estaban cerca de las estaciones base 5G.

Estos estudios son muy fáciles de leer en sí mismos. Aquí destacaré elementos de algunos de los estudios posteriores, así como del primero, y presentaré algunos de los antecedentes que aportan. Ya presenté los cuatro primeros estudios en otro artículo.

En el primer estudio cabe destacar que se disponía de lecturas de los niveles de radiación anteriores al despliegue de la antena 5G. Una pareja había vivido en su apartamento durante 10 años bajo una antena de 3G y 4G sin problemas de salud evidentes y, cuando se enteraron de que se iba a actualizar la antena, dispusieron que se realizaran mediciones previas. La medición máxima (pico) fue de 9.000 μW/m2 (microvatios por metro cuadrado). Sin embargo, tras la instalación del mástil 5G, en su piso se midieron radiaciones de radiofrecuencia (RFR) muy elevadas con niveles máximos de 354.000, 1.690.000 y más de 2.500.000 μW/m2.

Así pues, se produjo un aumento masivo de la RFR tras la instalación de los mástiles 5G, de 9.000 µW/m2 a 2.500.00µW/m2 de niveles máximos, pero incluso estos altos niveles están muy por debajo de los límites considerados seguros por la Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante (ICNIRP), que permite una exposición de todo el cuerpo de hasta 10.000.000 μW/m2 de media durante 30 minutos.

Sin embargo, las directrices de exposición de seguridad establecidas por la ICNIRP, una organización privada autoproclamada en Alemania, se basan únicamente en los efectos de calentamiento (térmicos) que aparecen en una hora o menos. No protegen contra los efectos que aparecen por debajo del umbral de calentamiento, ni contra la exposición a largo plazo. La Comisión Internacional sobre los Efectos Biológicos de los Campos Electromagnéticos (ICBE-EMF) ha criticado recientemente estas directrices con sus 14 supuestos erróneos.

Hardell y Nilsson ilustran que incluso para las generaciones anteriores de comunicaciones móviles, con lecturas mucho más bajas que para la 5G, se han demostrado numerosos efectos sobre la salud. Un ejemplo es el estudio alemán sobre el efecto en las hormonas del estrés y la PEA (feniletilamina) de una estación base recién instalada, con lecturas medias de solo 76,9 μW/m2, siendo el valor más alto medido en el domicilio de uno de los participantes de 320 μW/m2. Los participantes también presentaban síntomas neurológicos.

Los autores señalan que el Informe Bioinitiative actualizado ha enumerado miles de estudios de décadas anteriores sobre los efectos adversos para la salud de la tecnología pre-5G. Una clara mayoría de estudios muestra:
Un patrón claro y coherente de efectos adversos que constituye la base de los mecanismos por los que la RFR [radiación de radiofrecuencia] puede causar los cánceres observados en poblaciones humanas. De 261 estudios sobre los efectos oxidativos de la exposición a la RFR, 240 (91%) mostraron daños. De 346 estudios sobre los efectos de la RFR en los genes, 224 (65%) informaron de daños genéticos. El estrés oxidativo y el daño genético son los principales mecanismos que conducen al cáncer. Además, la exposición a RFR causa efectos en el cerebro y el comportamiento. De 336 estudios publicados sobre los efectos neurológicos de la RFR, el 73% informó de efectos y sólo el 27% no mostró ningún efecto.
Con resultados tan claros de décadas de investigación sobre los niveles anteriormente más bajos de radiación de radiofrecuencia, ¿por qué tantos gobiernos siguen adelante con esta tecnología, limitándose a dejar que organismos como la OMS o la ICNIRP avalen su seguridad?

En el quinto estudio de caso, poco después del despliegue de una nueva estación base 5G a 20 metros de su casa:
"Un hombre de 49 años, previamente sano, desarrolló un dolor de cabeza que describió como 'extremo', una sensación de hormigueo en el cuerpo y sequedad en los ojos. El más mínimo esfuerzo, como fregar los platos o levantar algo, le causaba dolor en el pecho. Se le hinchaba el cuerpo y le salían hematomas por todo el cuerpo".
Estos síntomas desaparecieron tras unas horas en el trabajo, donde la exposición a la RFR era mucho menor, pero tras una semana viviendo en su piso (sin dejar de ir a trabajar) después de que se instalara el mástil 5G, enfermó tan gravemente que se mudó del piso por completo. Desde entonces, ha notado que su sensibilidad a la exposición a la radiación de radiofrecuencia ha aumentado, ya que sus síntomas se desencadenan más rápidamente cuando entra en una zona muy irradiada, y desaparecen más lentamente una vez que regresa a su nuevo apartamento con niveles bajos de radiación. Los niveles de radiación medidos en su apartamento original eran muy altos y se situaban en el límite superior del medidor Safe and Sound, que era de 3.180.000 µW/m2, pero incluso estos niveles son muy inferiores a los niveles máximos de 10.000.000 µW/m2 de la ICNIRP.

Del mismo modo, el sexto estudio, que implicaba a una familia que visitaba su casa de vacaciones situada a 125 metros de una estación base que acababa de ser actualizada a 5G, mostró que una familia entera de dos adultos y tres niños desarrollaron síntomas del síndrome de microondas muy poco después de llegar allí. Los síntomas desaparecieron cuando la familia regresó a su propia casa, con una radiación de radiofrecuencia mucho menor.

El séptimo estudio se centra en una mujer de 82 años que ya padecía hipersensibilidad electromagnética (EHS) y cuyos síntomas empeoraron considerablemente tras la instalación de dos estaciones base 5G a unos 500 metros de su casa. Su marido, de 83 años, no padecía EHS, pero desarrolló el síndrome de microondas tras la instalación de las estaciones base. Esto ocurrió a pesar de que las lecturas eran más bajas que en otros estudios y de que las antenas estaban mucho más lejos. Las lecturas eran muy inferiores a las directrices de la ICNIRP.

En el octavo estudio, un niño de ocho años desarrolló dolores de cabeza insoportables y también algunos mareos y fatiga en el colegio tras la instalación de estaciones base 5G a 200 metros de su colegio. La radiación osciló entre 83.332 y 267.536 μW/m2 en el patio de recreo y entre 2.560 y 76.590 μW/m2 dentro del edificio escolar. Desde que lleva una gorra y una chaqueta de protección, sus síntomas han más o menos desaparecido.

Los autores señalan que otros grupos científicos distintos de la ICNIRP han sugerido límites mucho más bajos que los actuales. Por ejemplo, las directrices sobre CEM de EuropaEM de 2016 recomendaban que los niveles de radiación de radiofrecuencia pulsada no fueran superiores a 100 μW/m2 y "en un estudio sobre exposiciones previas a generaciones de teléfonos móviles se informó de que los niveles superiores a 500 μW/m2 provocaban un mayor riesgo de cefalea entre las personas que vivían cerca de estaciones base".

Como conclusión de este estudio, Hardell y Nilsson afirman que:

Cada vez se toman más medidas para proteger a los niños, que pueden ser más vulnerables, de las radiaciones de radiofrecuencia. En Arizona, la escuela secundaria Desert Sage está procediendo a blindar las aulas contra las emisiones de radiación inalámbrica de una antena de telefonía cercana. La semana pasada se informó que un consejo escolar de New Hampshire rechazó unánimemente la instalación de una nueva antena de telefonía cerca de una escuela primaria a raíz de la preocupación de los padres por los posibles efectos sobre la salud de los niños. En el Reino Unido, en una vista ante el Tribunal Superior celebrada en julio de 2022, se obligó a una autoridad local a adoptar medidas educacionales de baja EMF para acomodar a un niño con EHS.

Sin embargo, la polémica continúa. El Gobierno del Reino Unido quiere hacernos creer que, en lo que respecta a la 5G, "no debería haber consecuencias para la salud pública". En su documento "5G in the U.K." (5G en el Reino Unido), publicado esta semana, el Gobierno reitera que los límites de la ICNIRP son protectores y que "las autoridades de planificación no pueden prohibir la construcción de antenas de telefonía móvil en zonas específicas, como cerca de las escuelas". En el otro extremo, David Gee, impulsor del proyecto de la Agencia Europea de Medio Ambiente "Lecciones Tardías de Alertas Tempranas" (2001 y 2013), ha comparado la cuestión de la radiación de radiofrecuencia con el escándalo del amianto, en uno de sus capítulos del volumen francés Humanité et Numérique, publicado en abril de 2023.

Nuevo Hampshire ha concluido sus investigaciones sobre la radiación inalámbrica. En Massachusetts se está legislando para proteger a los residentes y al medio ambiente de los efectos negativos de la tecnología inalámbrica. Algunos países han adoptado límites de seguridad 10 ó 100 veces inferiores a los actuales límites de la ICNIRP. ¿Tomará por fin nota nuestro Gobierno de las conclusiones de científicos respetados y atenderá los llamamientos a una moratoria sobre la 5G por el bien de la salud humana y medioambiental, o sus objetivos seguirán siendo "cubrir el país con la cobertura inalámbrica más rápida y fiable disponible", como me informó recientemente el Sr. Sunak?