(España) - El gasto militar de Estados Unidos representa actualmente casi el 40% del gasto total en defensa del mundo. Les parece insuficiente. Creen que necesitan ampliar más su poder militar.
Lloyd Austin, secretario de Estado de EE. UU. en el gabinete de Biden
Lloyd Austin, secretario de Estado de EE. UU. en el gabinete de Biden
En la reciente y exitosa película «Dejar el mundo atrás» se nos presenta una sociedad estadounidense desorientada y atemorizada ante posibles enemigos. Desde cubanos a árabes, iraníes, chinos o extraterrestres. No saben muy bien quién les podría estar atacando pero, en su fuero interno, son conscientes de que han ido sembrando su historia de enemigos y así han terminado asustados, desconcertados y rodeados de enemigos.

Se podría pensar que, ante ese miedo, y la evidente realidad de un mundo multipolar, la lógica reacción de las autoridades de Estados Unidos sería ir adoptando un tono más dialogante y tolerante en su política exterior. Sin embargo, salgamos de la ficción y entremos en la realidad, se ha hecho público recientemente un informe de una Comisión bipartidista del Congreso bajo el título America's Strategic Posture (La Postura Estratégica de los Estados Unidos) que parece indicar todo lo contrario.

A lo largo de unas 160 páginas se revisa desde su «política de armas nucleares de los Estados Unidos hasta la estructura de las fuerzas militares y las amenazas a la estabilidad estratégica en todo el mundo, con el fin de preparar a los Estados Unidos».

Su conclusión es que «el panorama geopolítico ha sido fundamentalmente alterado por la creciente agresión de Rusia y China, y que Estados Unidos debe ajustar su propia postura estratégica para proteger sus intereses de seguridad y estabilidad en los próximos años».

Plantear la existencia simultánea de Rusia y China como agresores y enemigos a batir es un escenario sin precedentes para la política estadounidense, que ni siquiera los estrategas más audaces como Henry Kissinger sugirieron.

El tono del documento, del que poco se ha hablado, es muy preocupante porque se fundamenta en que Estados Unidos debe ampliar su poder militar, en particular su «programa de modernización de armas nucleares», a fin de prepararse para posibles guerras simultáneas con China y Rusia.

Para ello encontramos unas muy preocupantes recomendaciones específicas. Por ejemplo, que Estados Unidos despliegue más ojivas nucleares, más misiles de crucero intercontinentales, submarinos con misiles balísticos, armas nucleares no estratégicas (de corto alcance), etc.

El gasto militar de Estados Unidos representa actualmente casi el 40 por ciento del gasto total en defensa del mundo y ha estado creciendo dramáticamente durante varios años, alcanzando en 2023 los 813.300 millones de dólares, más que el PIB de la mayoría de los países, pero ni siquiera eso es suficiente. para los políticos y técnicos del informe. Ya los chinos desde un editorial del Global Times, el periódico del Partido Comunista Chino, han advertido que se trata de «un documento lleno de fanatismo geopolítico e imágenes de guerra (...) peligroso y que todos los países amantes de la paz deben oponerse a él».

Para los chinos, esta línea estadounidense es mucho peor que la situación que se vivió durante la guerra fría. «El hecho de que el Congreso de los Estados Unidos presente con toda seriedad un informe tan absurdo y fuera de tono es tan surrealista como nada sorprendente. Está en consonancia con la distorsionada atmósfera política que reina hoy en Washington», afirman.

El motivo, añaden, solo puede ser el aumento de la rentabilidad de la industria de defensa estadounidense, como se está observando con la guerras de Ucrania y la de Gaza, esta última ya de ámbito regional: «El complejo militar-industrial, como una monstruosidad geopolítica, se aferra parasitariamente a la sociedad estadounidense, manipulando cada uno de sus movimientos, empujando a Washington paso a paso para introducir e incluso preparar ideas que antes se consideraban 'imposibles'. La prosperidad del complejo militar-industrial estadounidense se basa en sangre y cadáveres, y conlleva una culpa primordial. Servir a los intereses del complejo militar-industrial estadounidense no es ético».

Por ello advierten: «Si Washington adoptara incluso una pequeña parte de las recomendaciones de este informe, el daño y las amenazas que podría representar para la paz mundial serían inmensurables y, en última instancia, resultarían contraproducentes para los propios Estados Unidos».

Que mientras China diga esto, nuestra ministra de Defensa, ante la nueva intervención de Estados Unidos en Yemen se limite a declarar: «nosotros no entramos a juzgar las actuaciones de otros países», muestra que estamos en el lado equivocado de la historia.