Traducido por el equipo de SOTT.net

El presidente francés, Emmanuel Macron, causó furor esta semana al especular con la posibilidad de que las tropas de la OTAN acaben desplegándose en Ucrania. Un momento. Lo están desde hace más de una década, por eso estalló la guerra en ese país hace dos años.
NATO Troops
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Resultaba cómico -por no decir patético- ver al líder francés hablando sin venir a cuento, tratando de proyectar una imagen de tipo duro con sus delirios de grandeza, como si fuera Napoleón o De Gaulle reencarnado.

Macron hinchó su pecho infantil y declaró que Rusia "no debe ganar la guerra en Ucrania"; y sugirió que para evitar ese supuesto terrible resultado los soldados occidentales recibirían órdenes de entrar en el conflicto. (Nótese la arrogancia desenfrenada y cómo la lógica de tales afirmaciones falsas no se explica ni se justifica ni remotamente. Es un dictado total).

Inmediatamente, sin embargo, los homólogos estadounidenses y europeos se mostraron reacios a las palabras de Macron sobre las tropas y se apresuraron a negar su apoyo a la voluntad de Macron de desplegar batallones de la OTAN. En particular, incluso los británicos y los polacos, habitualmente halcones, se apresuraron a rechazar la propuesta francesa.

El canciller alemán, Olaf Scholz, se mostró especialmente ansioso por repudiar las palabras sueltas de Macron sobre las tropas. Scholz dijo que ni la OTAN ni Alemania enviarían soldados a Ucrania.

El jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg, que normalmente se entusiasma prometiendo ayuda militar ilimitada a Ucrania, también rechazó públicamente la idea de Macron de que la alianza envíe tropas a luchar a Ucrania.

Por su parte, Rusia advirtió de que cualquier despliegue de contingentes de la OTAN en Ucrania significaría la inevitabilidad de que la guerra por delegación se convirtiera en una guerra más amplia. En su discurso sobre el estado de la nación de esta semana, el presidente ruso Vladimir Putin sugirió que el destino de tales contingencias de la OTAN acabaría como el del Tercer Reich y Napoleón. Putin también advirtió que la escalada de la implicación directa de la OTAN en el combate correría el riesgo de incitar una conflagración nuclear.

Por otro lado, sin embargo, si bien Macron podría haber parecido aislado por ahora, sus comentarios precipitados apuntan a la preocupante dinámica de escalada de la OTAN desde el golpe de Estado en Kiev en 2014, respaldado por la CIA.

La OTAN ha estado armando y entrenando enérgicamente al régimen neonazi que se instaló en Kiev desde 2014. Incluso Jens Stoltenberg y otros funcionarios de la OTAN han admitido abiertamente esa participación de fondo.

Al admitir la presencia de la OTAN en Ucrania durante la última década eso también corrobora el razonamiento de Rusia de por qué se vio obligada a lanzar su intervención militar hace dos años. Por supuesto, las potencias occidentales y sus serviles medios de comunicación nunca llegan a reconocerlo. Prefieren adoptar una posición de doble pensamiento e hipocresía, afirmando que la acción militar de Rusia fue una "agresión no provocada".

Puede que Macron haya sido derribado por ahora y haya quedado como un payaso andante. Pero, como tantas veces en el pasado, las ideas controvertidas de la OTAN se presentan y aparentemente se rechazan de plano, sólo para ser adoptadas más tarde. Como señaló Macron, Alemania y otros países de la OTAN se mostraban reacios hace sólo dos años a enviar material militar más allá de cascos y sacos de dormir. Ahora, estas mismas entidades han enviado carros de combate y misiles antiaéreos y están debatiendo el envío de armas de largo alcance para golpear profundamente en territorio ruso.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, comentó una vez la inviabilidad de suministrar aviones de combate a Ucrania "porque eso significaría iniciar la Tercera Guerra Mundial". Pues bien, Biden ha acabado consintiendo el suministro de F-16 y su compinche de la OTAN, Stoltenberg, afirma que estos aviones de guerra podrían utilizarse para atacar objetivos rusos en profundidad.

En otras palabras, las ideas de Macron sobre el envío de tropas terrestres de la OTAN a Ucrania pueden ser rechazadas por ahora en público. Pero la inexorable dinámica de la última década indica que la idea podría hacerse realidad en breve.

La implicación de la OTAN en Ucrania es una cuña estratégica para atacar, debilitar y finalmente vencer a Rusia. Lo que comienza como una pequeña cantidad crece inevitablemente hasta convertirse en una contingencia mayor.

El personal militar de la OTAN ya está en Ucrania y lo ha estado desde al menos 2014, cuando comenzaron a entrenar a las brigadas neonazis para aterrorizar a las poblaciones de etnia rusa en Crimea, Donbás y Novorossiya.

Muchos de estos soldados están desplegados extraoficialmente como mercenarios u ostensiblemente como detalles de seguridad para diplomáticos de la OTAN.

Numerosos informes han atestiguado la presencia de tropas de la OTAN en Ucrania de una forma u otra.

En enero, un ataque aéreo ruso cerca de Járkov mató al menos a 60 militares franceses que, al parecer, trabajaban como contratistas privados. Otros informes han citado hasta 50 militares estadounidenses muertos en combate prestando servicio en Ucrania.

Se calcula que hasta 20.000 efectivos extranjeros se han unido a los llamados "legionarios internacionales" que luchan del lado del régimen de Kiev contra las fuerzas rusas. Una suposición razonable es que la mayoría de estos soldados de fortuna son tropas de la OTAN temporalmente "dadas de baja".

El alemán Scholz se llevó el gato al agua esta semana cuando dijo que se oponía al envío de misiles Taurus de largo alcance a Ucrania porque eso supondría el despliegue de tropas alemanas para ayudar a manejar las armas. Scholz se equivocó al revelar inadvertidamente que los británicos y los franceses ya habían enviado fuerzas especiales para ayudar con sus sistemas de misiles, el Storm Shadow y el Scalp, respectivamente.

Lo mismo puede decirse de los sistemas de artillería HIMARS y Patriot suministrados por Estados Unidos que se han utilizado para atacar centros civiles en Donetsk y otras ciudades rusas. Es imposible que los soldados ucranianos manejen estas sofisticadas armas sin la ayuda de las tropas estadounidenses sobre el terreno.

También se sabe que las fuerzas estadounidenses, británicas y de otros países de la OTAN están proporcionando vigilancia y logística para permitir los ataques ucranianos en el Mar Negro contra buques y bases de la armada rusa en Crimea.

Como señaló un funcionario de defensa europeo anónimo al Financial Times esta semana en reacción al revuelo causado por los comentarios de Macron sobre las tropas: "Todo el mundo sabe que hay fuerzas especiales occidentales en Ucrania, sólo que no lo han reconocido oficialmente".

Teniendo en cuenta las armas ofensivas introducidas en Ucrania por la OTAN (entre 100.000 y 200.000 millones de dólares) para golpear a Rusia, así como los miles de soldados desplegados allí procedentes de países de la OTAN, resulta bastante académico especular sobre el futuro despliegue de fuerzas terrestres. El hecho es que la OTAN ya está en guerra con Rusia.

En realidad estamos hablando de una diferencia de grado relativamente pequeña. Eso es lo que hace que la situación sea tan peligrosa y abismal. Rusia tiene razón al señalar el peligro inminente de que este conflicto se convierta en una catástrofe nuclear para todo el planeta. Y, sin embargo, deplorablemente, cuando el presidente ruso volvió a advertir de este peligro esta semana, los descerebrados regímenes y medios de comunicación occidentales acusaron inmediatamente a Putin de "ruido de sables nuclear".

La única limitación que impide la catástrofe planetaria es el formidable arsenal nuclear e hipersónico de Rusia, que la cábala imperial occidental sabe que no puede superar. De hecho, los belicistas occidentales son los más vulnerables.

La eterna vergüenza de los llamados líderes occidentales es que están llevando al mundo al borde del abismo con su arrogancia y su desprecio por cualquier ley. Su problema, como señaló Putin, es que estas marionetas occidentales decadentes no tienen humanidad ni experiencia personal de sufrimiento y, por lo tanto, carecen de empatía. Son psicópatas y sociópatas, condenados por el fracaso de sus sistemas políticos, y se ven empujados a iniciar guerras para tratar de salvar sus insignificantes y patéticas carreras.