Traducido por el equipo de SOTT.netEl objetivo supremo del dúo de extrema derecha formado por el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, no es la ocupación de la Franja de Gaza.
© Eliyahu HershkovitzLos ministros israelíes Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir
Ni siquiera la colonización de la devastada Franja es el objetivo final de la panda de alucinados mesiánicos que se ha hecho con el poder en el Estado de Israel. Gaza es sólo el capítulo introductorio, la plataforma que esta banda quiere construir como cimientos sobre los que se desarrollará la verdadera lucha que tienen entre manos: la batalla por Cisjordania y el Monte del Templo.
El objetivo último de esta banda es "purgar" Cisjordania de sus habitantes palestinos, limpiar el Monte del Templo de sus fieles musulmanes y
anexionar los territorios al Estado de Israel. El camino para lograr este objetivo está empapado de sangre. Sangre israelí, en el Estado y en los territorios que controla desde hace 57 años, así como sangre judía en otros lugares del mundo. Así como mucha sangre palestina, por supuesto, en los territorios, en Jerusalén y -si no hay alternativa- también entre los ciudadanos árabes de Israel.
Este objetivo no se alcanzará sin extensos conflictos violentos. El Armagedón. La guerra total. En el sur, en Jerusalén, en los territorios de Cisjordania y, en la medida necesaria, también en la frontera norte. Una guerra así reforzará la impresión de que estamos luchando por nuestras vidas, por nuestra propia existencia.
En una guerra por la supervivencia, está permitido hacer cosas insufribles, y los jóvenes de las colinas están demostrando a diario que entre ellos hay muchos que son capaces precisamente de eso.Esta banda de pogromistas ha tenido éxito en la primera etapa previa al alboroto y la guerra total que al parecer esperan que estalle aquí. Han tomado el control del gobierno de Israel y han convertido al hombre que lo dirige en su sirviente. La posibilidad de que desmantelen el gobierno y echen al primer ministro de la dirección de los asuntos de Estado no es descabellada. Es un proceso que está teniendo lugar en este mismo momento, paso a paso.En primer lugar, Ben-Gvir y Smotrich decidieron, en efecto,
sacrificar a los rehenes. Con la intención de impedir la posibilidad de poner fin a la exitosa campaña militar que hasta ahora ha reportado impresionantes éxitos a las Fuerzas de Defensa de Israel, aunque a un alto precio. Está claro que estamos lejos de la "victoria total". Tal victoria no es posible.
Incluso si la acción militar continúa durante muchos meses más, el precio que se está exigiendo no vale la "visión" de una victoria que no hay posibilidad real de alcanzar.Continuar la acción militar ahora arrastrará a Israel a Rafah, y eso es lo que quieren. Tal movimiento pondrá en peligro de forma palpable e inmediata el acuerdo de paz entre Israel y Egipto.
No cabe duda de que Egipto, Jordania, los Emiratos Árabes Unidos y también la Autoridad Palestina y Arabia Saudí esperan que Hamás se estrelle y se derrumbe. Sin embargo, Egipto sabe que hay muchas posibilidades de que la continuación de la actividad militar israelí saque a los Hermanos Musulmanes de su letargo.
Egipto ya ha visto cómo el régimen egipcio imponía una dura disciplina militar para bloquear a esos elementos extremistas fundamentalistas. No fue capaz de resistir las manifestaciones de cientos de miles de personas en la plaza Tahrir, en el corazón de la capital, El Cairo. Sólo un tremendo esfuerzo, con el respaldo tácito de la comunidad internacional, permitió que elementos más moderados encabezados por el presidente Abdel-Fattah al-Sissi retomaran el control en Egipto y lo dirigieran como una entidad diplomática y militar que está ayudando a estabilizar Oriente Medio.
Sissi y la cúpula militar no correrán un riesgo que puede sumir a Egipto en un caos del que será difícil salvarse.
La continuación de la campaña militar en Rafah, superpoblada con más de un millón de palestinos, es exactamente la mecha que encenderá las calles de las ciudades egipcias, y después también las de Jordania, otro país cuyas relaciones con Israel son esenciales para nuestra seguridad.Antes de que los acontecimientos degeneren, nos enfrentaremos a varios países árabes que habrán perdido los restos de la confianza que les quedaba en la capacidad de crear una relación basada en la cooperación con Israel. Sin embargo, los Estados Unidos de América -el aliado que saltó inspiradoramente en ayuda de Israel en su momento de crisis sin precedentes, cuando el gobierno estaba en estado de shock y su líder había perdido sus últimos resquicios de buen juicio y responsabilidad- tomarán medidas que harán tambalear la capacidad de Israel para dirigir la batalla militar y diplomática y su estabilidad económica.
En medio de todo esto, el primer ministro Benjamin Netanyahu ha decidido prender fuego al Monte del Templo. Esta decisión merece una condena especial a la luz de las recientes manifestaciones de responsabilidad y solidaridad de los ciudadanos árabes israelíes con la angustia que vive su país.En lugar de respetar la solidaridad de la comunidad árabe, Netanyahu y Ben-Gvir la antagonizan e incitan contra ella. Cualquier persona razonable puede darse cuenta de esta dinámica inevitable. Ben-Gvir y Smotrich, y con ellos los jóvenes violentos de las colinas y muchos otros en los territorios, que aún mantienen cierto grado de moderación, también lo entienden.No hay forma de explicar su conducta si no es entendiendo que esto es exactamente lo que quieren. Esto es lo que esperan. Y cuando estalle la ola de terror, los alucinados mesiánicos nos explicarán que la fuerza es necesaria para impedir el terror. Así, la guerra hervirá por todo Occidente BanY aún no hemos dicho nada sobre la frontera norte. Es posible intentar llegar a un entendimiento con Líbano sobre una solución a la cuestión fronteriza, que podría domar las llamas que ya se han encendido allí y que han obligado a decenas de miles de israelíes a huir de sus hogares.
Una gestión posiblemente sensata y comedida, sin declaraciones jactanciosas ni amenazas interminables, creará una ecuación que
permitirá a Hezbolá aparentar un logro mediante una solución al conflicto de años centrada en unos pocos puntos de la frontera actual y justificar la retirada a la línea situada al norte del río Litani, en Líbano. Esto permitiría a Israel devolver la sensación de seguridad a los habitantes de Galilea y traerlos a casa para otros 17 años de tranquilidad. Como se consiguió con la Segunda Guerra del Líbano.
Pero Ben-Gvir y Smotrich no quieren tranquilidad en el frente norte. Una guerra también allí no hará sino reforzar la afirmación de que no hay más remedio que destruir a todos nuestros enemigos, en todos los frentes, en todos los sectores, sea cual sea el precio de este conflicto.El primer ministro comprende las inevitables consecuencias que se derivan de esta rendición total ante la banda de pogromistas que controla su gobierno. Lo ve, lo comprende, pero colabora. En última instancia (y quizá a priori), Netanyahu está dispuesto a renunciar a los rehenes y a socavar los acuerdos de paz con Egipto y Jordania, pilares esenciales de la infraestructura de seguridad del Estado de Israel.
Está dispuesto a socavar las relaciones con Estados Unidos hasta el punto de una crisis visible con el presidente más comprometido jamás con la seguridad de Israel, Joe Biden. Netanyahu comprende que la continuación del imprudente proceso conducirá al aislamiento de Israel en la comunidad internacional como nunca antes ha experimentado. La situación es tan grave que no hay forma de evitar decirlo alto y claro: Netanyahu, esto acabará con mucha más sangre. Presta atención, estás advertido.
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