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© Reuters El General Atomics MQ-9 Reaper -inicialmente llamado 'Predator B'- es uno de los modelos de 'drone' más avanzados con los que cuentan países como EE UU o Reino Unido. Puede volar teledirigido o ser programado para hacerlo de forma autónoma.
En una base militar secreta en el desierto de Nevada, a pocos minutos de Las Vegas, la capital mundial del juego, pilotos estadounidenses se dedican a otro tipo de juego con poco de lúdico.

Desde pequeñas cabinas, controlan drones o aviones no tripulados en misiones de vigilancia y combate de la CIA en lugares tan alejados como Afganistán o Pakistán. Las acciones que en sus pantallas no parecen ir más allá de una partida en la PlayStation, a menudo se materializan, a miles de kilómetros de distancia, en ataques letales.

La calma de la escena, que sólo algunos medios como la CNN han tenido ocasión de captar, contrasta con lo que supone la irrupción de una tecnología que está cambiando el modo en que se libran las guerras. Según los expertos, es una de las revoluciones silenciosas más profundas de la historia de la industria bélica.

La Administración Obama ha apostado fuerte por el uso de los llamados UAV -siglas en inglés de avión no tripulado- para espiar y atacar a insurgentes en Pakistán, Afganistán, Irak o Yemen.

Washington empezó a utilizarlos profusamente contra líderes talibanes y de Al Qaeda en 2004, en el marco de la "guerra contra el terror" iniciada por George W. Bush tras los ataques del 11-S.

En un principio, los UAV -cuyo modelo más popular es el Predator- se utilizaban en misiones de vigilancia. Los aviones teledirigidos debutaron en tal cometido en la guerra de Bosnia, en los 90. Pero todo cambió cuando les salieron los dientes.

La serie equipada con misiles Hellfire marcaba el inicio de la guerra a distancia, aparentemente aséptica pero tan mortífera como la convencional. Así pudo comprobarse, por ejemplo, en la reciente misión en Libia.

El 'juguete' de Obama

Muchos creían que era la BlackBerry, pero al poco de llegar a la Casa Blanca los drones se revelaron como el juguete favorito de Barack Obama. En sus primeros dos años, el actual Gobierno había superado ya el número de ataques con aviones no tripulados que se produjeron durante toda la era Bush.

El líder demócrata incluso bromeó sobre ello en la cena de corresponsales de 2010, cuando amenazó a los Jonas Brothers con una curiosa advertencia paterna: "Mis hijas son grandes fans vuestras, pero no tengáis ideas raras. Tengo dos palabras para vosotros: Predator drones. No los veréis venir".

Su bajo coste económico -comparado con las armas convencionales- y su discreta eficacia para eliminar líderes terroristas son elementos clave en la estrategia presidencial para abandonar lo antes posible el laberinto afgano.

El secretismo de los ataques en Oriente Medio, unido al nulo riesgo para las tropas de EE UU, conjugan perfectamente con el creciente desinterés de la opinión pública del país por un conflicto que se le antoja remoto y caro.

Legalidad, en el aire

Pero aunque la actitud de Washington parece ser la de mirar hacia otro lado, la guerra robotizada sigue siendo guerra. El uso de drones plantea muchos interrogantes sobre su legalidad y serias dudas a nivel de derechos humanos. La desconocida pero elevada cifra total de víctimas civiles oscurece la eficiencia del novedoso programa militar.

En junio de 2010, un informe del Consejo de Derechos Humanos de la ONU alertaba de que el creciente uso de drones por parte de EE UU socava las reglas internacionales sobre cómo administrar la fuerza militar.

Asimismo, el texto avisaba del precedente que está sentando Washington para cuando el uso de la robótica militar se extienda.

Y es que bajo el pretexto legalmente discutible de la "autodefensa preventiva", EE UU ha llevado a cabo asesinatos selectivos en Pakistán o Yemen, países con los que no se halla en guerra.

En este sentido, el Wall Street Journal informaba recientemente de la revisión, el pasado verano, de la estrategia de la Casa Blanca respecto al uso de UAV. Según el rotativo, Washington sigue apostando por una política agresiva, con el matiz de ser más "selectivos" y procurar no atacar a grupos de insurgentes rasos.

Junto a la ciberguerra -en un mundo en que las infraestructuras críticas son cada vez más dependientes de las redes informáticas-, la robótica militar abre una era incierta que pone de relieve el lado inquietante de los avances tecnológicos que tanto nos fascinan.

Porque como observó Isaac Asimov -y la historia periódicamente confirma-, "la ciencia adquiere conocimientos más deprisa que la sociedad sabiduría".

El apunte

Motivo clave de la creciente tensión EE UU-Pakistán:
El actual deterioro de las relaciones entre EE UU y Pakistán se explica en gran medida por los ataques con drones contra insurgentes en zonas tribales de Pakistán, que suelen causar víctimas civiles y violan la soberanía del país.

Sin embargo, fuentes estadounidenses aseguran que las operaciones cuentan con el consentimiento de Islamabad, que los criticaría de cara a la opinión pública para aplacar su indignación. La hostilidad y el sentimiento antiamericano que despiertan en la población estos ataques está siendo capitalizado por líderes opositores, que encabezan multitudinarias protestas en su contra. Los drones de EE UU inspiran incluso canciones de rechazo de artistas pop locales.
Las cifras

7.000 'drones' posee EE UU. La cifra contrasta con la flota de unos 50 que acumulaba hace 10 años. En ella se incluyen desde microrrobots hasta los letales Predator, cuyo precio ronda los 4,5 millones de dólares. Según la revista Wired, el ahorro es clave: sólo formar al piloto de un caza cuesta ya 685.000 dólares.

1.900 muertes de insurgentes han sido causadas por ataques de drones en áreas tribales de Pakistán desde 2006, según Longwarjournal.com. Aunque la CIA admite oficialmente haber causado unas 60 bajas civiles en los últimos años, fuentes de la agencia admiten que la cifra es mucho más elevada.

3.100% es el porcentaje en que se ha incrementado las horas dedicadas a misiones de vigilancia por la Fuerza Aérea de EE UU desde los ataques del 11-S, según el New York Times. La mayor parte de estas misiones las llevan a cabo drones con una autonomía de vuelo que supera las 20 horas.

Otros datos

Un alud de información. El uso de los drones en misiones de vigilancia plantea un problema que no resulta nuevo para la Inteligencia estadounidense: el exceso de información. Con 1.500 foto- grafías y 1.500 horas de vídeo captadas a diario, la CIA acumula más de 20 años seguidos de imágenes que suponen un desafío para los analistas, que tienen que recurrir a técnicas de realización usadas en las retransmisiones deportivas. Una indigestión de datos que, sin embargo, contribuyó a la localización de Osama Bin Laden.

El precedente Al Awlaki. El asesinato el pasado septiembre en Yemen del imán radical Anwar Al Awlaki sentó un significativo precedente en el uso de aviones no tripulados en la lucha antiterrorista. En primer lugar, el ataque letal del drone no se produjo ni en Afganistán ni en Pakistán, sino en Yemen, lejos de la zona de combate. Además, el imán radical, famoso por sus incendiarios discursos en YouTube, nació en Nuevo México, con lo que su muerte supuso la ejecución extrajudicial de un estadounidense.

Misión en México. EE UU está llevando a cabo desde el pasado febrero misiones de vigilancia con drones sobre México para recabar información para combatir a los cárteles de la droga. Los vuelos, con aviones desarmados, responden a la petición del Gobierno mexicano y son supervisados por la Fuerza Aérea del país centroamericano. La información obtenida por los 'drones' habría conducido a la detención de varios sospechosos en relación al asesinato del agente de aduanas estadounidense Jaime Zapata.

El riesgo de los 'hackers'. EE UU no sólo debe estar preocupado por que países como China, Rusia o Irán estén desarrollando programas con drones para acabar con su supremacía en este campo. El pasado octubre, medios estadounidenses informaron de que la base de control de 'drones' de Creech, Nevada, fue infectada por un virus 'keylogger', el tipo que registra secretamente las pulsaciones que se hacen en el teclado. Evitar el robo o manipulación de 'drones' por parte de terroristas es un desafío para los expertos en seguridad.