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Sería un alivio y un aún mayor consuelo pensar que la psicopatía es sólo el funesto y trágico resultado de una serie repetida de abusos emocionales en la infancia, la época más vulnerable y plástica de la vida. La mayoría nos enorgulleceríamos al admitir que no conocemos a ningún psicópata personalmente, y que sólo los periódicos, las novelas, la televisión o el cine nos ponen en contacto con tan temidas bestias pardas, pero nos equivocaríamos.

Los científicos y psicólogos nunca se han puesto de acuerdo sobre el origen de la psicopatía, pero ahora parece haber cierto consenso en el hecho de que el cerebro del psicópata es diferente al de los individuos "normales". No es que los primeros nazcan con una diferencia anatómica, sino con una diferencia funcional. Para que nos entendamos: su cerebro no está enfermo, simplemente, funciona de otra manera.

Las diferencias estructurales radican en que su lóbulo frontal muestra una desconexión con el sistema límbico. Al parecer, en ese área se asienta la actividad cerebral que hace que nos pongamos en el lugar del otro emocionalmente hablando, es decir, que empaticemos y que emitamos juicios morales no puramente lingüísticos, sino sentidos.

¿Conclusión? El psicópata nace y también se hace. ¿Cuál de los dos es más peligroso? Una vez más, la respuesta es depende. Una persona que presente rasgos psicopáticos graves o moderados desde la cuna puede despsicopatizarse si da con una familia emocionalmente sana (aunque puede que nunca llegue a niveles de empatía normales), mientras que un cerebro "normal" puede "modelarse" hasta convertirse en el más frío y peligroso del planeta, si desde niño lo han querido mal o no lo han querido en absoluto. Obviamente, también hay psicópatas que nacen y se hacen, al mismo tiempo. Lo preocupante, de todas formas, no radica en el origen de su psicopatía, sino en el grado.


Comment: Cabe notar que el psicópata no se hace, nace, su condición es genética, esa es su naturaleza, por eso mismo presenta diferentes caracteristicas fisiológicas (por ejemplo en el lóbulo frontal según este ejemplo) y psicológicas a las del ser humano. En términos del autor de Ponerología Política, Andrew M. Lobaczewski, una persona (ser humano) altamente ponerizada, que integra a su psique características psicopáticas por X factor, se le llama caracterópata, y vale la pena comentar que es casi seguro que este tipo de patología sea tan incurable como la misma psicopatía.

¿Y cuales son los rasgos psicopáticos básicos? No tenemos más que repasar la lista de psicópatas célebres desde Hannibal Lecter hasta el talentoso Mr Ripley. Todos son inteligentes, manipuladores y poseen encanto para seducir y mentir y poder así alcanzar sus objetivos. La culpa o el remordimiento no existen, tienen sus propios códigos morales; cosifican (o parasitan) a los demás y son incapaces de verlos como seres vivos, sino como medios para alcanzar un fin. Se trata también de personas sumamente egocéntricas y megalómanas, sus delirios de grandeza les impulsan a marcarse metas nada realistas y son enormemente fantasiosos, se sobreestiman continuamente. Además, son incapaces de amar y no muestran ni empatía, ni reacciones afectivas hacia otros (a menos que finjan para obtener una recompensa). Suelen tener, también, necesidades especiales y formas atípicas de satisfacerlas (recordemos a cierto psiquiatra previamente mencionado y sus "menús alternativos"), pero no aprenden de la experiencia y, a largo o medio plazo, tienen mala memoria.

Los datos dan mucho miedo. Un 10% de la población española presenta algún rasgo de psicopatía y un 2% los tiene todos. En otras palabras, 2 de cada 100 personas con las que nos cruzamos diariamente son psicópatas peligrosos. La mayoría de ellos son "psicópatas integrados" favorecidos por una sociedad profundamente individualista e impersonal que aplaude a quien se marca objetivos egoístas concretos y no se detiene ante nada ni nadie hasta conseguirlos.
Entre la clase política abundan este tipo de psicópatas, pero también son frecuentes al frente de empresas, en cargos de responsabilidad o conspirando para alcanzarlos. Su habilidad para manipular y tergiversar hechos y su ausencia completa de remordimientos, les facilitan escalar hasta los puestos más altos.

Sin embargo, no todos los psicópatas son maltratadores, neonazis, violadores, asesinos en serie o inhumanos infames que torturan y/o asesinan a sus mascotas. Puede que muchos de ellos no pretendan hacer mal o dañar a otros conscientemente, pero si alguien se interpone entre ellos y su objetivo, incluso accidentalmente, acabará formando parte de un club de victimas colaterales con muy pocos o nulos remordimientos.

Pero, a pesar de lo que pueda parecer, la mayoría de ellos, tarde o temprano, pagan el precio de sus perversiones y acaban siendo víctimas de si mismos. Como son incapaces de medir las consecuencias de sus actos, la hostilidad y el rencor de los que les rodean los acaba engullendo, condenándolos irremediablemente al ostracismo. A niveles más íntimos, las consecuencias son aún más dramáticas. El psicópata no es capaz de sentir verdadero afecto ni de mantener relaciones a largo plazo, por lo tanto, no puede tener amigos, ni pareja, ni relaciones familiares estables.

No a todos se les ve el plumero, sin embargo. Posiblemente, todos tengamos un vecino, un compañero de trabajo o un familiar con rasgos psicopáticos, un ser emocionalmente inestable, vengativo, frío y capullil que nos produzca genuino mal rollo. Pero también puede ser que el psicopata nos atienda diariamente en un bar/banco/tienda, o que nos contrate con la mejor y más encantadora de sus sonrisas, mientras que, al llegar a casa, disfrute torturando con un collar de descargas eléctricas a su perro.

Llegados a este punto, resulta inevitable preguntarse: si el psicópata ha llegado hasta aquí, si la disfunción fisiológica que presenta no se ha corregido o moderado a lo largo los años, ¿qué retorcido motivo ha impulsado a la evolución a mantener semejante patología perversa?¿en qué favorece esta particular "estrategia cognitiva" a nuestra especie? ¿será adaptativo mantenernos alerta, desconfiados, o, incluso, ligeramente misántropos?