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El feroz anticomunismo desarrollado por el actual gobierno, como en Polonia o Chequia durante las décadas 1990-2000 y 2000-2010, ha dejado a los partidos de izquierda poco menos que en el ostracismo.

El autoritarismo neonazi de Viktor Orban, actual premier húngaro, sometió a votación en abril de 2011 una Carta Magna en la que se hacía casi imposible el cambio o alternancia políticas. Hungría se ha convertido así en un tema sobre el que la propia derecha europea mantiene distancia, preocupada por los excesos de Orban. Después de 18 meses en el cargo, marcado por muchas reformas, incluyendo una ley de prensa draconiana en enero de 2011, el país magyar se encamina hacia un futuro de corte absolutamente dictatorial, sin que los medios de comunicación hayan formulado la menor crítica. Imaginen si esas leyes se hubieran aprobado en Venezuela, Bolivia o Ecuador.

La nueva Constitución somete los futuros cambios políticos, económicos, legales y sociales a una ley general que obliga a que tales propuestas deban ser aprobadas por dos tercios del Parlamento, justo la mayoría ahora tiene el partido gobernante, haciendo imposible que la oposición pueda lograr que salgan adelante otras medidas.

En la nueva ley orgánica, Viktor Orban, de hecho, también impuso unas nuevas fronteras electorales tan favorables a su formación política, que los analistas de la comunidad europea declaran "se ha consagrado la democracia del partido único. Con esa ley electoral, la alternancia es impensable".