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¿Asesinó el Mossad al científico nuclear iraní Mostafa Ahmadi Roshan el pasado 11 de enero, en Teherán? Sí, afirma la última edición del Sunday Times. ¿Es, pues, el servicio secreto israelí el principal responsable de la racha de atentados, secuestros y asesinatos que está intentando zancadillear el programa nuclear iraní? Parece lo más probable; los norteamericanos, en todo caso, niegan cualquier responsabilidad en esta serie negra.

Hasta aquí todo es más o menos previsible; lo interesante comienza con una noticia difundida en la última edición de la revista norteamericana Foreign Policy: agentes del Mossad se hicieron pasar por agentes de la CIA para reclutar a sicarios en su guerra sucia contra la República Islámica de Irán; en concreto, a miembros de Jundallah, un grupo terrorista de islamistas suníes con raíces en Irán y bases en Pakistán, autor de varios asesinatos de dirigentes y altos funcionarios del régimen de los ayatolás.

Mark Perry, el autor de la información, cuenta que esta operación se llevó a cabo a espaldas de la CIA y la Casa Blanca. En los años 2007 y 2008, cuando la CIA descubrió que los agentes israelíes se estaban haciendo pasar por gente suya, lo que incluía el uso de pasaportes falsos estadounidenses, envió a Bush una serie de memorandos altamente secretos. Pese a su incondicional alianza con Israel, Bush montó en cólera. Sin embargo, Estados Unidos, que negaba cualquier conexión con Jundallah y al que esta operación israelí puso en apuros frente a Pakistán, no adoptó ninguna represalia.

Engañar sobre la nacionalidad propia es conocido en el espionaje como false flag, el uso de una falsa bandera. El Mossad es especialista en esta táctica. El pasado año, Dubai hizo saber que los agentes israelíes que asesinaron en ese emirato a un miembro de Hamás habían utilizado pasaportes de Reino Unido, Irlanda, Francia, Alemania y Australia. Cuando los gobiernos de esos países protestaron tibiamente, el nuevo jefe del Mossad, Tamir Pardo, pidió disculpas.

John Le Carré publicó en 1983 el que todavía es el mejor thriller sobre el Mossad y su eficaz e impúdico uso del false flag más conveniente para asesinar a aquellos que Israel considere enemigos mortales: La chica del tambor (The Little Drummer Girl). Escribió esta novela con información de muchos mossadniks, incluido uno de sus ex jefes. La resistencia palestina era entonces la bestia negra de Israel.

A un amplio sector de la CIA, según Foreign Policy, no le hace la menor gracia que el Mossad les robe la identidad. "Israel está jugando con fuego; nos está implicando en una guerra secreta, lo queramos o no", declara a la revista el general Joe Hoar. Un anónimo oficial de la CIA jubilado dice por su parte: "Con este tipo de cosas en marcha, va a ser muy difícil que Estados Unidos pueda distanciarse de un ataque israelí a Irán".

Puesto que Obama prefiere no desencadenar una guerra contra Irán a propósito de su programa nuclear, los ultras de Israel están haciendo todo lo posible para arrastrarle. En su última columna en el The New York Times, el analista Roger Cohen sugiere la posibilidad de que Israel lance un ataque por su cuenta en los próximos meses. Sus muchos amigos en Estados Unidos aplaudirían enfervorizados y Obama se encontraría así desautorizado y frente a un hecho consumado. Cohen le recomienda a Netanyahu desde el mismo título de su columna que no emprenda esa vía: Don´t do it, Bibi.

El pasado 11 de enero, un motociclista colocó un explosivo magnético bajo el coche de Mostafa Ahmadi Roshan, un joven científico nuclear iraní. Ocurrió en pleno Teherán, una ciudad sometida a un estrecho control policial. La explosión mató a Roshan y fue el último atentado de una serie de asesinatos, secuestros y actos de sabotaje que en los últimos años ha intentado minar el programa nuclear iraní.

"Esta guerra fría", escribe hoy Hélène Sallon en Le Monde, "se libra a la luz del día, a través de presiones diplomáticas y sanciones, y en la sombra, mediante los asesinatos selectivos y los ciberataques". Sallon publica un espléndido informe en el diario francés sobre la guerra sucia contra Irán. La campaña comenzó en 2007 con el asesinato del científico Ardeshir Hassanpour; siguió ese año con la misteriosa desaparición del general Ali-Reza Asgari; tuvo un nuevo episodio en 2009 con el secuestro del físico nuclear Shahram Amiri; les costó la vida en 2010 al científico Massoud Ali-Mohammadi y a Majid Shahriari, y graves heridas a Fereydoun Abbasi-Davani; mató en julio de 2011 al físico Darioush Rezai y en noviembre de ese año al general Hassan Moghadam,. Y el pasado 11 de enero destrozó a Mostafa Ahmadi Roshan.

"La planificación y la sofisticación de estas operaciones han llevado a numerosos expertos a acreditar la tesis de la implicación del Mossad", escribe Sallon.

Desde mediados del pasado año, Tamir Pardo, el nuevo jefe del Mossad, dirige estas operaciones. Pardo, según cuenta Sal Emergui en su blog, es un gran aficionado a las músicas irlandesa e italiana, las motos de gran cilindrada y el fútbol del Barça.

El presidente del Parlamento iraní, Alí Larijani, ha afirmado hoy que ya se han producido detenciones en relación al asesinato de Roshan el 11 de enero. Larijani ha reconocido que Roshan es el quinto científico nuclear iraní fallecido en atentado.

Estados Unidos, Reino Unido e Israel estarían, según Larijani, detrás de esta racha de asesinatos. "Tenemos documentos en este sentido, ya que las personas que han sido detenidas han afirmado estar relacionadas con esos países", ha dicho. "Por ejemplo, el líder terrorista Abdul Malik Rigi reveló durante sus confesiones sobre operaciones terroristas en Irán que mantuvo reuniones con funcionarios estadounidenses".

Y aquí se cierra el círculo. Abdul Malik Rigi era el líder de Jundallah, el grupo terrorista suní con el que, según Foreign Policy, se relacionó el Mossad haciéndose pasar por la CIA. Rigi fue detenido por los iraníes en febrero de 2010 y ahorcado públicamente cuatro meses después.

Israel es tabú en Estados Unidos. El cine y la televisión de ese país abordan siempre con tintes heroicos las acciones de los soldados y espías de la estrella de David. En 2005 Steven Spielberg estrenó Munich, su filme sobre los métodos del Mossad en la localización y asesinato de los terroristas del grupo palestino Septiembre Negro que causaron la matanza de atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972. En ese thriller, el cineasta norteamericano, un gran defensor de la causa israelí, osó plantear algunos reparos éticos a los métodos del Mossad, lo que le valió severas críticas de los ultras del lobby judío en Estados Unidos. Los creyentes, ya se sabe, tienen prohibida la duda.