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Diariamente este gobierno nos anuncia más y más concesiones e intentos de privatización, cada uno de ellos camuflado tras un alambicado engranaje de argumentos falaces, y los ciudadanos todos nos dejamos engañar. Solamente quiero, para finalizar, recordarles las promesas hechas desde la Presidencia.

En toda Latinoamérica por los años 80 soplaban vientos nuevos que venían del Norte como el gran milagro tanto tiempo esperado. Los medios de comunicación, difundían minuto a minuto las bondades de las privatizaciones, señalaban que iban traer el progreso anhelado, manifestaban, ahora sí, una definitiva mejora del bienestar de la población. Los políticos manifestaban lo bueno de las privatizaciones, salían de cuando en cuando en la televisión a pregonar ¿privatizar o morir? es el único camino para el cambio de rumbo.

Luego, con la excusa de que los países no tenían los fondos necesarios, se puso de moda la concesión de obra pública, cuando estudios muy serios han demostrado que la tal ausencia de fondos era totalmente falsa, ya que organismos internacionales y hasta privados estaban dispuestos a financiar grandes obras de infraestructura, y que los cánones de pago de los ciudadanos serían infinitamente menores, aunque necesarios para amortizar los créditos recibidos.

Profesionales latinoamericanos instruidos en Harvard convertidos en profetas modernos recorrían por toda Latinoamérica llevando el evangelio neoliberal y anunciaban la salvación del hombre de Latinoamérica por el libre mercado. Así exorcizaron la economía de los países latinos de los demonios keynesianos no dejando piedra sobre piedra del Estado benefactor. La población convencida apoyó, sin la menor resistencia, todas las iniciativas de privatización de las empresas públicas ya que el dogma venía de la prestigiosa Harvard y había que aceptarlo. Gobernantes, políticos, académicos, empresarios locales todos se convirtieron en creyentes de la nueva fe y muchos se volvieron hasta profetas del nuevo dogma de la economía el neoliberalismo.

A partir de los año dos mil recién la población se va dando cuenta que el neoliberalismo no lo condujo ni a la tierra prometida ni al paraíso. Las privatizaciones y las concesiones de obra pública en toda Latinoamérica de los años 80 y 90 fueron un fracaso, los únicos que se beneficiaron fueron las empresas transnacionales que adquirieron las empresas públicas a precio de regalo y los políticos se beneficiaron con las millonarias comisiones. Casi la mayor parte de los ingresos de las privatizaciones se esfumaron como por arte de magia de manos de los burócratas. Las privatizaciones desembocaron en un festín escandaloso y en la propagación de la corrupción a extremos obscenos, cuyo único resultado visible fue el desmantelamiento de unas economías que emergían agotadas de la "década perdida" que fue la de los 80.

En toda Latinoamérica a causa de las privatizaciones cientos de miles de trabajadores fueron despedidos, la industria nacional fue sepultada bajo la avalancha neoliberal y la descapitalización alcanzó niveles devastadores. Al festival de la privatización concurrieron las empresas transnacionales, en lugar destacado las españolas, que compraron a precio de remate las empresas estatales más rentables. Objetivo principal fueron los servicios públicos -comunicaciones, transporte, energía, agua... - que garantizaban una recuperación rápida de las inversiones sin exigir mayores gastos. La población veía impresionada incrementarse los precios de los servicios antes con referente social y veían beneficios que antes fluían a las arcas estatales ahora pasaban a engrosar el patrimonio de las empresas extranjeras, oligarquías y de los políticos corruptos.

Un fantasma recorre hoy Latinoamérica porque la población hoy recién empieza a ver el panorama del engaño de las privatizaciones salvajes de los años 80 y 90, presentadas por los profetas del neoliberalismo como el remedio a todos los males de la región, pero nunca imaginaron las empresas extranjeras el papel que les tocaría desempeñar, de ser fuentes del despertar de las luchas sociales. Dueñas de los servicios básicos, las tarifas aumentaban sin cesar mientras los salarios caían en picada. Los gobiernos, cegados en su papel de simples administradores de intereses extranjeros, no calcularon las consecuencias que tendría el desprecio rampante hacia la penuria general. Las explosiones sociales agarraron desprevenidos a propios y extraños. Hoy, aprendida la lección y entendiendo que una elección no garantiza el cargo, son pocos los que insisten en cerrar los ojos ante la miseria.

Para aquellos que aún no lo han entendido, debemos recordarles que la defensa de la sanidad pública de Costa Rica es en contra de intereses económicos de grupos empresariales que lo que pretenden es, bajo la utilización de eufemismos tales como la "externalización de la gestión de servicios públicos", buscan su propio lucro desde el intento de conversión de un bien público en un negocio privado. Esto es una estafa, un engaño, uno más de los políticos neoliberales que han estado en el poder desde hace ya bastantes años, del que ya no nos extrañamos. Es la política del "todo vale", sobre todo si hay un enriquecimiento personal y de los correspondientes "amigos". Es la estafa que se nos está intentando vender con la privatización progresiva de la CCSS, y que atenta contra nuestros derechos fundamentales.

Parece existir un guión prefijado, al igual de la película de "El Golpe" donde poco a poco se nos intenta enredar en un engaño del que saldremos estafados, y los afectados seremos la mayoría de los ciudadanos, y si tiene alguna duda sería bueno que hablara con alguien que conozca el sistema sanitario de USA. Hace poco un amigo me comentaba la suerte que tenemos en este país donde se puede acceder a las medicinas y a la asistencia sanitaria pública, una suerte que puede pasar a la historia si los intentos de defensa de los intereses particulares vencen a la de los intereses generales.

Por allá de Julio del 2003 - unos diez años- recuerdo haber leído un informe que resumía el cinismo irresponsable de las Instituciones de Fomento Internacional, quienes de la manera más imprudente e inhumana habían tomado a los países débiles como campo de experimentación y de pillaje para sus fracasadas teorías económicas y otras veleidades coyunturales. Por otro lado, el documento representaba un duro golpe para todos los fanáticos ciegos de la globalización neoliberal, a quienes, de repente, desde el Banco Mundial (BM) les habían "halado la manta" debajo de los pies, poniendo en evidencia la verdadera naturaleza y consecuencias de este vergonzoso proceso privatizador.

Muy orondamente se nos decía que "...el Banco Mundial (BM) está cambiando sus recomendaciones financieras luego de reconocer que la privatización de servicios públicos no siempre funciona, (según) reseñó el diario The Wall Street Journal...". Más adelante que: "...El BM, otrora apóstol de la privatización, atraviesa una crisis de fe y actualmente duda en aconsejar a los países en desarrollo vender las empresas estatales que producen a inversionistas privados...".

Estos señores del BM realmente merecían un premio por haber descubierto el agua caliente. Nos vienen con que: "...Los consumidores, decepcionados, asocian la privatización con altas tarifas para ellos y mayores beneficios para compañías extranjeras y funcionarios corruptos...". Igualmente y con el mayor descaro del mundo nos salían con que desde este proceso de privatizarlo todo: "...no se promueve la competencia... ya que la tendencia es a consolidar los monopolios existentes, y no a promover la competencia: ¿Por qué construir sistemas paralelos de alcantarillado o electricidad para competir?, y dado que los pueblos consideran el acceso a la electricidad y agua baratas un derecho, no un privilegio, la privatización ha sido centro del descontento popular...".

Según como demuestran absolutamente todas las encuestas de opinión hechas en otros países, desde hace muchos años, la percepción pública respecto a las mal llamadas privatizaciones (luz, telefonía, agua, seguridad social) y los contratos de concesión administrativa (autopistas, casinos, aeropuertos, etc., etc.) es que todos han sido actos turbios y repudiables, nacidos del engaño, marcados por la arbitrariedad rampante, totalmente faltos de transparencia, indeleblemente manchados de corrupción y además absolutamente injustificados y contraproducentes.

Se privatizaron empresas rentables, pretextando eficiencia. Hoy, donde se realizaron privatizaciones masivas, se tienen servicios muchísimos más caros e ineficientes, pasto de las arbitrariedades de monopolios y oligopolios privados, que abusan a sus anchas, con la connivencia del Estado. Porque para colmo, las entidades gubernamentales que deberían luchar por derechos ciudadanos son meras oficinas inútiles, pintadas en la pared o copartícipes (por acción u omisión) del abuso del cual resultamos víctimas todos.

Las conclusiones de todas investigaciones llevadas a cabo en aquellos países (como Perú, por ejemplo) revelan la impúdica e ilícita transferencia de recursos del Estado a favor de personas naturales y jurídi­cas del sector privado, valiéndose de variados procedimientos vedados, tanto en las operaciones de transferencia como en la disposición arbitraria de fondos provenientes de la cooperación internacional, así como irregularidades en el otorgamiento de liberaciones y normas de excepción, donaciones y demás. Se determinó que hubo fuga, dispendio, mal uso o apropiación ilícita, sólo como consecuencia de las irregulares operaciones privatizadoras que no respondieron a un plan de desarrollo nacional. En efecto, siguen señalando las investigaciones, la venta de las más importantes y rentables empresas del Esta­do fue efectuada de la manera más sospechosa, irresponsable, vertiginosa y sin control de ningún tipo. De igual forma, que los contratos de concesión de obra pública estuvieron llenos de actos corruptos, latrocinio descarado y contratos leoninos.

Pues bien, en esta Costa Rica que no avanza, sino que camina hacia atrás, la fiebre de las privatizaciones y concesiones se está incrementando, pero los políticos y los medios de comunicación no dicen nada, porque allí está "el negocio". La experiencia de las tres reformas latinoamericanas de los sistemas de salud pública, por ejemplo, que han seguido la orientación neoliberal indica que es una política equivocada, que puede fácilmente incrementar la inequidad, aumentar costos, y dificultar la implementación de políticas sanitarias nacionales. En países de bajos y medianos ingresos, por tener recursos más limitados, es aún más importante ser cautelosos al decidir las funciones y programas que deberían protegerse de forma especial frente a la voracidad neoliberal que aún recorre el continente.

Sin embargo, diariamente este gobierno nos anuncia más y más concesiones e intentos de privatización, cada uno de ellos camuflado tras un alambicado engranaje de argumentos falaces, y los ciudadanos todos nos dejamos engañar. Solamente quiero, para finalizar, recordarles las promesas hechas desde la Presidencia de la República cuando la consulta popular sobre el TLC con los EEUU, cada una más falsa que la otra. Se nos prometió por ejemplo un descenso del costo de vida, y sucedió todo lo contrario. Ya no es el momento de tragarnos las ruedas de molino de esta mafia neoliberal que nos ha gobernado, por nuestra estupidez, desde hace tantos años. Es el momento de la conciencia, de la movilización social, de la organización ciudadana, en contra de la corrupción prevaleciente, pues de otra forma los niveles de pobreza se incrementarán exponencialmente.