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© Barry Chin/ Boston GlobeLa multitud de personas en el Hatch Shell, que se estimaba en 250.000, cantó el himno nacional del Congreso Nacional Africano del grupo líder anti-apartheid en Sudáfrica.
En el verano de 1990, cuatro meses después de ser liberado de la cárcel, Nelson Mandela fue en una gira triunfal a los Estados Unidos. Recuerdo su visita a Boston, donde habló ante una multitud de 250.000 personas reunidas en la Explanada. Era un ambiente de fiesta con un montón de bandas tocando música de diferentes partes del mundo; familias con niños; personas comunes y corrientes; y activistas, jóvenes y ancianos. El sentimiento de esperanza era palpable. ¡En Sudáfrica, la gente había ganado! Estaba incluso la esperanza de que la turbulenta historia racial de Boston de los años 70 y 80 se pudiera superar. El alcalde de la época, Ray Flynn, recordó el evento:
"Fue la primera vez que recuerdo estar de pie y mirando a un público masivo y ver a la gente blanca y negra, jóvenes y ancianos, gente del barrio y gente de los suburbios", dijo Flynn. "Fue casi como una celebración de los Celtics, pero esta vez tenía un significado mucho mayor."
Apenas unos meses antes, en noviembre de 1989, el muro de Berlín había caído. Las personas estaban cruzando fronteras y rompiendo las ataduras que les habían separado. No todas las revueltas tuvieron éxito, el levantamiento en la Plaza de Tiananmen en China, en junio de 1989, fue brutalmente reprimido, pero en general se podía sentir el sentimiento de esperanza por un mundo mejor.

Sólo había un problema. En los Estados Unidos, la familia Bush estaba en el poder.

Si había una cosa que los Bush no podían soportar, era ver a la gente común levantarse contra sus opresores. Ese tipo de cosas va en contra de todo su modelo de negocio. Así que el sentimiento de esperanza tuvo que ser aplastado, y, efectivamente, sólo varias semanas después de la gira de Mandela, el mundo estaba sumido en lo que parecía algo de la década de los años 30, cuando Irak invadió Kuwait. Hubo informes de prensa de las fuerzas aglomerándose en la frontera con Arabia Saudita. ¿Una guerra a la antigua usanza invadiendo los estados nacionales? ¿Podía realmente estar sucediendo esto?

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© Barry Chin/Boston Globe23 de junio de 1990: bailando con la música final, después de su discurso en el Hatch Shell en la Explanada de Boston, Nelson Mandela estaba flanqueado por el senador Edward Kennedy y el alcalde Raymond Flynn.
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La Caída del muro de Berlín, Noviembre de 1989.
Más tarde nos enteramos de que la invasión de Kuwait por parte de Irak fue establecida por el régimen de Bush. Sadam Husein cayó justo en la trampa de George H. W. Bush. La embajadora de Estados Unidos en Irak en ese momento, April Glaspie, se había reunido con Sadam Husein y el ministro de Relaciones Exteriores iraquí, Tariq Aziz, el 25 de julio de 1990.

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La embajadora de EE.UU. en Irak, April Glaspie, dando la mano a Sadam Husein.
El telegrama de Glaspie volvió a Washington con su resumen del encuentro indicando lo que ella les dijo:
"No tenemos ninguna opinión sobre sus conflictos entre árabes, como su disputa con Kuwait. El secretario Baker se ha dirigido a mí para enfatizar la instrucción, primero dada a Irak en la década de los 60, de que la cuestión de Kuwait no está asociada con Estados Unidos."
En la jerga diplomática esto es como decir: "Adelante, invadan. No nos interesa y no vamos a interferir." Así que, por supuesto, Sadam Husein pensaba que tenía luz verde, apoyado por sus aliados en Washington. Gran error. La administración Bush había armado a los iraquíes, y teniendo en cuenta la esperanza que el mundo estaba sintiendo en aquellos días embriagadores, el momento no podría haber sido mejor para el régimen patocrático en Washington.

Como bono adicional, muchos miles de billones de dólares, tal vez incluso miles de trillones, han sido gastados por los Maestros de la Guerra en las décadas posteriores. Dos generaciones de soldados de ambos bandos han sido envenenadas con uranio empobrecido y toda una mezcla heterogénea de sustancias químicas letales, lo que lleva al debilitamiento de la población e incluso a más beneficios para el complejo médico-industrial.
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La primera Guerra del Golfo
Así como recordamos la vida ejemplar y éxitos muy reales de Nelson Mandela, hay que tener en cuenta que, hasta que la raza humana se despierte a la realidad de que estamos gobernados por psicópatas depredadores, las victorias y la esperanza sólo resultarán ser temporales. Parece que cada vez que el mundo empieza a moverse en la dirección correcta, los patócratas sacan algo de su "bolsa llena de trucos" para poner fin a la misma. El asesinato de los Kennedy y Martin Luther King, el 11-S, el 11-M... la lista sigue y sigue.