'The Economist' ha calificado de "bastante inquietante desde el punto de vista de Occidente" la posible adhesión de nuevos países a la Organización de Cooperación de Shanghái. Asusta la perspectiva de "una especie de OTAN liderada por China".
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© REUTERS Kim Kyung-Hoon
Ni siquiera países asiáticos con una tradición democrática bien arraigada, como Mongolia, se contentan con el papel de observadores en el organismo de integración regional, sino que piden la adhesión, admite el blog editorial de la revista. ¿Cuáles son los motivos que conducen a los Gobiernos de Asia a aliarse con China y Rusia dentro del Grupo de Shanghái?, se preguntan los autores británicos.

Durante la reciente cumbre de la Organización en Dusanbé (capital de Tayikistán), celebrada los días 11 y 12 de septiembre, el presidente de China, Xi Jinping, señaló que el organismo se debería "centrar en combatir el extremismo religioso y el terrorismo en Internet". Este planteamiento, en la opinión editorial, es muy vigente para los países asiáticos, azotados por un brote de la intolerancia yihadista. Una serie de recientes ejemplos confirma que solo si aúnan fuerzas pueden luchar contra ese mal.

Así, algunos ciudadanos chinos de etnia uigur provenientes de la región autónoma china de Sinkiang guerrean contra las fuerzas gubernamentales en las áreas tribales de Pakistán y, dentro del Estado islámico, en Irak y Siria. Este mes cuatro uigures con presuntos vínculos con el EI han sido detenidos en la isla indonesia de Célebes. Esos hombres salieron de China a través del sudeste de Asia y presentarían un peligro para cualquier país de la región.

Mientras, la Organización de Shanghái ofrece herramientas para detectar a esos individuos, investigarlos y repatriarlos, si es necesario. Es por eso que tanto la India como Pakistán e Irán desean afiliarse al Grupo de Shanghái, admiten los analistas, destacando que incluso a los aliados de Estados Unidos les parece atractiva esta integración.

"Uno de los éxitos de China en Asia Central en los años recientes se debe a que ha podido asegurar la cooperación con las autoridades locales [de los Estados centroasiáticos] en la deportación de emigrantes ilegales, principalmente uigures con rencor, que ahora se ven obligados a salir de China a través de Laos y Tailandia", dice 'The Economist'. "Es muy probable que este éxito sea resultado de la palanca de la creciente presencia china en la región, el comercio con China y los acuerdos de extradición contraídos".

Los autores admiten que Rusia y China pueden tener dudas sobre la importancia que ambos países debe prestar a la Organización de Sanghái. Sin embargo, ya en su forma actual, el grupo permite extender la influencia de Pekín a cada vez más nuevos territorios. Según los británicos, es una herramienta con la que Pekín "lentamente, de una manera desordenada y sin ningún objetivo evidente a la vista" está construyendo una nueva orden mundial.