niño celíaco
© Yucatan.com.mxEl niño Edgar Ricardo Cab Echeverría, de la comisaría de Zavala, en Sotuta, muestra unas fotos de su enfermedad
Hace ocho años, el pequeño Edgar Ricardo Cab Echeverría, vecino de Zavala, comisaría de Sotuta, se debatía entre la vida y la muerte, con una desnutrición severa. Su aspecto era similar a la de los niños afectados por la hambruna en Etiopía.

Sus padres ya estaban desesperados porque ni los médicos ni los curanderos acertaban a encontrar la causa de su extraña enfermedad que lo había convertido en hueso y pellejo.

Nadie se imaginaba entonces que alimentos tan comunes y benignos como el cereal, el atole, el pan o las galletas lo tenían al borde de la muerte.

Enterados del caso, personal de Un Kilo de Ayuda, como Rubí Montejo Cetina (enlace en Sotuta) y Javier Valencia Suárez (gerente del programa), enviaron reportes del niño a las oficinas centrales de esa institución. La respuesta fue inmediata: enviaron una ambulancia aérea para trasladar a Edgar al Hospital Angeles de la ciudad de México, donde fue atendido de urgencia por especialistas.

Pasado el peligro, los médicos capitalinos no se explicaban cómo con 1.8 mg por decilitro de potasio, suficiente para desencadenar una falla general sistémica, el pequeño de Zavala pudo seguir con vida.

Fue entonces cuando se descifró el misterio: Edgar padecía el Síndrome de Malabsorción o Enfermedad Celíaca, que le ocasionaba la intolerancia al gluten, una proteína de los cereales como el trigo, que es un mal común en Europa y rara en América.

Cualquier producto que contenga harina de trigo, como galletas, pan blanco, pastel, pasta para sopa, golosinas, etc., desencadenaría una violenta reacción que impediría a los intestinos absorber los alimentos, provocando severa desnutrición.

Edgar siguió su tratamiento y los cuidados y en 2006 fue dado de alta de Un Kilo dse Ayuda.

Hoy, siete años después de estar al borde de la muerte, Edgar se ha recuperado y lleva una vida casi normal, pues debe cuidarse de por vida de no comer algo que tenga harina de trigo.

"Edgar está bien gracias a Dios, ya sabe cuidarse. Cuando va a las novenas y dan, por ejemplo, arroz con leche, pregunta si tiene harina. Si tiene, no lo toma. Pero hay otras que le dicen: no, no tiene, sabíamos que ibas a venir y no le pusimos", relata, sonriente, su madre María Epifanía Echeverría Santana.

Edgar ya tiene 10 años y estudia el cuatro grado en la primaria 18 de Marzo, de Zavala, una comisaría ubicada a 10 kilómetros de la cabecera.

Su padre es empleado de Vías Terrestres (ahora Incay) y tiene dos hermanos: Juan Andrés y Reyna Guadalupe, de 18 y 12 años. El primero terminó el bachilleraro, pero dejó de estudiar por falta de recursos. Su hermana estudia la secundaria.

La familia es de condición humilde, vive en el predio No. 05 de la calle 26 entre 21 y 23.

A Edgar le gusta el fútbol y le va a los Pumas y a los Venados de Yucatán. Su sueño es ver un partido de fúbtol en el estadio Carlos Iturralde Rivero.

"Sabe cuidarse, pero a veces me pregunta: ¿mami cuándo voy a comer lo que comen mis hermanos?. Como las tortillas de máquina se revuelven con Maseca, prefiero moler y hacer tortillas a mano para él, me da miedo que le regrese la enfermedad", comenta su madre.

Edgar dice que aún no sabe qué le gustaría estudiar.-F.U.S.