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Fatiga, problemas digestivos y depresión, son algunos de los síntomas considerados "normales" en nuestra sociedad, pero que nunca los asociaríamos a la acumulación de mercurio, cobalto, arsénico, etc.

Las víctimas graves de intoxicación por metales aparecen en las noticias, pero muchas más personas sufren de efectos adversos a la exposición crónica y de bajos niveles de múltiples metales. Debido a que los síntomas se pueden desarrollar durante un período de muchos años, y que éstos se pueden confundir con otros síntomas de mala salud, uno raramente podría reconocer que la verdadera causa es la lenta acumulación de mercurio y otros metales. Aunque casi todos en este planeta acarrean cierta cantidad de carga tóxica, no todos muestran evidentes y distinguibles efectos en su salud.

Después de todo, fatiga, problemas digestivos, dolores en las articulaciones y depresión, entre otros, son algunos de los síntomas considerados "normales" en nuestra sociedad, la cual está progresivamente enfermándose y envejeciendo.

Casi todos los pacientes crónicamente enfermos, sin importar sus síntomas específicos o diagnósticos, seguramente han estado expuestos a metales tóxicos. La toxicidad del mercurio debe ser asumida en cualquiera que haya tenido amalgamas o tratamientos de conducto. También el aluminio, cadmio, plomo, cobalto, arsénico y otros metales están normalmente presentes en estos pacientes.

Por supuesto que la combinación de la duración de la exposición a ciertos metales, la bioquímica individual, la propensión genética, la cualidad de la dieta y los niveles de estrés, determinan también el grado de los efectos tóxicos.

Una buena nutrición es fundamental, porque la deficiencia de metales saludables producirá su reemplazo por metales tóxicos donde (los metales) se unen con las enzimas. Por ejemplo, el plomo remplaza al calcio, el cadmio reemplaza al zinc, el aluminio y níquel reemplazan al magnesio y al manganeso. Estas sustituciones permitirán cierto grado de función enzimática, pero con el paso del tiempo se producirán disfunciones fisiológicas.

Tristemente, intoxicarse no toma años o décadas. Los bebés están naciendo intoxicados por mercurio y otros metales que pasan desde la madre a través de la placenta. El Environmental Working Group informó que los análisis de sangre de cordones umbilicales de recién nacidos muestran un promedio de 287 toxinas, incluyendo mercurio, retardantes de fuego, pesticidas y químicos del teflón.

Esta es una de las razones fundamentales del por qué los bebés vienen a este mundo con el sistema inmune y el sistema digestivo comprometidos. La Academia Nacional de Ciencias (NAS) de EE.UU. estima que por año -debido a los altos niveles de mercurio en las madres- nacen más de 60.000 niños con alta probabilidad de padecer problemas de salud de por vida.

Las vacunas que contienen mercurio y aluminio se agregan a la carga que ya tienen, aumentando el riesgo de autismo, déficit atencional, alergias severas y enfermedades autoinmunes. El thimerosal ya ha sido removido en gran parte de las vacunas para niños, pero incluso la Administración de fármacos y alimentos de EE.UU. admite que las nuevas vacunas pueden contener rastros de contaminantes.

La Fundación de Weston A. Price ha educado a una gran cantidad de padres acerca de cómo optimizar su nutrición antes de la concepción. Pero a no ser que los padres se desintoxiquen ellos mismos de metales tóxicos antes de la concepción, esta tendencia no será revertida, y continuaremos viendo déficit en la salud de nuestros hijos.

Kaayla T. Daniel es nutricionista clínica y escritora en el área de salud.