Comentario: Cumpliéndose 5 años del fallecimiento de Hugo Chávez, compartimos con nuestros lectores la memoria de su partida, volviendo a publicar este artículo.


En el año 2000, Latinoamérica y el mundo fueron testigos de eventos que llenaron de curiosidad al planeta. Venezuela, el país que dio vida al libertador Simón Bolivar, sería el epicentro de la Revolución Bolivariana. Un movimiento impulsado por un pueblo pobre, prisionero en una nación rica, que estaba hastiado de la gigantesca indiferencia y negligencia de sus mandatarios.

Mucho se ha dicho de Hugo Chávez y su revolución; mucho se ha hablado de su ignorancia e intransigencia, de sus rudos modales, de su falta de tacto, de su apoyo incondicional a Cuba, de ser el padre ideológico de la revolución, y de muchas cosas más. Todos estos argumentos se originaron desde medios de comunicación que se oponían y oponen aún hoy día a lo que el caudillo representaba. Medios ciertamente controlados por los mismos poderes que impulsaron repetidos intentos de derrocamiento y que fueron la fuente de toda la propaganda en su contra.
chavez comandante

Pero lo que no se puede negar es que ninguna revolución prospera sin móviles profundos. En el caso de la Revolución Bolivariana, este móvil fundamental ha sido el profundo deseo de cambio de una mayoría postergada; este deseo fue el artífice de una Venezuela que en su momento supo ser un símbolo de esperanza, una esperanza invaluable en un continente sediento de libertad.

Independencia grita el pueblo americano

La última vez que un proceso similar tuvo lugar fue en los años 60. En ese entonces la insolencia cubana de no querer ser la isla de apuestas y prostitución de los oligarcas norteamericanos, de no querer que sus recursos enriquecieran a un puñado de extranjeros y alinearse con la más belicosa superpotencia de la época, fue castigada con cinco décadas de aislamiento económico y político. Cuba era el constante recordatorio para el continente y el mundo del destino que le esperaba a todo aquél que tuviera aspiraciones de no someterse al atropello de un imperio en expansión.

Hugo Chavez
© Inconnu
Desde entonces, movimientos esporádicos de autodeterminación en varios lugares del continente fueron acallados. Irónicamente lo peligroso de rebelarse sin el conocimiento y los recursos adecuados es el riesgo de otorgarle al Imperio una forma sencilla de tomar medidas ejemplares para intimidar a cualquier otro candidato a la rebelión. En la década de los 70, Allende sería una prueba más de lo lejos que se encuentra esta anhelada libertad. En esa ocasión su insolencia le costó a Chile la dictadura de Augusto Pinochet.

Dos ejemplos... dos ejemplos entre muchos. Éste fue el contexto en donde la figura de Hugo Chávez entraría en escena intentando una vez más lo que muchos antes que él habían intentado: dar una nueva oportunidad a la causa de la libertad de los pueblos americanos.

No mucho tiempo después Ecuador seguiría el camino de Venezuela. Serían acompañados por el movimiento indígena en Bolivia, Argentina entraría en la era Kirchner, y Brasil con Lula y Rousseff harían que esta forma "insolente" de buscar la autodeterminación resonara en todo el continente. Por primera vez en mucho tiempo parecía que la independencia de Bolivar regresaba a las mentes de líderes populares por todo el continente.

¿Pero qué fue lo que ocurrió? ¿Qué hemos aprendido de esta era que parece estar llegando a su fin? En épocas remotas hemos aprendido que el Imperio tiene acceso casi instantáneo a cualquier lugar en la región; que Estados Unidos y sus vasallos no se quedarán nunca quietos mientras su patio trasero intenta desprenderse de sus cadenas, y que no tendrán ningún escrúpulo si necesitan diseñar para ello una estrategia violenta y sangrienta.

Pero desafortunadamente nuestra realidad presente nos enseña que las lecciones de la historia han sido mucho más duras esta vez.

Las noticias que circulan día a día nos dan la apariencia de un Washington casi desinteresado por los eventos latinoamericanos; a veces se presiente una respuesta de su parte que no conlleva ningun esfuerzo extraordinario. La triste sensación tras esta fútil displicencia es como si Estados Unidos simplemente tuviera que esperar a que la chispa revolucionaria se apagara por sí misma, como si tuvieran la completa certeza de que ningún movimiento será efectivo en romper las cadenas o revolucionar el continente de manera permanente.

En este nuevo milenio a los modernos intentos revolucionarios del continente la respuesta del Imperio ha sido suave, encubierta, sutil, y sin demasiado alboroto. Quizá a diferencia del EE.UU. de los años 60 o 70 el actual tiene acceso a un sinfín de nuevas herramientas menos manifiestas para mantener a Latinoamérica bajo su yugo. Medios de comunicación mercenarios que influencian la opinión pública, instituciones financieras que extorsionan estados, corporaciones con recursos suficientes para socavar cualquier intento de autosustento,... en fin un arsenal macabro capaz de detener cualquier revolución sin disparar una bala.

Y desgraciadamente nos ha tocado ser testigos de cómo todas estas nuevas formas de sometimiento dan "buenos" resultados. Con sus guantes blancos han logrado minar la fuerza de Maduro, Morales, Rousseff, Correa y Kirchner.

Sí, es cierto, quizá todos ellos no sean los mejores representantes del insurgente e indomable espíritu americano amordazado por siglos, pero aun así, con sus defectos y con sus sombras, posibilitaron que después de muchas décadas el pueblo latinoamericano vislumbre una realidad diferente y desobedezca colectivamente a los mandatos despóticos de un Imperio cruel y depredador.

Con el ocaso inducido a fuerza de jugar sucio de los mandatarios herederos del sueño de Hugo Chávez, han sentenciando a la Revolución Bolivariana, dejando al continente en el mismo lugar que se encontraba antes que el líder popular llegara al poder.

Conócete a ti mismo, el doloroso pero fructífero camino a la libertad

Recordemos hoy a Hugo Chávez, no por lo que intentó hacer de manera inefectiva; mejor recordemos al Hugo Chávez que nos obsequió la primera y necesaria herramienta para iniciar cualquier proceso de transformación: la dolorosa verdad sobre nuestra situación.

Sería sencillo sentarse a juzgar al pueblo latinoamericano como ignorante y suponer que ninguno de estos movimientos ha sido exitoso a lo largo del tiempo, simplemente porque no lo merecen o no se lo han ganado, pero esto sería injusto y pretencioso.

Si algo debiera quedarnos tras 16 años de ser testigos del auge y caída de la revolución, es que el alcance "Yankee" va más allá de donde creíamos y que el problema de Latinoamérica es mucho más profundo. Quizá deberíamos entender que nuestra realidad es mucho más oscura de lo que creemos y que la simple y cruda verdad es que nuestra independencia y autodeterminación es dolorosamente inexistente. Tal vez el hacernos conscientes de esta angustiosa verdad transforme una derrota en victoria dando un valor incalculable a la desaparición definitiva de la Revolución Bolivariana.

Muchas gracias comandante Hugo Chávez Frías.
Hugo Chavez
© Desconocido