La preocupación es parte de nuestra vida, ya que sin ella no podríamos ocuparnos de resolver situaciones, problemas, planificar una solución para eventos futuros, o movilizarnos para realizar algo determinado. Por lo que la preocupación como proceso es altamente funcional si, luego de pensar sobre un mismo tema reiteradamente, realizamos hechos concretos para resolver uno o más problemas específicos. Es decir, la preocupación nos sirve ya que genera ansiedad funcional para aprontarnos a la resolución de un problema y así adaptarnos a nuestro medio de un modo más eficaz.
Pero, ¿qué sucede si nos preocupamos excesivamente y continuamos con esa actitud por períodos prolongados? Sucede que la ansiedad comienza a elevarse y percibimos un malestar, probablemente angustia, o alguna emoción displacentera asociada a los pensamientos reiterativos, que dejan de ser funcionales para comenzar a ser rumiativos: ya no buscan una solución, sino que son asociaciones sobre un mismo tema que generan ansiedad, pensamientos distorsionados y malestar emocional, sin funcionalidad alguna. Esta actividad de nuestro cerebro y nuestra mente deja de ser adaptativa para generarnos más problemas, emociones negativas y pensamientos catastróficos a futuro, por estar la ansiedad implicada.
La mente
En estos casos, donde este tipo de pensamiento disfuncional, rumiativo, hace uso de nosotros, "nos domina" y nos hace sentir que no podemos hacer nada, parece que solo quedara someternos a dejar correr los pensamientos y sentir emociones negativas.
STOP: Podemos detener este modo de operar de nuestra cognición, implicado en muchos trastornos, aunque no necesariamente debemos tener un trastorno para ser rumiativos o preocuparnos en exceso.
Podemos, para hacer un uso correcto de nuestra mente, en principio, comprender que los pensamientos son hechos mentales y no son la realidad, sino que son productos de nuestro procesamiento mental: un pensamiento catastrófico es solo eso, un pensamiento. A este hecho lo conocemos como descentramiento cognitivo. Aceptar y reconocer esto calma muchísimo y baja la ansiedad percibida por la preocupación.
Entonces, ante la preocupación excesiva conviene:
- Pasar a la acción resolviendo o modificando algo del entorno relacionado con la preocupación que nos acontece.
- Percibir y comprender que los pensamientos son hechos mentales y no la realidad misma.
- Evitar no sirve. Sin embargo, podemos reconocer los pensamientos reiterativos y distraernos con otra actividad; o bien, situarnos en el momento presente con distintas técnicas (la meditación, la Mindfulness) o simplemente distraernos con una actividad que nos genere satisfacción, hasta tanto podamos resolver con hechos el motivo específico que nos preocupa.
- Aceptar las emociones y pensamientos sin pretender controlarlos, ya que este tipo de control hace que aumente la preocupación y por lo tanto la ansiedad.
Autor: Lic. Diego M. Herrera, Psicólogo clínico (MN: 63.686), Universidad de Buenos Aires. Coordinador del Dto. de Neurociencias de E.I.C.C.
Artículo previamente publicado en Asociación Educar, una institución especializada en el entrenamiento neurocientifico
Bibliografía:
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- Caballo V.E. Mateos Vilchez (2000). El tratamiento de los trastornos de ansiedad a las puertas del siglo XXI. Psicología Conductual. 8 (2), 173-215.
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