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© Corvis / Julian Calverley
Los estudios ecológicos revelaron que los medios de localización acústica, los que utilizan las fuerzas navales, ponen en pánico a las ballenas y las hacen huir. Por lo que estos animales pueden desorientarse y quedarse varados en la costa, indica Discovery News.

Desde la segunda mitad de los años noventa los científicos notaron un rasgo común en todos los casos de los "suicidios" de las ballenas. En las regiones donde los animales se quedaron encallados, la Armada de EE. UU. o las fuerzas navales de la OTAN estaban probando los sonares activos de frecuencias medianas o bajas. Dado que los propios cetáceos utilizan el sonido para la orientación y la búsqueda de alimentos, los investigadores dedujeron que hay una relación entre el comportamiento de los animales y el funcionamiento de los sonares.

En muchas ballenas se registró congestión cerebral y hemorragia en otros tejidos, también en sus órganos se encontraron burbujas de aire. Estos son los síntomas del síndrome de descompresión, o sea, la embolia gaseosa producida por una disminución brusca de la presión atmosférica, y habrían podido aparecer si los cetáceos hubieran salido rápidamente desde una gran profundidad.

En 2005 una organización ecologista estadounidense presentó una demanda, según la cual el uso de los sonares activos ponen a las ballenas en peligro y viola varias actas medioambientales. Una corte federal emitió una orden a la Armada para que implementara varias medidas para la protección de los cetáceos, pero la Marina apeló a la Corte Suprema, que anuló dos de las seis medidas ordenadas.

Mientras, los ecologistas seguían estudiando el problema de la correlación de las muertes de las ballenas con los sonares. Los investigadores del Instituto Oceanográfico de Woods Hole obtuvieron los datos que comprueban el impacto de los equipos de localización acústica en el comportamiento de los cetáceos. Los científicos grabaron la ecolocación de unas 20 ballenas de pico de Blainville cerca de las costas de las islas Bahamas.

Cuando los sonares de la Marina iniciaban su funcionamiento dentro del alcance del oído de los animales, estos terminaban sus "cantos" y huían a una distancia de varios kilómetros de la zona "peligrosa". Cuando el dispositivo se detenía, las ballenas regresaban, probablemente porque la zona estudiada era donde se alimentaban.

Los científicos pegaron etiquetas localizadoras a las ballenas, para determinar la posición de los animales. Además, les reproducían grabaciones del ruido de los motores de los navíos, así como de los sonidos que emiten las orcas. En todos los experimentos, estos sonidos hacían a las ballenas huir. Según opinan los investigadores, las ballenas, al oír el sónar, tratan de escapar del peligro y quitarse de en medio a toda costa, pero a menudo se desviaban y como resultado quedan varadas en la orilla, de donde no pueden salir.