El "abrumador rechazo" a la decisión de Trump sobre Jerusalén demuestra hasta qué punto se ha desplomado la posición internacional de EE.UU., opina un analista.

Nikki Hale
© Albin Lohr-Jones / www.globallookpress.comLa embajadora de EE.UU ante la ONU, Nikki Haley.
La "humillante condena" a EE.UU. en la Asamblea General de la ONU sobre la decisión de declarar Jerusalén como capital de Israel reveló tanto el desprecio de Washington por la democracia y el derecho internacional, como su aislamiento a nivel mundial, escribe en un artículo para RT el analista internacional Finian Cunningham.

Un "desdén descarado" por los derechos democráticos

El analista recuerda que antes de la votación Washington había "declarado truculentamente" que "no le importaba el resultado y que lo ignoraría pasara lo que pasara". Además, la embajadora de EE.UU. ante la ONU, Nikki Haley, advirtió "en tono siniestro" que EE.UU. "estaba tomando nota de los nombres" y reiteró las amenazas previas de Donald Trump de cortar la ayuda financiera a aquellas naciones que votaran en contra de la política estadounidense.

Según Cunningham, estas declaraciones resaltan el "desdén descarado" de Washington por los derechos democráticos. Lo que EE.UU. "no parece reconocer" es que el consenso en la ONU "es un reflejo de la democracia internacional", señala el analista, para agregar que la actitud oficial estadounidense es: "si no respaldas nuestra posición -no importa cuán cuestionable sea-, entonces tu opinión no es válida".


Comentario: Al respecto, recomendamos leer el artículo de enfoque SOTT: La ONU anula la decisión unilateral sobre Jerusalén, pero a EE.UU. le importa un bledo


La enviada estadounidense también mostró una "lógica retorcida" cuando reprendió al resto de naciones por "atacar" el "derecho soberano" de EE.UU. a nominar a Jerusalén como la capital de Israel. En realidad, es EE.UU. el que "ha atacado el consenso internacional y las resoluciones de la ONU con respecto al estatus neutral de Jerusalén", denuncia el autor del artículo.

Finalmente, Haley también declaró que la "voluntad del pueblo estadounidense" estaba siendo atacada por la ONU, un reclamo que no está respaldado por ninguna encuesta de opinión.


Comentario: El principio básico de las votaciones democráticas es que mediante este mecanismo se decida sobre algún tema particular a partir de las decisiones tomadas por la mayoría de los votantes, que, en este caso, se supone que representan a sus respectivos pueblos. Imagínense si Arabia Saudita, quien irónicamente estuvo a cargo del departamento de DDHH de la ONU, decidiera que cortar cabezas u otras partes del cuerpo en público es una buena práctica para crímenes menores como robos o que una mujer le sea infiel a su esposo. Ahora imagínese que se hiciera una votación para decidir si esto debería convertirse en una práctica aconsejada por la ONU y todos los países en su sano juicio votaran en contra de ellos porque claramente no lo ven como algo con lo que sus pueblos estarían de acuerdo. ¿Acaso Arabia Saudita podría reclamar que no se respeta la soberanía de su pueblo? ¿Tal vez quizás al pueblo de Arabia Saudita está contento con estas medidas medievales de justicia penal? No lo creemos, y si Arabia Saudita dijera algo al respecto, ciertamente sería tomado como un chiste de mal gusto.

Lo mismo se da en este caso con las declaraciones de EEUU. Llamarlo "lógica retorcida" es decirlo suavemente. EEUU hizo muestra de su descarada doble moral al hablar de que no se respeta su "derecho soberano" cuando son ellos los que no están respetando el derecho soberano manifestado por el resto de los representantes de todo el mundo. Además, como se menciona en el artículo, ¿cómo podemos saber si el pueblo estadounidense realmente respalda esta decisión de EEUU? ¿Dónde están las pruebas de esta afirmación?

Si los demás países del mundo están de acuerdo en que esta decisión es extremadamente peligrosa y podría generar aún otro polvorín en la región, EEUU debería abandonar su "excepcionalismo" y aceptar una decisión democrática.


¿Líder del mundo libre?

Por otro lado, en opinión de Cunningham, el "abrumador rechazo" de la decisión del presidente Trump de reconocer Jerusalén como la capital de Israel demuestra hasta qué punto se ha desplomado la posición internacional de EE.UU.
  • Así, el analista recuerda que incluso los aliados cercanos de EE.UU. en la OTAN, como Reino Unido, Francia o Alemania, votaron en contra de la posición de Washington.
  • Arabia Saudita y otros países sunitas del Golfo se alinearon con sus "archienemigos" Irán y Siria para rechazar la decisión de Estados Unidos.
  • Incluso las naciones que son grandes receptoras de la ayuda de EE.UU. no fueron intimidadas por las amenazas de castigo financiero: Afganistán, Egipto, Irak, Pakistán se unieron a países africanos pobres como Etiopía, Kenia y Níger, entre otros, para repudiar a Washington. Yemen, devastado por la guerra y en medio de una crisis de hambruna, también emitió un voto en contra.
Todo ello "no solo muestra cuán fuera de línea está Washington", sino también que un número creciente de Estados "están dispuestos a desafiar abiertamente las tácticas intimidatorias" de EE.UU., subraya el experto. "¿Líder del mundo libre? Más bien un malhechor cuyo autoritario ego megalómano ya no es tolerable para casi todos los demás", añade, en referencia al país norteamericano.

"Un tirano cuyo tiempo ha terminado"

Irónicamente, el presidente Trump había declarado a principios de la semana pasada que "EE.UU. está nuevamente liderando el mundo" y que "las naciones y los individuos admiran lo que representa EE.UU.".

Según el analista, estas afirmaciones parecen solo ser ciertas "en la imaginación febril" de la burocracia estadounidense, mientras que, en realidad, las "pretensiones virtuosas" de EE.UU. se consideran cada vez más como "una farsa ridícula, flagrantemente contradicha por su comportamiento grosero".

La Asamblea General de la ONU demostró que EE.UU. "ya no es un líder mundial", sino más bien un "Estado canalla cuyos delirios de grandeza son desmentidos por actos sórdidos" de soborno e intimidación, "un tirano cuyo tiempo ha terminado", concluye Cunningham.