Hoy, 27 de mayo, los ciudadanos colombianos se sumen sobre las urnas para elegir al siguiente presidente del país latinoamericano. En las redes sociales se han hecho visibles innumerables estrategias políticas, las cuales son una costumbre durante época de campaña.
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Hay una en particular que ha sido bastante prominente entre las que he visto en varios lugares de la red. Desde hace años comparar a Colombia con Venezuela, y asustar a la población con el "no queremos terminar con un Chávez o un Maduro", se convirtió en una herramienta útil para ganar popularidad.

Ante las propuestas y el origen de algunos de sus candidatos, la posibilidad de llevar al país hacia un sistema político socialista sonaría creíble, sin embargo, existen detalles sutiles (y no tan sutiles) que hacen que un cambio radical en la política de Colombia y en su posición relativa ante sus vecinos y el mundo en general sea completamente imposible.

Independientemente de si la izquierda de Petro o Fajardo llega al poder, o si el oficialismo de Vargas Lleras se mantiene, o si el país regresa a la política de la era de Uribe con Iván Duque Márquez, justo un día antes de las elecciones, Colombia tomó una decisión de la que no se habló mucho y es una señal muy clara del futuro del país en los próximos años.

Estoy hablando del anuncio que el actual presidente, Juan Manuel Santos, hizo con orgullo y algo de alardeo: "La próxima semana formalizaremos el ingreso de Colombia en la OTAN". Esto significa que el país sería el único socio global de la Alianza en Latinoamérica, compartiendo este "honor" con países con los que la OTAN regularmente mantiene cooperación estratégica militar, los cuales incluyen Afganistán, Australia, Irak, Japón, Corea del Sur, Mongolia, Nueva Zelanda y Pakistán. Países que, según la misma alianza, "contribuyen activamente a las operaciones y misiones dirigidas por la OTAN"

Así que, mientras estas palabras se escriben, los colombianos se dirigen a las urnas para sufragar su voto dependiendo de lo que ellos consideran que es el futuro más deseable para la nación latinoamericana. Pero el único futuro que no van a poder materializar, a pesar de los votos, es el futuro de tener una relación pacífica con sus vecinos, especialmente aquellos que decidan, por alguna razón u otra, buscar un futuro que no esté alineado con los intereses de Washington. (Vea también: ¿Cooperación o subordinación? Argentina y la agenda de seguridad norteamericana)

La situación en Venezuela se complicó la semana pasada con elecciones que muchos países de la región no reconocieron, incluido el tío Sam. Unas elecciones a las que la oposición oficial decidió no presentarse. Y existe la posibilidad de que su plan, en realidad, no era quedarse con el poder de manera democrática, sino, tal vez, el de continuar otorgando justificación pública para una eventual intervención foránea que culminase con un cambio de régimen a la americana.

De ser así, el movimiento apresurado de Santos es la forma más clara de determinar quién va a ganar las presidenciales en Colombia.